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Muerte de Bin Laden: relaciones recambolescas y una guerra imposible con el terrorismo

Iván Auger
Por : Iván Auger Abogado y analista político
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El problema es que descabezar organizaciones terroristas, sin considerar las fronteras nacionales, como parece ser la estrategia de la fusión del espionaje con las acciones de comando, puede ser contraproducente, crear mártires, o insuficiente para eliminar al enemigo.


La desinformación es parte final y clave de toda operación encubierta. El objetivo es que todo enemigo potencial aprenda la lección equivocada, para evitar prevenciones defensivas. Y son ocultas por naturaleza la recolección de inteligencia, el espionaje de la CIA durante trece años tras Bin Laden, y la acción de comandos, ataques militares más allá de las líneas propias, en este caso desde Afganistán a Pakistán, por tropas especiales norteamericanas, que culminaron con la muerte del gran perseguido.

Por tanto, carece de sentido intentar descifrar como se ubicó a Bin Laden y como terminó su vida. Lo que en verdad importa es reconocer la relación rocambolesca entre EE.UU. y Pakistán y que la guerra contra el terrorismo carece de sentido.

Pakistán a la defensiva

Es increible que Pakistán ignorara que Bin Laden estuvo encerrado por años en una quinta de una ciudad guarnición y que desde hacía meses esa propiedad era vigilada por agentes de la CIA, y que sus militares, con cuarteles a menos de dos mil metros de distancia, no escucharan la llegada de helicópteros a medianoche, por muy silenciosos que fueran, el estruendoso aterrizaje forzoso de uno de ellos y el baleo que siguió, que un vecino transmitió por twitter desde la terraza de su casa, sin saber exactamente lo que pasaba.

No obstante, ello no significa que las autoridades pakistaníes cooperaran con los norteamericanos en la caza de Bin Laden o que a éste le dieran refugio explícito.

Pakistán, el país de los puros (musulmán suní), cuya capital es Islamabad (residencia del Islam), se siente amenazado y sitiado, en especial por la India, desde que ambos obtuvieron la independencia. Ese acontecimiento también fue doloroso, muchos quedaron en el lado equivocado de la frontera, hubo enfrentamientos sectarios y emigraciones masiva de hindúes y sikhs hacia la India y de musulmanes a Pakistán.

Siguió un conflicto bélico, e Islamabad perdió Cachemira, una región cuyo Marahajá hindú se adhirió a la India, a pesar de que la mayoría de la población era musulmana. Y en ese medio nacieron los primeros grupos militantes islámicos. En la tercera guerra con la India, una veintena de años más tarde, Pakistán oriental, hoy Bangladech, se escindió, e Islamabad responzabilizó a Nueva Delhi.

Afganistán, el vecino occidental, fue el único país que votó en contra del ingreso de Pakistán a la ONU, en razón de que conservaba el límite imperial británico, la línea Durand, que divide a los pachtunes, que son el 42% y los gobernantes de los afganos y el 15% y una minoría de los pakistaníes.

Pakistán intentó romper esa tenaza. Fue el primer país en reconocer a la China de Mao en 1950. Cinco años más tarde ingresó al CENTO, alianza antisoviética patrocinada por EE.UU., y que el Irán de los ayatolas disolvió en 1979.

La explosión del extremismo islámico en AfPak (Afganistán y Pakistán)

La invasión soviética de Afganistán en defensa de un gobierno aliado y laico, a fines de los 70, forjó una alianza entre Pakistán, Arabia Saudí y EE.UU. Apoyaron y armaron a siete grupos extremistas islámicos afganos que resistieron al régimen secular prosoviético, apoyados por voluntarios, llamados árabes afganos, el caldo de cultivo de los grupos radicales islamistas, entre ellos, Bin Laden. No fue la única vez que EE.UU. utilizó la religión en contra del comunismo ateo. Empero en este caso los muyahedines pasaron a ser combatientes por la libertad. Y se logró que Afganistán fuera el Vietnam de los soviéticos.

[cita]Los insurgentes iraquíes usan mapas de Google para sus emboscadas y colocación de minas terrestres en envases de Coca Cola. Y los 10 terroristas pakistaníes que atacaron Mumbai durante tres días el 2008, y dejaron 173 muertos y 208 heridos, utilizaron armas de fuego cortas, más celulares, blackberrys y ubicadores GPS para coordinarse.[/cita]

De inmediato los norteamericanos perdieron interés en la región, y vino el caos. Islamabad impuso el orden a través de los talibanes, estudiantes reclutados en las madrazas, escuelas islámicas, de refugiados afganos en Pakistán.

Con ellos reaparecieron los veteranos de la guerra contra la Unión Soviética, como Bin Laden. Y se formó Al Qaeda en 1998. Después de algunos atentados en contra del «enemigo lejano», occidente, Bin Laden reconoció y se vanaglioró de la autoría del más grande de la historia. En Nueva York transformó a rascacielos y aviones de pasajeros en armas de destrucción masiva.

Washington exigió la entrega de Bin Laden. El gobierno talibán se negó, y EE.UU. apoyó a grupos rebeldes con armas, inteligencia y sostén aéreo. Derrocó a ese gobierno e impuso uno corrupto y con un discurso antipakistaní.

Se inició la guerra más larga de la historia de Estados Unidos , mientras Al Qaeda se hizo invisible en AfPak. Los muyahedines utilizaron las armas que recibieron de los norteamericanos en el conflicto con los soviéticos.  Y la administración de Washington presionó a Islamabad para que cooperara en contra de los talibanes y para encontrar a los líderes de Al Qaeda.

Pakistán, en una danza rocambolesca

El gobierno pakistaní trató de compatibilizar dos intereses contradictorios. Por un parte, conservar el apoyo de Washington para enfrentar a la India. Y, por el otro, no provocar en Pakistán una revuelta popular desestabilizadora como reacción a esa cooperación, encabezada por grupos radicales islámicos, con los que aparatos del Estado tenían relación, incluso ideológica.

Para ello, dijo a Washington que cooperaría, pero solo lo hizo hasta cierto punto. Permitió santuarios de los talibanes afganos, con algunas límitaciones, en los llamados territorios tribales pakistaníes, habitados por pachtunes, y esa frontera siguió siendo porosa. Por lo demás, incluso en la época británica esas provincias fueron autónomas y el control fronterizo tenue.

Islamabad protestaba formalmente cuando objetos voladores a control remoto entraban en el espacio aéreo de esos territorios o efectuaban ataques quirúrgicos de misiles en ellos en contra de líderes talibanes. Simultáneamente, hizo la vista gorda respecto de los numerosos agentes de la CIA desplegados en el país, incluso en los alrededores de la parcela de Bin Laden.

Washington por cierto sabía esos límites, pero los prefería a la no cooperación. Y no quiere un levantamiento extremista en Pakistán, un país nuclear, y que es el mejor camino para abastecer a sus tropas en Afganistán, las otras opciones son Rusia e Irán. Y si decide retirarse, no desea que se repita la historia afgana post soviética, para lo cual necesita de la cooperación de todos los países limítrofes, muy en especial de Pakistán, además de Rusia, Irán y China.

Lo que parece que Washington no supuso fue que el límite de la cooperación pakistaní también excluía a Bin Laden. En este caso, si nos atenemos a los hechos gruesos, Islamabad miró para el lado, tanto la presencia, bastante invisible y aislada por lo demás, del líder de Al Qaeda en su país, como las operaciones encubiertas norteamericanas para descubrirlo y eliminarlo. En resumen, en este episodio, en el centro neurálgico de Pakistán, su Estado fue totalmente neutral.

¿Cómo será la relación norteamericana pakistaní en el futuro? Para decir lo menos, bastante incierta, pero la pelota está ahora en Washington. Obama, después de jugar para la galería con la muerte de Obama, mando a Islamabad a Kerry, presidente de la Comisión de Exteriores del Senado, y dentro de poco lo hará la secretaria Clinton

La nueva guerra

En un mundo con armas nucleares es imposible un conflicto bélico entre las potencias atómicas. Y la invasión de Kuwait por Iraq, seguida de la reconquista por una aplastante fuerza expedicionaria norteamericana, fue la última guerra convencional. Desde entonces, los enfrentamientos armados son por lo general asimétricos, en que una de las partes es un actor no estatal, es decir, combatientes irregulares, incluso ocasionales y a veces acciones individuales de terroristas.

Este nuevo tipo de guerra llevó a la administración Bush a sustituir la doctrina Powell, para quien todo despliegue de tropas en el extranjero debía ser arrolladora, por la de Rumsfel, quien sostuvo que al poner el énfasis en el poder aéreo y las bombas inteligentes se podía hacer más con menos. Debido a que también esa estrategia fracasó, con Obama hubo un incremento de las tropas en Irak, primero, y Afganistán, después, como preludio a un traspaso del esfuerzo bélico a las fuerzas armadas locales entrenadas por Washington.

El ciclo se cierra con las palabras del secretario de Defensa, Gates, quien hizo  carrera en la CIA: «cualquier futuro Secretario de Defensa que recomiende de nuevo al Presidente mandar un gran ejército terrestre a Asia, el Oriente medio o Africa debería hacerse examinar la cabeza». Hay que tener presente que la guerra en Afganistán es la más larga de la historia norteamericana, y que, junto con la persecusión de Bin Laden, le ha costado la vida de 6.000 soldados y más de un billón de dólares de los EE.UU.

Por ahora, sin embargo, si bien las tropas norteamericanas se han retirado de las ciudades iraquíes, sirven de apoyo y entrenamiento a las locales, en Afganistán hay todavía desplegados 140.000 soldados de la OTAN.

Sin embargo, cada día se utilizan más los comandos, el espionaje, los aparatos aéreos a control remoto (recolección de inteligencia y bombardeos quirúrgicos), satélites, misiles cruceros, etc., en especial en la frontera AfPak en contra de líderes talibanes. La eliminación de Bin Laden también se encuadra en la nueva estrategia. En todo caso, EE.UU. y la OTAN mantienen firmes las riendas, en vez de intentar evitar los agravios.

No hay luz al final del tunel

El problema es que descabezar organizaciones terroristas, sin considerar las fronteras nacionales, como parece ser la estrategia de la fusión del espionaje con las acciones de comando, puede ser contraproducente, crear mártires, o insuficiente para eliminar al enemigo. La muerte de Bin Laden, p.ej., no terminó con la violencia. Y todavía es demasiado temprano para saber si será un mártir para los jóvenes musulmanes.

Powell se lamentó en sus memorias de la personalización de los conflictos bélicos: «un Presidente tiene que unir al país tras sus políticas. Y cuando esa política es la guerra, es difícil levantar a la opinión pública con conceptos políticos. Un villano de carne y hueso es mucho mejor».

Al Qaeda, por la presión de las fuerzas de seguridad, es hoy más bien un conjunto de grupos autónomos, debido al aislamiento de sus líderes, como lo prueba el caso Bin Laden. Esas sucursales tienen escaso interés en la agenda mundial de los fundadores y su preocupación es el enemigo cercano, en su país. Y son ellas las que cuentan con suicidas, siempre motivados por agravios graves y venganzas familiares y tribales. En el caso del enemigo lejano también actúan bases locales, pero mucho más separadas del centro, sin más liderazgo, entrenamiento y financiamiento que el propio. Y los contactos son en clave, aunque pueden decifrarse, la informática ayuda a ambas partes.

Si bien es cierto que la fabricación de una «bomba sucia» requiere de financiamiento, conocimiento, materiales nucleares y organización, por lo que son más detectables, las tecnologías comerciales de doble uso permiten a grupúsculos, e incluso a individuos, efectuar atentados de importancia. Por ejemplo, el explosivo del auto bomba que estalló en el estacionamiento del World Trade Center en Nueva York, en 1993, fue una mezcla de fertilizante de jardín y combutible diesel que costó 400 dólares, y el auto fue arrendado.

Los insurgentes iraquíes usan mapas de Google para sus emboscadas y colocación de minas terrestres en envases de Coca Cola. Y los 10 terroristas pakistaníes que atacaron Mumbai durante tres días el 2008, y dejaron 173 muertos y 208 heridos, utilizaron armas de fuego cortas, más celulares, blackberrys y ubicadores GPS para coordinarse.

Conclusiones

Por ello, no se puede derrotar en una guerra al terrorismo, que es una táctica y un síntoma, sin enfrentar la fuente o la ideología, cualquiera sea la estrategia de contrainsurgencia. Se pueden minimizar las consecuencias, pero con medidas policiales más que militares.

Esforzarse para que la primavera árabe de frutos en todo el mundo musulmán es una buena idea para reducir y finalmente eliminar el terrorismo. Volver con mayor fuerza al olvidado diálogo ecuménico y repudiar con energía la islamofobia, también lo son. Y que los EE.UU. y la OTAN finalmente compartan las riendas de la seguridad mundial, sería un excelente broche de oro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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