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Muerte de un animal fuerte y hermoso

Esta falta de introspección sobre el propio obrar es uno de los factores que explica el estado de esclerosis al que arribó finalmente y la desolación del momento actual, cuando la merecida derrota sufrida el 17 de enero, ha traído aparejados no pocos actos impresentables.


La Concertación de Partidos por la Democracia, a partir de acuerdos programáticos de la oposición a la dictadura de Pinochet, concluyó que a éste sólo se le podía derrotar por la movilización social de multitudes hastiadas de la arbitrariedad y hegemonía de la dictadura y su proyecto, en el plebiscito del 88.

Resultaba emocionante ver entonces cómo los enemigos irreconciliables de antaño concurrían con su voluntad a apoyar un movimiento cívico que los convocaba a producir un cambio político y social en el país. Esto no habría sido posible unos cuantos años antes de no haberse realizado una autocrítica que permitió revisar los actos propios de cada uno de los actores políticos de entonces, reconociendo los errores que llevaron a la destrucción de la convivencia cívica en los 70’.

[cita]Esta falta de introspección sobre el propio obrar es uno de los factores que explica el estado de esclerosis al que arribó finalmente y la desolación del momento actual, cuando la merecida derrota sufrida el 17 de enero, ha traído aparejados no pocos actos impresentables.[/cita]

Esa lección de la revisión crítica nunca más se dio durante los gobiernos de la Concertación y fue reemplazada por la autocomplacencia y, aún más, por la soberbia a ratos lindante con el autoritarismo. Esta falta de introspección sobre el propio obrar es uno de los factores que explica el estado de esclerosis al que arribó finalmente y la desolación del momento actual, cuando la merecida derrota sufrida el 17 de enero, ha traído aparejados no pocos actos impresentables de difusión del caos – como entonces -, que no se condicen con lo que sucede en las calles, con el entusiasmo de muchos y la evidente tranquilidad de la ciudadanía frente a una democracia que persiste, esta vez jineteada por los antiguos adversarios.

La autocrítica a que nos referíamos precedentemente, significó que cada uno se miró al espejo de lo que había sido y que no debía volver a ser; importó dejar de lado proyectos excluyentes, disruptivos e intolerantes; acentuó la vinculación esencial entre esos actores sobre la base de una política de acuerdos y consociativa; se revalorizó la democracia procedimental tan cuestionada en los 60’ y 70’; llegando además a la evidente conclusión que no hay desarrollo social sin desarrollo económico; y, todo ello se hizo interpretando correctamente a un pueblo cansado del aplastante poder omnímodo de la dictadura.

El país se llenó de optimismo -como también ocurre hoy-, y los integrantes de esta alianza se abocaron a la reconstrucción democrática restañando las heridas del pasado y buscando dar cabida progresiva a las reivindicaciones y aspiraciones de la ciudadanía. En ese plano resulta necesario mencionar algunas de las políticas sociales que se impulsaron:

Frente al Plan Laboral de Pinochet tan cuestionado por los opositores a su gobierno, que implicó a juicio de muchos la completa desregulación de las relaciones de trabajo al punto de dejar a los trabajadores en el más completo desamparo frente al poder empresarial y a la precarización del empleo y sus condiciones, la Concertación opuso, con el acuerdo de sectores del empresariado, de los partidos políticos de la oposición surgida al retorno a la democracia, diversas leyes, como la 19.010, que modificó las condiciones del término de las relaciones de trabajo, estableciendo mayores protecciones e indemnizaciones a su conclusión.

Esa ley posteriormente incorporada al Código del Trabajo, estaba destinada a regular en forma más precisa las causales de despido y mejorar las condiciones del término, modificando los topes de indemnización por cada año de servicio desde 150 días a 330, es decir, con un tope de 11 años de servicio. Estas disposiciones fueron luego complementadas con otras normas orientadas a garantizar el pago de las cotizaciones previsionales, estableciendo sanciones significativas para los empleadores remisos a cumplir con esas exigencias legales básicas.

Del mismo modo, otras leyes laborales, buscaron proteger al mundo del trabajo y promover su desarrollo asociativo, como la Ley 19.069, que modificó la preceptiva sobre organizaciones sindicales y la negociación colectiva, facilitando la constitución de esas orgánicas y protegiendo sus autonomías, ampliando las materias propias de la contractualidad colectiva; favoreciendo además la sindicalización con el establecimiento del canon de negociación; mejorando las condiciones de ejercicio del derecho a huelga, incluyendo un piso para los beneficios si el empleador daba cumplimiento a determinadas obligaciones a cambio del incentivo para contratar reemplazantes; y, procurando una mejor protección de la libertad sindical y sus métodos de acción, como son las normas sobre prácticas antisindicales y desleales en la negociación colectiva.

En materia laboral, con todos sus defectos técnicos -que no han sido pocos -, las modificaciones legales introducidas por los sucesivos gobiernos de la Concertación con el apoyo expreso o tácito de la oposición, han contribuido a equilibrar relaciones de trabajo que en algún momento fueron abiertamente asimétricas. Lo mismo ha ocurrido en materias como protección a la maternidad, salas cuna, derecho a alimentar a los hijos menores de dos años, permisos por enfermedades y más recientemente en lo relativo a seguro de desempleo y las normas destinadas a eliminar diversas formas de discriminación laboral, tanto en el acceso al empleo como en la promoción dentro de éste. Muy destacable han sido los esfuerzos por establecer condiciones de igualdad entre hombres y mujeres, sobre la base del principio “a igual trabajo, igual remuneración”.

¡Qué decir! de lo ocurrido en materia procesal laboral, que hace posible que la justicia laboral pueda tener un desempeño rápido y eficaz, pasando de procedimientos ordinarios escritos y de larga tramitación a unos orales y de veloz expedición.

No se puede en este recuento dejar de enumerar iniciativas destinadas a mejorar el sistema de seguridad social, estableciendo incentivos para mejorar las condiciones de jubilación y pensión; y, más recientemente las pensiones solidarias y aquellas destinadas a dar una cobertura mínima a quienes no desempeñaron labores remuneradas fuera del hogar.

Con todas sus dificultades de aplicación, la garantía de las patologías AUGE, ha sido un avance, que requiere perfeccionamientos urgentes para hacer que los beneficios declarados tengan un correlato efectivo en la realidad.

Otro tanto se puede decir del perfeccionamiento de la judicatura penal, la que con más y con menos también ha constituido un progreso y ha establecido estándares de juzgamiento a la altura de los tiempos, más allá de sus defectos claramente manifestados y que son de público conocimiento y persistente crítica. A su turno, la reforma procesal de familia, lentamente por falta de recursos, ha derivado en una mejor protección de los niños y menores haciendo posible una protección crecientemente efectiva de la familia frente al abandono de uno o ambos progenitores y como control de daños frente a la fractura del afecto matrimonial o de pareja.

En materia de infraestructura vial y portuaria, Chile con la Concertación dio pasos agigantados, todo lo cual ha potenciado las posibilidades del país para la colocación de sus productos en el exterior, debiéndose sumar a ello la política de cielos abiertos con EE.UU. y la suscripción de tratados de libre comercio que han potenciado nuestro comercio exterior haciendo posible indispensables réditos económicos y posibilitando el empleo de numerosos compatriotas.

Todos estos logros y muchos otros imposibles de enumerar aquí, han hecho de Chile un nuevo país, con mejores perspectivas de desarrollo en el siglo XXI y condiciones de vida para nuestros connacionales, especialmente los más frágiles y desposeídos.

Esta correcta interpretación de los anhelos ciudadanos y el manejo prudente y razonable del mandato conferido por el pueblo, en un marco de gradualidad, que posibilitó el mencionado impulso modernizador desconocido en el siglo pasado y que ahora apreciamos, transformó a la Concertación en un animal fuerte y hermoso.

Pero, como toda construcción humana, el transcurso del tiempo comenzó a mostrar resquebrajaduras y erosiones en su cuerpo, que más que las naturalmente trae aparejadas su avance inexorable, son producto del estancamiento del entusiasmo y del impulso moral de sus integrantes y, como con los estragos del desamor, las ambiciones, la privatización particular de los proyectos políticos y el abuso del poder permitió que se instalaran a vivir en este conglomerado –de espaldas al pueblo -, prácticas moralmente tachables propias de castas sacerdotales que cercadas por su propia burbuja y autorreferencia, simplemente no se apercibieron o quizá no quisieron acoger la evidente necesidad de revisar críticamente el camino andado y efectuar una prospección sobre el futuro. El anquilosamiento y la autosatisfacción, llevó al desapego y del desapego al hastío, como un matrimonio mal avenido, que siguen juntos por los hijos, por las consecuencias sociales y económicas de la separación y el divorcio societario. Cuerpos unidos, almas separadas.

Ya vieja, la Concertación ha perdido su flexibilidad, su capacidad de reacción y, peor aún, sus posibilidades de anticipación frente a los desafíos del futuro; ya no es capaz de galopar sin quedar sin aliento, ya no puede ejercer liderazgo sobre la manada sin ser desafiada por ejemplares más jóvenes con ideas que como sus músculos están más tonificadas.

Para la Concertación ha llegado la senectud y deberá avistar a lo lejos como otros lideran la manada de cimarrones mientras se avecina la noche del invierno que caerá como un telón en este fatal, triste y solitario final.

La derrota sufrida en segunda vuelta electoral y la pérdida del poder ha sido el preludio de la muerte de un animal que alguna vez fue fuerte y hermoso.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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