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Colusión dañina, antigua e impune

Comparada con la colusión de los políticos para protegerse de la competencia en la conquista del mercado del poder, la supuesta colusión de tres empresas productoras de pollos no es ni siquiera un pecado venial. Pero los políticos les han hecho un escándalo. ¿Y quién se los hace a ellos, por la colusión oligopólica que han discurrido para protegerse de la competencia?


Se acusó a tres firmas productoras de pollos de haber acordado cuotas de producción. Los políticos, por unanimidad, y su megáfono, la prensa, las crucificaron ante la opinión pública. Se las acusaba de un crimen atroz: conspirar contra la libre competencia.

Pero si usted quiere criar pollos y venderlos, puede hacerlo libremente. Si usted quiere fundar una empresa productora de pollos, también puede hacerlo. Lo mismo si usted quiere importarlos. Es decir, es un mercado abiertamente desafiable, donde, aunque haya colusión, hay amplia competencia. Aunque tres grandes firmas se pongan de acuerdo en cuotas de producción, nunca podrán subir los precios tanto como para que usted prefiera entrar en el negocio o importar aves.

Bien, ahora suponga que el caso no fuera ése. Suponga que a usted le formularan muchas más exigencias que a Ariztía, Superpollo y Don Pollo, para criar aves. Y también suponga que a sus pollos los gravaran con un impuesto a la venta muy superior al que grava a los de esas tres firmas. Por ejemplo, si al suyo lo gravaran con un IVA del 50 por ciento y al de ellas con uno de 20 por ciento. Usted no tendría caso y ellas estarían protegidas de toda competencia. Podrían subir mucho sus precios, en tanto que usted quebraría. Simplemente, quedaría fuera del negocio porque el Estado le impediría competir. Sería intolerable. ¿Se imagina qué dirían los políticos en ese caso, si en el que se ha presentado, pese al supuesto acuerdo de las firmas, hay amplia competencia, han hecho un escándalo?

Ahora examinemos otro mercado, el de la política. En él operan ciertas empresas que se llaman «partidos políticos». Compiten entre sí por obtener ganancias, que se llaman «votos», gracias a los cuales conquistan poder para mandar a los ciudadanos y gozar de empleos muy bien remunerados. Un parlamentario gana treinta veces más que un obrero, es decir, esa desigualdad es mayor que la que en promedio hay en Chile, y de la cual hablan muchos de los propios parlamentarios. Los políticos están en la cúpula de la riqueza nacional, gracias a que tienen votos, administran el Estado y se quedan con los cargos mejor rentados del país. Pues, en general, a igual función, los cargos públicos son mejor rentados que los empleos privados.

Y esas empresas, llamadas «partidos políticos», son libres de coludirse entre sí. Forman Concertaciones, Alianzas y Coaliciones. Si usted, como emprendedor independiente en el mercado de los pollos puede, al menos, criarlos y ofrecerlos al público, en el mercado político no puede siquiera participar. No puede instar por obtener votos y competir con los partidos. Ellos se presentan en las elecciones con sólo llevar sus listas de candidatos al Registro Electoral. Pero a usted éste le exige miles de firmas para ser candidato. Su única posibilidad es entrar a un partido.

Y, además, estas empresas coludidas impunemente están protegidas por la ley. Los «partidos políticos», a la hora de obtener las ganancias (los votos), se quedan con todos los cargos públicos y parlamentarios, porque forman listas y pactos y pueden sumar todos los sufragios de sus candidatos para alcanzar la «cifra repartidora» que les permite elegir concejales y parlamentarios. Y, todavía más encima, para esas elecciones, y también para las presidenciales y de alcaldes, el Estado les da mucho dinero. Mientras, a usted, independiente, no sólo no le da nada… ni siquiera lo deja inscribirse, porque le exige reunir miles de firmas para ser candidato (centenares de miles para serlo a Presidente). Y, además, las empresas-partidos coludidos se han protegido de tal manera que a usted y a otros candidatos independientes, que pudieran haber pasado la barrera de los miles de firmas, después no les permiten formar listas y sumar sus votos, como lo hacen ellos. De manera que es virtualmente imposible que usted u otro emprendedor independiente alcance la «cifra repartidora» y sea elegido. El de los partidos políticos es un oligopolio «indesafiable».

Y eso que la Constitución dice que las leyes electorales no les darán preferencia alguna a los partidos por sobre los independientes. Pero como los que han hecho esas leyes han terminado siendo los partidos, se han autoatribuido todas las ventajas. Se han reído de esa norma constitucional.

Y ahora los oligopolistas de la política se aprestan a consagrar todavía otra barrera para impedirles a los emprendedores independientes competir: exigirán primarias previas a las elecciones. Es decir, ya no sólo les ponen obstáculos para ser candidatos y se autoatribuyen ventajas para poder sumar votos de lista y ganar así las elecciones, sino que ahora crearán otra barrera previa, que hará imposible llegar a ser candidato independiente, porque los partidos van a administrar las primarias.

Comparada con la colusión de los políticos para protegerse de la competencia en la conquista del mercado del poder, la supuesta colusión de tres empresas productoras de pollos no es ni siquiera un pecado venial. Pero los políticos les han hecho un escándalo. ¿Y quién se los hace a ellos, por la colusión oligopólica que han discurrido para protegerse de la competencia? Nadie. Esa colusión es mucho más dañina que las de cualesquiera otros productores del mercado. Y se ha fraguado para mantener un reparto del poder para manejar las vidas de los chilenos y disfrutar ventajosamente de los impuestos que ellos pagan. Y es antigua y permanece impune. Las protestas contra el sistema binominal, a título de que impide un mayor pluralismo político, son sólo una mota por comparación con el baldón que representan los privilegios consagrados por la colusión de los políticos.

Esa es la más antigus y más impune que existe en el país, pero nadie habla de ella.

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