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Machismo y misoginia en la era Bachelet

Salvador Muñoz
Por : Salvador Muñoz Cientista Político
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En la reciente elección presidencial no faltó quién le endosara la responsabilidad por la derrota concertacionista. La explicación que construyeron fue que no tuvo el liderazgo suficiente para ordenar a la Concertación detrás de Frei y que se preocupó más de su aprobación presidencial que del candidato de su coalición.


El machismo, la misoginia y la discriminación de género -rasgos definitorios de la sociedad chilena- se vieron reforzados en muchos sectores ante la llegada de la primera mujer a la presidencia de nuestro país.

Cuando Bachelet asomaba como posible candidata presidencial, no era la única mujer que se perfilaba en ese camino. De ahí que las comparaciones con Soledad Alvear, la otrora presidenciable, no se hicieran esperar. No faltó quién argumentara que Alvear poseía más trayectoria política y, en consecuencia, había forjado un carácter más afín a lo que se espera de un Jefe de Estado. En otras palabras, que a pesar de ser mujer, eso no significaba una desventaja política. Como Margaret Tatcher, Ángela Merkel o Condolezza Rice, ella sorteaba bien la dinámica política.

Bachelet, en cambio, no poseía esa vasta trayectoria partidaria o gubernamental. Su único mérito había sido desfilar un 19 de septiembre arriba de un tanque militar.

[cita]Si en verdad nos interesa hacer una política de calidad, ¿no corresponde evaluar a Bachelet por su gestión y trayectoria, y no por su personalidad, que probablemente no pasará de lo anecdótico en la historia nacional?[/cita]

Alvear reafirmaba los rasgos masculinos de su personalidad, mientras Bachelet resistía integrarse a esa dinámica, lo que le costaba el rechazo de todo el patriarcalismo nacional.

Cuando ganó la elección presidencial las críticas a su personalidad bajaron. Aunque no por mucho tiempo. El primer cambio de gabinete fue para muchos/as su primera derrota contra los partidos políticos de la Concertación. Las intenciones de impedir que nadie se repitiera el plato, de instaurar un gabinete paritario y de impulsar una democracia ciudadana, cedieron paso ante los protagonistas del cuarto gobierno de la Concertación. Todos/as conocemos el resultado.

Durante sus primeros dos años de mandato las críticas hacia el gobierno se centraron en su persona. Desde la Concertación hasta la Alianza se oían fuertes acusaciones por su mal manejo del conflicto pingüino, su carencia de carácter por decidir la implementación del Transantiago y su debilidad ante los partidos de gobierno por cambiar su voto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

De ahí que no faltaran quienes pedían que el ex Ministro Velasco llenara el vacío de poder que dejaba Bachelet. En un régimen patriarcal como el nuestro, era difícil esperar otra cosa.

En la reciente elección presidencial no faltó quién le endosara la responsabilidad por la derrota concertacionista. La explicación que construyeron fue que no tuvo el liderazgo suficiente para ordenar a la Concertación detrás de Frei y que se preocupó más de su aprobación presidencial que del candidato de su coalición. Puede ser plausible para explicar su tibio apoyo, pero como explicación de la derrota electoral peca de simplismo y complacencia.

Con el video de la ONEMI todas estas inculpaciones reflotaron. Su falta de liderazgo, la victimización de su persona cómo política comunicacional y su incapacidad para tomar decisiones difíciles son nuevamente los parámetros que buscan medir su capacidad política. Si habláramos de ella como persona podría compartir varias de estas valoraciones, pero intentamos hacer análisis político.

El análisis político no puede caer en la valoración personal de los/as gobernantes. Que algunos oportunistas hubieran capitalizado electoralmente la descalificación personal a, por ejemplo, los/as viejos, habla mal de nuestra política y de nuestros/as electores/as.

No podemos bajar a ese nivel, pues, como se pudo ver en la última elección presidencial, es sólo fecundo para política populista, vacía y liviana.

Las reacciones al video de la ONEMI, que muestra una supuesta “falta de liderazgo” e “incapacidad para tomar decisiones” de la ex presidenta Bachelet ante el pasado terremoto, grafican lo que ha sido el tratamiento constante que se le ha dado a esta mujer desde que era candidata presidencial. Si en verdad nos interesa hacer una política de calidad, ¿no corresponde evaluar a Bachelet por su gestión y trayectoria, y no por su personalidad, que probablemente no pasará de lo anecdótico en la historia nacional?

Pongamos en la báscula su gestión. Su política económica que profundizó las desigualdades, los retrocesos que se vieron en materia laboral y los resultados de sus políticas emblemáticas como la Ley General de Educación.

Y puestas así las cosas, ¿acaso no queda claro que Bachelet fue víctima de su gestión? ¿O la reacción de la clase política ante el video de la ONEMI no es un elocuente indicador de los significativos avances culturales logrados en materia de género durante los últimos cuatro años?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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