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Ni izquierda ni derecha, el descontento vino para quedarse

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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Toda reacción destemplada que no contemple esta situación, por lo demás inédita, pavimenta las aspiraciones de la derecha. Recuérdese que el descontento (ME-O + Arrate) muy probablemente superará al oficialismo partidario de Frei.


Por Rafael Urriola U.*

La irrupción de nuevos personajes en la escena latinoamericana como los presidentes Correa o Chávez; el dominio sin contrapeso de presidentes progresistas en América Latina; el descrédito del neoliberalismo y la crisis sistémica del capitalismo expresada a través de la crisis económica debiera ser motivo de profundas reflexiones en las cúpulas de los llamados partidos progresistas de Chile.

No obstante, el síntoma más descollante de autocomplacencia es que nada de esto inquieta a la élite política tradicional chilena constituida por la totalidad del pinochetismo que actualmente dirige a la Alianza de la derecha y por la dirigencia de la Concertación. Estos últimos, además, con las camisas llenas de medallas recuerdan sus glorias pasadas, siempre apoyados por innegables estadísticas en que se distribuyen con singular simetría que cada vez hay menos pobres y cada vez también menos, pero más ricos.

La distancia entre unos y otros no interesa porque al ver la política como un continuo lineal entre aquellos que están a la izquierda o en la derecha, siempre queda espacio para que la izquierda (o los de abajo si se invierte el mapa) reciban un poco más del Estado que podría moverse sin brújula ni principios dejando todo ello a la soberanía de la encuestología. 

La consternación mayor o «la historia del león sordo» es que, contra todo pronóstico y mas de algún «ninguneo» innecesario, ya es de común preocupación u ocupación que Marco Enríquez está demasiado cerca, en preferencias de votos, de Eduardo Frei y que eso rompe la lógica del binominalismo en que, con los eufemismos «made in Chile»,  no se decía (o dice) izquierda y derecha sino centro izquierda y centro derecha. Para mayor claridad a la izquierda se le saca de la pantalla: ellos no caben en el juego actual porque por definición comunicacional se les llama  izquierda extraparlamentaria, es decir, en el Chile que pensaron las élites solo parecen caber los centros y, para mayor seguridad,  dos coaliciones hasta ahora han repartido las fichas del juego.

Por ejemplo, el estrepitoso fracaso del ex senador Flores para acarrear votos desde su volátil pasado por el PPD a la candidatura de Piñera, no sólo se debe a la inmensa desconfianza de estas volteretas sin explicación sino que el propio sistema binominal impide que los «apernados» en puestos parlamentarios estén dispuestos a cederlos para dar cabida a los advenedizos. La derecha estuvo dispuesta, únicamente, a sacarse una foto con Flores y Schaulsohn pero jamás a darles algún cupo con probabilidad siquiera de competir. Así, sin pena ni gloria terminó la aventura del Chile Primero.

De igual manera,  el comando de Frei intenta «reconquistar» a Adolfo Zaldívar y sus diputados. ¡Demasiado tarde! Estos fueron castigados expulsándolos de toda posibilidad de competencia en el interior de la Concertación. Un elemental sentimiento de sobrevivencia los obliga a buscar otras alianzas. Graciosamente, por errores del sistema o de los comandos, todos los descontentos y descolgados de la Concertación, que son muchísimos, tienen como alternativa a ME-O otorgándole el apoyo territorial que carece según los expertos concertacionistas.

La muy débil intención de las elites concertacionistas para realmente terminar con el binominal (que es más que terminar con la exclusión a la que alude el PC) solo puede explicarse porque, tanto en la Alianza como en la Concertación, quienes detentan el poder se sienten cómodos con el sistema porque -como siempre- la falta de competencia (en realidad debiera decirse falta de democracia) es vista con gran simpatía por quienes se benefician de la lógica excluyente. Chile necesita un sistema proporcional en que, además, la población se vea representada proporcionalmente tanto en sus ideas como en relación a la densidad poblacional. En Chile, un voto de un aysenino vale 40 veces más que el de un santiaguino, pero no le sirve ni a él ni a su Región sino, solamente, a los partidos que controlan el sistema binominal. Si la Región Metropolitana eligiese, por ejemplo, 10 senadores el PC no necesitaría hacer la extraña alianza que hoy tiene y que, por lo demás, no le asegura nada.

En definitiva,  quienes intentan descalificar a Marco Enríquez por ser beneficiario del descontento debiesen evaluar con mucho cuidado esto porque si hay segunda vuelta todos estos descontentos no reaccionarán ante el «llamado del candidato» porque eso creen hacerlo los partidos organizados y, no es lo que se le atribuye a ME-O. Dicho de otra manera, es la Concertación la que deberá ver como atrae esos votos que, ya no cabe duda, son absolutamente decisivos si Frei pasa a segunda vuelta.

Cualquiera sea el resultado electoral de primera vuelta, entre el 13 de diciembre y el 15 de enero tendrá que haber mucha altura de miras para conciliar las bondades del oficialismo y las razones del descontento. Toda reacción  destemplada que no contemple esta situación, por lo demás inédita, pavimenta las aspiraciones de la derecha. Recuérdese que el descontento (ME-O + Arrate) muy probablemente superará al oficialismo partidario de Frei.     

*Rafael Urriola es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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