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Universidades y res-publica

Gonzalo Rojas
Por : Gonzalo Rojas Profesor titular, P. Universidad Católica de Chile.
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Al fin de cuentas, es la vieja discusión por la res-publica, por la cosa pública. En nuestra óptica, a ella pertenecen tanto las acciones del Estado como las de todos los particulares cuando ponemos en juego nuestras capacidades ofreciendo bienes sociales valiosos. Entre ellos, qué duda cabe, la educación superior es uno importantísimo. Sócrates hizo educación pública; y también Platón y Aristóteles.


Es sorprendente la dificultad de algunos chilenos para entender lo que leen. Le ha sucedido también al profesor Juan Guillermo Tejeda respecto de mi columna «¿Universidades públicas? ¡Todas!», publicada el miércoles pasado en El Mercurio.

Partamos de la base que lo suyo ha sido sólo un problema de capacidad y no de mala voluntad. ¿Por qué?

Porque el profesor Tejeda supone que yo he hecho cinco afirmaciones que no están en mi columna.

1. Me acusa de haber atacado a la Universidad de Chile y a las universidades estatales. No hay una palabra al respecto en mi publicación.

2. Sostiene que he afirmado que lo privado es tan público como lo público. No: lo que he sugerido es que en algunos casos -respecto de las universidades- se usan mal las palabras privado y público.

3. Me imputa afirmar que las universidades públicas son públicas (sic). Dije otra cosa: que las universidades de propiedad estatal no son las únicas públicas.

[cita]Como está confundido en este punto, el profesor Tejeda no objeta una sola de las razones que se dan en mi columna para afirmar el carácter público de las Universidades y sólo se fija en la propiedad.[/cita]

4. Me adjudica el haber afirmado que las instituciones estatales no debieran contar con recursos del Estado. En ninguna parte he sostenido tal cosa.

5. Afirma que deseo que no haya universidades estatales. ¿Dónde? Eso no está ni en mi columna ni en mi pensamiento.

Pero el tema de fondo es otro. Es la determinación de la naturaleza de lo público. Una posibilidad -la que afirman los socialistas de todas las corrientes- es que esas dimensiones las determina el Estado y coinciden, además, con su propia acción. Para esa mentalidad, sólo es público lo estatal.

La otra -la que sostenemos los conservadores- es que somos las fuerzas vivas de una sociedad (personas individuales, instituciones: el público) quienes marcamos el espacio público y lo llenamos con nuestras iniciativas.

Al fin de cuentas, es la vieja discusión por la res-publica, por la cosa pública. En nuestra óptica, a ella pertenecen tanto las acciones del Estado como las de todos los particulares cuando ponemos en juego nuestras capacidades ofreciendo bienes sociales valiosos.

Entre ellos, qué duda cabe, la educación superior es uno importantísimo. Sócrates hizo educación pública; y también Platón y Aristóteles. Y obviamente no era la suya una actividad estatal; bien podría afirmarse que era iniciativa de privados

Según el profesor Tejeda, lo importante es la propiedad de las instituciones. No: las realidades se definen por su naturaleza, por su función; una parte menor de esa comprensión, es la propiedad. Una olla no se define como un recipiente de metal de Pedrito, sino como un utensilio para cocinar.

Por esa misma razón, también los museos, las fundaciones, las compañías de bomberos, las galerías de arte, los medios de comunicación, incluso los artistas individualmente considerados -aunque sean propietarios privados de una función- pueden legítimamente aspirar a recursos del Estado que les permitan desarrollar su tarea pública. Recuerde el profesor Tejeda, por ejemplo, el mismísimo Fondart.

Pero como está confundido en este punto, el profesor Tejeda no objeta una sola de las razones que se dan en mi columna para afirmar el carácter público de las Universidades y sólo se fija en la propiedad. A la discusión sobre los parámetros de lo público en lo universitario lo animo.

Sobre sus comentarios más personales, no me pronunciaré. El profesor Tejeda verá en su conciencia si corresponden a las buenas prácticas universitarias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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