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Claroscuros y silencios de los anuncios en educación

Juan Eduardo García Huidobro
Por : Juan Eduardo García Huidobro Investigador del CIDE, Universidad Alberto Hurtado
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Mientras no se aborden con decisión los problemas de nuestra institucionalidad educativa, superando la municipalización y el financiamiento compartido, que consagran la desigualdad y la segmentación, que dividen las escuelas en establecimientos para pobres, para menos pobres y para quienes no lo son, hablar de “educación de calidad para todos” es metafórico y llama a engaño.


El tema educacional fue introducido por el Presidente Piñera con fuerza. Se nos invito a una “verdadera revolución en la generación de oportunidades, de progreso y bienestar” consistente en “darles a todos nuestros niños y jóvenes, en la educación municipal y privada subvencionada, cualquiera sea la condición económica de sus padres, una educación de calidad, que les permita ser verdaderos ciudadanos de la sociedad del conocimiento y la información”.

Si guiados por esta convocatoria, recorremos los diez frentes de acción abiertos nos encontramos con un panorama de muchos claroscuros y también de silencios.

Comenzando por los claros. Son varias y promisorias las iniciativas propuestas para mejorar la profesión docente, de modo que “Chile se sienta orgulloso de sus profesores” y que los más talentosos aspiren a enseñar. Se prepara un proyecto de nueva carrera docente; se estudia incentivos para que los mejores alumnos quieran ser profesores y se promete un trabajo en conjunto con las universidades para mejorar la formación y capacitación de los profesores. Se mantendrá la prueba Inicia y será obligatoria. Hay probablemente medidas que faltan, pero las presentadas son un buen punto de partida para construir una política fuerte y coherente de formación y perfeccionamiento docente.

[cita]Las preguntas no respondidas al respecto son muchas y serias.[/cita]

Por supuesto que la idea de duplicar la subvención educacional en ocho años, con énfasis en alumnos vulnerables, no puede sino ser mirada con gran interés. Pero acá las preguntas no respondidas al respecto son muchas y serias. Los fondos necesarios para dejar en régimen esta medida son altísimos (equivalen a subir en más de un 60% los ya importantes recursos de educación), no se explica de donde saldrán. ¿Qué parte de este esfuerzo se realizará en la actual administración?

Hay otro conjunto de medidas que insisten en mejorar la educación chilena aumentando los mecanismos de competencia, selección y de segmentación del sistema. En esta categoría cabe la muy difundida idea de los liceos de excelencia (15 para 2011). Esta propuesta habría sido interesante y democrática hace 50 o 60 años, cuando asistía a educación secundaria alrededor de un 10% de quienes debían llegar y había que crear más buenos liceos. Hoy sería una medida más para aumentar diferencias y condenar a muchos: estudian en la educación secundaria municipal aproximadamente 500 mil alumnos; supongamos que ubicamos a 100 mil en liceos de excelencia ¿qué se hará con los 400 mil estudiantes que quedan en liceos “no excelentes”, que además fueron privados de lo bueno que tenían: sus buenos estudiantes y sus buenos docentes? Presidente: “para mejorar la calidad y equidad de la educación no existen soluciones mágicas ni balas de plata”; no queda más remedio que hacerse cargo de toda la educación media de financiamiento estatal.

Varios otros anuncios van en un sentido semejante: aumentar incentivos e información para que aumente la competencia y mejore el sistema. Se trata de una orientación de política que se inició en 1988 y que ha sido en general poco eficaz. Por el lado de la información se promete que cada apoderada recibirá los resultados del SIMCE con un mapa con los resultados de su comuna. Se encuentra implícita la idea que los padres no mandan a sus hijos a mejores colegios porque no saben cuáles son; la realidad es otra: mayoritariamente los mejores colegios son los que cobran y seleccionan (o sea los que tienen alumnos de mejor nivel socioeconómico); la mayoría de las familias no mandan a sus hijos a esos colegios porque no pueden.

Este caudal de información servirá de poco y probablemente aumentará la estigmatización de los establecimientos que atienden a los más pobres y de sus profesores. Los premios e incentivos para aquellos alumnos, profesores y escuelas que logren mejorar notoriamente sus rendimientos tienen problemas semejantes: difícil atinarle, peligros de segmentación, aumento de la selección escolar sobre todo si se cumple la promesa de incluir a futuro los resultados por alumno.

Para explicitar un preocupante silencio, el Presidente anuncia un aumento de oportunidades y de educación de calidad para todos los estudiantes, cualquiera sea el sistema al que asistan y cualquiera sea la condición económica de sus padres. Para ello, como se señaló, ayudará con tener más recursos y mejores docentes, pero mientras no se aborden con decisión los problemas de nuestra institucionalidad educativa, superando la municipalización y el financiamiento compartido, que consagran la desigualdad y la segmentación, que dividen las escuelas en establecimientos para pobres, para menos pobres y para quienes no lo son, hablar de “educación de calidad para todos” es metafórico y llama a engaño.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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