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Sobre la ley de cuotas de música chilena en radios

Claudio Ruiz
Por : Claudio Ruiz Presidente de la ONG Derechos Digitales
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Otra vez Carlos Peña tiene razón. Parte relevante del argumento a favor del polémico proyecto de ley que se encuentra en el Congreso y que pretende obligar a las radios a programar a lo menos un 20% de música nacional, es profundamente conservadora y naturalista. Conservadora porque supone un valor especial a aquellas obras musicales que tienen la característica de ser chilenas; naturalista, porque pareciera que esas características de lo chileno estuvieran allí, delante de nuestros ojos, existieran independiente de nuestras reflexiones.

Además supone que lo que le faltara a los músicos en Chile es más difusión a través de las radios y no mejores condiciones en sus contratos discográficos, mejores lugares donde tocar y mayor difusión de sus obras. Dos ejemplos. Al día de hoy, el disco Boo-Boo del músico electrónico Francisco Pinto (Pueblo Nuevo, 2008) ha sido descargado más de 80.000 veces. ¿Cuántas veces necesitó Pinto ser tocado en las radios para dejar en ridículo el «disco de oro digital» que recibió Lucybell por sus 8.000 descargas? Hoy, buena parte de la historia musical de mitad de siglo XX en Chile se encuentra sin editar, música cuyos derechos están, en muchos casos, en manos de oscuros productores gracias a contratos que hoy nos harían sonrojar. ¿Y si quizás el problema no es la distribución radial sino el acceso a esas obras?

El proyecto supone, en añadido, que va a significar un empuje a la música nacional, cuando sabemos que ni aunque obligaran por ley a usar un 80% de música nacional tocarían una canción de Congelador en FM Hit o una de Pueblo Nuevo en Radio Carolina. No nos pisemos la capa entre superhéroes. Una ley como esta acrecentará la diferencia entre los que ganan más y los que ganan menos dentro de la precaria industria musical chilena. Más dinero para Alberto Plaza, el mismo para Lluvia Ácida.

Que no se me malinterprete. Cuando se trata de resolver deficiencias del mercado, como ciertamente existe en el caso de la difusión de música chilena en las radios, las cuotas no son a priori una mala idea. No es un misterio que las plantas gerenciales de nuestro concentrado mercado radial no se caracterizan por su empuje hacia la programación de música nacional (sea lo que sea que eso signifique). La pregunta que nadie se ha hecho, además de aquella a la que da respuesta Carlos Peña, es si es cierto que la deuda más urgente que tengamos en Chile para con nuestros músicos sea su distribución radial.

¿No será quizás un buen momento para dejar de pensar sólo en formas de recaudación -la evidente preocupación de la SCD- y darle una mirada también al acceso?

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