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Dialogo resolutorio y no ruido de sables con Bolivia

Antonio Leal
Por : Antonio Leal Ex Presidente de la Cámara de Diputados, Director de Sociología y del Magister en Ciencia Política, U. Mayor. Miembro del directorio de TVN.
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Tenemos que entender a cabalidad que de la mediterraneidad emana un sentimiento de enclaustramiento que parece inmanente al ser boliviano e inmutable en el tiempo y que va mas allá de la relación de causalidad entre mediterraneidad y el subdesarrollo que ha sido esgrimida por la elite boliviana y que a mi juicio hoy carece de validez.


Sin duda se ha producido un rápido deterioro de la relación bilateral con Bolivia lo cual da cuenta de la profunda complejidad que ha marcado esta agenda bilateral por más de un siglo. Una muestra de ello es que nuestros países mantienen interrumpidas sus relaciones diplomáticas desde hace ya 33 años.

La situación se ha ulteriormente complejizado cuando el 23 de marzo pasado, el presidente Evo Morales anunció a su país “que luego de 132 años de diálogo con Chile, recurrirá a los tribunales y organismos internacionales demandando en derecho y en justicia una salida libre y soberana al océano pacifico”.

Esta sería la segunda vez en su historia que Bolivia busca a través de instancias internacionales, por la vía judicial, resolver su demanda marítima, dejando de lado la negociación directa con Chile. Bolivia ya intentó este camino el año 1920 y 1921 llevando a Chile a la Liga de las Naciones y pidiendo la revisión del Tratado de 1904. En aquella oportunidad la Liga de las Naciones se pronunció señalando que la demanda era inadmisible por carecer la Asamblea de facultades para modificar por si misma ningún Tratado y subrayó que su modificación solo era competencia de los estados firmantes del mismo.

[cita] Tenemos que entender a cabalidad que de la mediterraneidad emana un sentimiento de enclaustramiento que parece inmanente al ser boliviano e inmutable en el tiempo y que va mas allá de la relación de causalidad entre mediterraneidad y el subdesarrollo que ha sido esgrimida por la elite boliviana y que a mi juicio hoy carece de validez.[/cita]

Pero así como la historia nos muestra que Bolivia buscó sin resultados la judicialización de su demanda por la vía multilateral, la historia también nos muestra que ha habido en el pasado serios intentos de negociación bilateral que estuvieron muy cerca de lograr el objetivo de una salida al mar para Bolivia.

Ya en 1895 cuando se produce el Tratado de intercambio de territorios entre Chile y Bolivia, estuvo en la mesa la opción de Tacna, Arica e incluso Caleta Vitore como posibilidad de salida a Bolivia. En aquella oportunidad, el Congreso chileno aprobó el Tratado. Sin embargo, el Congreso boliviano rechazó este acuerdo.

También hay que recordar lo avanzado que estuvo la negociación de 1950 que impulsó el presidente González Videla que planteó en concreto una franja de 5 a 8 kilómetros, entre el mar y la frontera boliviana, a lo largo de la frontera con Perú. Uso por parte de Chile de las aguas del río Titicaca. Arriendo o traspaso a Bolivia de la franja del ferrocarril arica – la paz y la construcción de un ramal a un nuevo puerto boliviano.  Sin embargo, la difusión de estas propuestas impidió que se siguiera adelante con una negociación para la cual probablemente en Bolivia y en Chile no estaban suficientemente avanzados los aspectos subjetivos en la población.

Quince años después, en 1975, los generales Pinochet y Banzer se reunieron en Charaña, resolvieron reestablecer las relaciones diplomáticas e iniciar un diálogo.

El gobierno de Pinochet propuso a Bolivia  que Chile otorgaría una franja territorial soberana a Bolivia limitando en el norte con la línea de la concordia, en el sur con gallinazo, bordeando la carretera chileno boliviana, la cual permanecería en territorio chileno. Bolivia compensaría territorialmente a Chile con 2 mil a 3 mil kilómetros cuadrados por la superficie de tierra y mar cedida por chile. Además la zona seria desmilitarizada y Chile usaría la totalidad de las aguas del río Lauca.

Bolivia aceptó en general la propuesta, pidiendo revisar el tema del Lauca y discutir la compensación territorial. Sin embargo consultado Perú, en sujeción al Tratado de 1929, este planteó una formula distinta, de soberanía tripartita, que le permitía extender su soberanía sobre territorio chileno y que limitaba la soberanía exclusiva que Bolivia buscaba. Perú fue claramente una dificultad para avanzar en una solución en ese momento.

En los años posteriores, concretamente durante el gobierno del presidente Lagos, este reestableció negociaciones con el gobierno del presidente Banzer y planteó su disposición a otorgar una concesión gratuita por 50 años que podía extenderse a 700 hectáreas. En ella las empresas bolivianas podrían desarrollar actividades energéticas e industriales e instalar un puerto, al amparo del tratado de 1904 . Sin embargo, fallecido Banzer se detuvo nuevamente esta negociación por la falta de voluntad de los gobiernos de Quiroga y de Sánchez de Losada y se trabó absolutamente con la llegada al gobierno del Presidente Meza.

Como plantea en un acucioso estudio el ex Ministro Sergio Bitar se pueden sacar al menos tres lecciones importantes:  hay espacio, y debe haber una cuota de voluntad política y de imaginación, para buscar soluciones a este anhelo boliviano, el dialogo bilateral es el que ha creado la posibilidad de avanzar en al menos en dos o tres oportunidades en una solución concreta, en Bolivia no ha existido, hasta la llegada del presidente Evo Morales, una política sustentable para convenir una fórmula con Chile.

En otras palabras, el diálogo político bilateral,  nos ha acercado a soluciones. Denotando, contrariamente a lo que muchos pudieran sostener, que el gobierno de Chile en muchos momentos de su historia y siendo su gobierno del mas variado signo político,  ha expresado voluntad por buscar una solución a la aspiración marítima Bolivia.

De allí, la necesidad de que nuestros países, más que exacerbar una polémica, se den un espacio de tiempo para que el diálogo político bilateral ofrezca una salida concreta, concientes de que no ha sido ni es posible avanzar al mismo tiempo por los dos caminos que se difulcan: el del diálogo bilateral y el de la demanda internacional.

Ciertamente no es el “ruido de sables” el camino para reiniciar el diálogo, sino la comprensión de que ambos países necesitan para su desarrollo de integración económica y política y que para ello Chile debe abordar la demanda marítima boliviana y formular una propuesta que permita salir de la parálisis en que actualmente se encuentran las relaciones entre ambos países.

Colocar el tema de la soberanía como condición infranqueable para una solución por parte de Bolivia y alegar la absoluta intangibilidad del Tratado por parte de Chile, es seguir mirando el problema con la lógica del siglo XIX y no con una lógica de integración del siglo XXI, donde la globalización cambia el significado de los parámetros territoriales actualmente en discusión.

Hay un conjunto de criterios que me parecen evidentes de tener presente a la hora de enmarcar la relación con Bolivia, la de ayer, la de hoy y la que podemos concordar para el futuro:

Primero. Chile históricamente ha hecho del respeto y vigencia de sus tratados internacionales una piedra angular de su accionar en el plano de su relaciones internacionales, y esta ha sido una tradición que ha persistido a lo largo de los años en gobiernos de variado signo.

Segundo. Chile no tiene temas pendientes con ningún país vecino. Y están plenamente vigentes los Tratados que definen nuestra relación tanto con argentina, Perú como Bolivia.

Tercero. No tener temas pendientes no es sinónimo de no tener problemas y de manera particular en nuestras fronteras del norte. Es evidente que el Tratado de 1904 con Bolivia no ha logrado generar una dinámica de cooperación e integración que nos permita superar los conflictos.

Tenemos que entender a cabalidad que de la mediterraneidad emana un sentimiento de enclaustramiento que parece inmanente al ser boliviano e inmutable en el tiempo y que va mas allá de la relación de causalidad entre mediterraneidad y el subdesarrollo que ha sido esgrimida por la elite boliviana y que a mi juicio hoy carece de validez. Pero va más allá de ella. Está en la identidad.

Cuarto. Esta situación, donde prima la desconfianza, el recelo por sobre la cooperación, hace que no podamos ignorar que mas allá de la verdad jurídica indiscutida de Chile, vivimos con una realidad que esta afectando y puede afectar mas aun nuestras opciones de desarrollo.

Quinto. Si Chile ha buscado en los últimos años de manera persistente convertirse en una plataforma de comercio, servicio e inversiones que sirva de bisagra entre nuestra región y el Asia pacifico, esta situación de inestabilidad en el norte de chile, condiciona de manera importante esta estrategia de inserción que buscamos.

Sexto. Chile de manera creciente, mas allá de la legitimidad de sus títulos, esta siendo visto por países de la región y algunos países desarrollados, como un  país que producto de sus éxitos debería generar una política de integración mas profunda y generosa con su entorno vecinal, y en particular con Bolivia.

Séptimo. El status quo de hoy no es una posición inteligente para los intereses de Chile. Debemos hacer ver a nuestra opinión pública que Chile puede ser favorecido en sus opciones de desarrollo, de allí que sea necesario concordar con Bolivia los términos de una negociación de mutua conveniencia.

Octavo. La política de Chile ha buscado en varios momentos de su historia una solución al “enclaustramiento boliviano”.  Ha habido soluciones que consideraron soberanía (como fue Charaña con el corredor) y otras sin soberanía, como la opción de un enclave.

Noveno. Si consideramos una opción al norte de Arica con soberanía, necesariamente tendrá que ser con compensación territorial. Ningún gobernante en Chile estará dispuesto por propia voluntad a perder territorio. De allí que debemos entender que existe un abanico a explorar y no solo una solución.

Décimo.  Debemos actuar sobre la premisa básica de que la búsqueda de una solución satisfactoria es un buen objetivo no solo para Bolivia sino que también para Chile y sobre todo para las múltiples opciones de desarrollo que se pueden viabilizar en  nuestro norte grande.

El norte de Chile es una zona que requiere urgentemente integración. En tiempos de globalización, cuando se sobrepasan fronteras, estas no pueden seguir siendo una barrera. Chile y Bolivia tienen mucho que ganar con un acuerdo. Nosotros ampliamos nuestra seguridad, podemos concretar una beneficiosa integración energética e hídrica que abarataría costos a la economía y a los usuarios y permitiría tener una matriz de generación más limpia ambientalmente y, sin duda, se ampliarían las inversiones chilenas en Bolivia y las bolivianas en Chile.

La integración es el gran objetivo para nuestro desarrollo y estamos convencidos que solo la reconstrucción de las confianzas, que se han deteriorado gravemente en estas últimas semanas, y la utilización plena del  diálogo bilateral puede llevar a cumplir este objetivo para el cual hay hoy mas condiciones subjetivas en la población y en la élite política en Chile y mayor estabilidad y gobernabilidad que en el pasado en Bolivia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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