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¿Será mucho pedir sobriedad?

Pablo Larraín
Por : Pablo Larraín Economista, MSc en Finanzas.
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La imagen del Presidente agitando una bandera y coreando interminables ceacheís no le suma nada a él ni tampoco a los mineros y la incierta nueva vida que les viene por delante. No es fácil la contención en este caso, pero creo que vale largamente la pena, pues va a sentar en parte el tono del resto de la sociedad.


Todos entendemos la euforia general que se ha desatado con el inminente rescate de los mineros. Salvo algunos pocos que mantuvieron la esperanza en todo momento, la mayoría flaqueamos y estábamos preparados para que no hubiera sobrevivientes. Pocos días antes de ser encontrados, El Mercurio en primera página del suplemento Reportajes señalaba citando la opinión de expertos una probabilidad de 2% que estuvieran con vida. En otras palabras, estaban muertos.

Pasar de la desazón y de la idea de convertir a la mina en un santuario tal como se había hecho en Méjico, a estar a días que los treinta y tres puedan retomar sus vidas junto a sus familias explica con largueza el interés y apasionamiento con que el país ha seguido cada uno de los detalles del proceso. A esto se suma el hecho que el rescate ha pasado a ser una noticia global y sabemos cuánto nos importa lo que opinen de nosotros. Estuvimos y estaremos en todas las portadas de diarios y noticieros de todo el mundo por un hecho que combina el trabajo bien hecho y el temple de un grupo de chilenos, bálsamo para nuestros inseguros ojos y oídos.
Sin embargo, debemos estar conscientes que esta historia no termina el día que salen a la superficie. Hay toda una vida por delante para los mineros rescatados y como sociedad podemos ayudar a que esa vida sea mejor o peor. ¿Será mucho pedir sobriedad en lo que viene post rescate? Sí, esa misma sobriedad que han mostrado Golborne, Sougarret y los múltiples profesionales y técnicos que han trabajado silenciosa e incansablemente.

[cita] La imagen del Presidente agitando una bandera y coreando interminables ceacheís no le suma nada a él ni tampoco a los mineros y la incierta nueva vida que les viene por delante. No es fácil la contención en este caso, pero creo que vale largamente la pena, pues va a sentar en parte el tono del resto de la sociedad. [/cita]

Nuestra epopeya bicentenaria será mucho mejor si los mineros no son parte del jurado de ningún festival, si la muchacha con silicona de turno no se enamora perdida y súbitamente de uno de los rescatados, si los programas de televisión tratan con respeto a sus familias y no los transforman en íconos desechables que lloran y reciben regalos de canal en canal, si las grandes marcas deciden no utilizarlos como rostros de la próxima campaña. Es natural que haya múltiples reconocimientos a los mineros pero varios sabemos distinguir la sana valoración de un circo comercial.

En este proceso el gobierno también puede ayudar y de paso ayudarse. El haberse expuesto, invertido recursos sin medir gastos, organizado eficientemente un proceso de alta complejidad y el haber dispuesto recursos humanos de primer nivel, legítimamente le da derecho a cosechar el éxito del rescate. Pero como todo en la vida, hay límites. Nada sería peor para el gobierno que aparecer haciendo aprovechamiento político de los mineros rescatados. Si hay algo seguro es que la oposición lo va a acusar de ello por lo que debe ser especialmente delicado y sobrio en su actuar.

Si el Presidente está de gira en Europa, cuando se concrete el rescate, qué mejor para él y su prestigio internacional. Esté donde esté, nadie va a dudar que este ha sido un desafío en que se ha involucrado en forma personal. Lo único que puede mermar su éxito en este tema es la sobre exposición; la imagen del Presidente agitando una bandera y coreando interminables ceacheís no le suma nada a él ni tampoco a los mineros y la incierta nueva vida que les viene por delante. No es fácil la contención en este caso, pero creo que vale largamente la pena, pues va a sentar en parte el tono del resto de la sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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