Por el valor estratégico de su propio territorio para todo Occidente y sus aliados, incluido el Estrecho de Ormuz, Irán tiene más que claro que los Estados Unidos no irán a una aventura bélica que implique entregar márgenes de maniobra al régimen iraní ni prolongar un conflicto militar en esa zona.
Hoy, las principales capitales del mundo, aquellas pertenecientes a la “comunidad de potencias” están mirando, escuchando, leyendo, analizando y planificando los escenarios diplomáticos y bélicos en el Estrecho de Ormuz. Irán ha mostrado algunos de sus dientes a Europa y Norteamérica, también a algunas potencias del Medio Oriente, incluido Israel. Teherán advirtió a la Quinta Flota de los EE.UU de no regresar a la zona del estrecho. No se trata de un casus belli, pero hacia allá se dirigía. En términos declaratorios, la idea es dejar entrever una amenaza militar, sin señalarlo directamente. Los EE.UU. por su lado establecieron claramente que sus plataformas navales volverán a cruzar el estrecho, el Derecho Internacional les ampara, según ellos. No quisieron recordar que sus capacidades militares también.
Irán, con sus maniobras en aguas del Golfo Pérsico, y la demostración de sus capacidades misilisticas, no buscaban amenazar a los EE.UU., están consientes que la potencia norteamericana posee la voluntad y la disposición, además de las capacidades, para poner de rodillas al régimen, y sus fuerzas armadas, incluida la Guardia Revolucionaria. No. Su mensaje disuasivo y persuasivo estaba dirigido hacia los países europeos, aquellos que viven hoy una crisis económica y financiera como pocas veces antes experimentados, y que no desean ver un alza en el precio del petróleo. No ahora. Las amenazas veladas se dirigían hacia China, principal importador del crudo iraní. También hacia algunos países árabes, como Arabia saudita, los Emiratos Árabes Unidos. Omán y Bahréin. Todos, aliados naturales de la Casa Blanca. Irán busca, por medio de esta estrategia “hacia adelante” como se califica en términos académicos, generar las condiciones para que los EE.UU se vean presionados por las capitales de dichos países a fin que deseche cualquier intento por impedir, manu militari, alcanzar el estatus de potencia nuclear.
Teherán sabe que la apuesta es arriesgada. Por el valor estratégico de su propio territorio para todo Occidente y sus aliados, incluido el Estrecho de Ormuz, Irán tiene más que claro que los Estados Unidos no irán a una aventura bélica que implique entregar márgenes de maniobra al régimen iraní ni prolongar un conflicto militar en esa zona.
El estratagema iraní se materializa en momentos en que los EE.UU están buscando zafarse de Afganistán, después de haberlo hecho de Iraq, pero en momentos en que en la Península Coreana, el Régimen de Pyongyang, debuta una fase de acomodamiento de su nuevo y jover líder, Kim Jong-un. Una fase compleja y que invitaría a actos de inestabilidad político-militar con su vecinal Corea del Sur. Teherán seguramente ha evaluado el difícil escenario internacional con el cual deben lidiar Washington, sin olvidar que se encuentran en plena fase pre electoral.
No obstante lo anterior, el régimen de Mahmud Ahmadineyad, olvida que la compleja situación económica de los EE.UU., la perdida de credibilidad exterior como líder mundial por parte de los Estados Unidos y las criticas en este mismo sentido de algunos candidatos republicanos en contra del mandatario Obama, podrían terminar por estimular y gatillar que la Casa Blanca y el Pentágono decidan caer sobre Teherán. Israel solo observa, en silencio, esperando las horas para que su principal amenaza caiga por su propio peso.