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El eterno cumpleañero

Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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Como alguien dijo por ahí, “quiere ser cumpleañero en todos los cumpleaños”. Esto ya le trajo problemas en su mal evaluada visita a Pinto Durán antes que la selección partiera rumbo a Sudáfrica. El riesgo de repetir una chambonada es alto, tomando en cuenta que probablemente el DT argentino quiera restarse de un jolgorio cuyos fundamentos no comparte.


Se supone que la era de los triunfos morales había terminado. Pero escasos minutos después del pitazo final que sellaba nuestra despedida mundialista, el Presidente Piñera ya extendía invitaciones para felicitar a la selección nacional en La Moneda. Osé criticar el anuncio vía Twitter y me llovieron las descalificaciones: amargado, chaquetero, resentido. Yo estaría “tirando para abajo el esfuerzo de nuestros muchachos”.

Lo que resulta paradójico es que el espíritu que inunda el trabajo de Marcelo Bielsa (el que todos dicen admirar y seguir como un faro en la oscuridad) es justamente el rechazo del conformismo y la autocomplacencia. Es renunciar al aplauso fácil y al delirio exitista, es ponerse la vara cada vez más alta. Y en comparación a los resultados de la selección que disputó el Mundial de Francia ’98, no hay superación alguna. En dicha ocasión nos fuimos eliminados en los mismos octavos de final después de una goleada igualmente contundente que la recibida este lunes. Es cierto, esta vez ganamos dos partidos y en aquella ocasión ninguno. Pero ahora marcamos apenas tres goles contra cinco de entonces. Ok, esta generación juega siempre al ataque y se para de igual a igual frente a cualquiera. Toda la razón, pero también es un grupo que por su inmadurez abunda en la torpeza y la ansiedad (en cantidad de tarjetas disputamos la final). ¿Organizaremos un apoteósico desfile de bienvenida por cumplir ese designio maldito del “jugamos como nunca y perdimos como siempre”? No nos olvidemos que todos nuestros vecinos latinoamericanos ganaron sus respectivos grupos y están instalados en cuartos de final.

[cita]Si somos fieles al libreto que decimos seguir en esta verdadera nueva fase de ambiciosa chilenidad, entonces corresponde hacer una evaluación sin lugar a dudas positiva, pero sin caer en la exuberancia acrítica, ¡al menos no desde la autoridad![/cita]

Jean Beausejour, uno de los buenos elementos chilenos, declaró: “esperamos no estancarnos como ocurrió después de Francia ‘98”. Esa es justamente la actitud a adoptar, y para ello conviene alejar la tentación farandulesca, chabacana y chauvinista. Esa es la tentación que también debe alejar La Moneda en sus actuaciones públicas. Por las características de su personalidad, el Presidente siente un impulso visceral por participar de todas las fiestas y subirse a todos los carros de la victoria. Como alguien dijo por ahí, “quiere ser cumpleañero en todos los cumpleaños”. Esto ya le trajo problemas en su mal evaluada visita a Pinto Durán antes que la selección partiera rumbo a Sudáfrica. El riesgo de repetir una chambonada es alto, tomando en cuenta que probablemente el DT argentino quiera restarse de un jolgorio cuyos fundamentos no comparte.

No sólo Marcelo Ríos número uno del planeta o la dupla de oro Massú-González después de Atenas han sido agasajados en La Moneda. No a todos los Presidentes les toca ser cómplices de la gloria deportiva, por eso se amplía el radio a resultados no tan brillosos. Lo que debe entender el gobierno es que no es una obligación dirigir el trencito. Mientras los jugadores italianos son recibidos con insultos en el aeropuerto de Roma y el primer mandatario galo pide explicaciones por el desastre del combinado francés, nosotros nos vamos de distinción de Estado por haber sorteado con éxito apenas una etapa más que ellos. Me dirán que las expectativas son distintas, pero ¿no pensaba un 25% de los encuestados que Chile podía ser campeón? Ahora bien, si estamos alineados con la estrategia Festival de Viña (esa que últimamente reparte antorchas y gaviotas de diversas aleaciones a cualquiera que pone un pié en el escenario), entonces después no nos quejemos si nunca se alcanza la “excelencia” que predica el gobierno.

Entiendo que la emoción y la pasión nublan la razón. Que ser aguafiestas es el peor papel que se puede desempeñar. Sin embargo, si somos fieles al libreto que decimos seguir en esta verdadera nueva fase de ambiciosa chilenidad, entonces corresponde hacer una evaluación sin lugar a dudas positiva, pero sin caer en la exuberancia acrítica, ¡al menos no desde la autoridad! El mejor homenaje y reconocimiento que puede hacer la actual administración a la “Roja de Todos” es seguir trabajando en serio por políticas públicas deportivas que continúen alejando, en lugar de alimentando, el fantasma de los triunfos morales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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