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CONTRA LAS RABIAS QUE INCENDIAN CHILE

Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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Quedé atrapado en medio de los incendios del Bío-Bío en mi primera visita “larga” a en dos años. Pregunté por el origen de los incendios y todos sospechan de todos: “trabajadores despedidos”, “los dueños de helicópteros a los que les pagan millonadas en casos extremos”, “muchachos locos”, “ para cobrar seguros”, “los mapuches que quieren recuperar tierras”.

Hace muchos años, el  médico y poeta mapuche Elicura Chihuailaf, al cantar el trino de veintena de pájaros de los bosques del sur, de la Tenca al Tutuquere (el búho), susurró en la Casa de la Cultura de Rancagua: “somos gente del bosque, necesitamos la diversidad del bosque y su silencio que habla”.

Por cierto, ese bosque no es la mancha uniforme de pinos y eucaliptus que ya llegó a los pies de Temuco y a la orilla del mar. En la pequeña caleta de Cocholgue en Tomé, junto a la devorada Dichato donde la gente habla del terremoto como algo que ocurrió hace pocas horas, se encontraba hace pocos años con selvas de copihues a las sombras de bosques de boldos. La mancha ácida de eucaliptus ha llegado y secado los boldos, los copihues se extinguen. Un pescador espeta y está enojado: “queda poco marisco, no hay congrio…no están los copihues rojos y blancos”.

Los teóricos del desarrollo defienden las plantaciones porque inhiben mayor presión sobre el bosque nativo. Pero en Chile no se dejaron los corredores verdes y nativos hacia los cerros- sólo perviven los parques en la Alta Cordillera. Falta consenso social y ambiental, y la rabia incendia.

Hay razones políticas. Chile no da poder relevante a los mapuches ni tampoco elige gobiernos regionales. Los intendentes siguen siendo deslavados informantes policiacos al Ministerio del Interior. No representa a los que habitan el territorio, no busca promover un diálogo para desentrañar las rabias y buscar los pactos sociales sustanciales.

Como hace dos siglos y medio, la estrategia del poder es dividir a los mapuches en los violentistas y los “indios amigos”, aquellos que además votan en su mayoría por la derecha, con quienes se tiene una visión paternalista y folklorista. Pero no resultó. No hubo paz. La Monarquía debió negociar y a fines del siglo XVIII en el Parlamento de Negrete se reconoció poder, fronteras, hubo un pacto. Ahora no hay nada. El binominal no permite presencia de fuerzas políticas regionales-indígenas. La anomalía política homogeniza y excluye, como la mancha de pino radiata.

En Rancagua un empresario local me confesó su decepción con el Gobierno y los sindicatos del Cobre: “les volvieron a dar catorce millones de pesos a los trabajadores de CODELCO entre bonos de términos de conflicto, préstamos y regalías, incendiando a los contratistas que volvieron a la violencia y el paro para recibir un mísero bono. Las diferencias son abismantes y la rabia sigue acumulándose. Hay que emparejar para abajo”.

La factura social se mantiene. En el pasado los sindicatos pelearon por terminar con la odiosa diferenciación entre obreros y empledos, luchando juntos por universalizar beneficios. Ahora se mantiene el aparthied social.

Eduardo Yentzen, el aún joven ex director de La Bicicleta y fundador de la Revista Búsquedas, recuerda la carga de rabia que explota en Chile en graves crisis cada cierto tiempo: las luchas entre O’Higgins y Carrera(1818), la  masacre de  federalistas y pipiolos por los pelucones-portalianos (1830), las guerras civiles liberales-regionalistas de 1851 y 1859, la violencia contra la Araucanía y la Guerra del Pacífico, la muerte de Balmaceda (1891), las matanzas obreras de comienzos del siglo XX, la crisis de 1924 y 1931, la persecución de los comunistas en 1948, el golpe del 73…la la conflictividad en la última década.

Gabriel Salazar lidera los historiadores que diferencian la violencia asesina de la violencia social que explota de diferentes formas (tomas, huelgas, invasiones de terrenos, protestas, motines) en el país que no ha construido nunca un consenso social amplio, y que ha dejado a los excluidos el  camino de la calle y el humo para “transformar”. Por eso, como muchos,  pide poder constituyente para fundar una República de mayor consenso, participativa, regionalista, sin miedo. Lo han pedido muchos, una y otra vez. Se hizo una comisión pro reformas en el Congreso, quedó en un documento aprobado en general (2009).

En los blogs regionalistas se suman los comentarios agrios sobre la opulencia, los nuevos parques, las nuevas redes de metro y los mega centro culturales en Santiago, mientras Calama bosteza, los barrios populares de provincia se queman al sol y sus museos sobreviven en la miseria, claro con la excepción de la gran fiesta “santiaguina” en Valparaíso para fin de año.

El alma de Chile está infectada de odio. Hay miedo  y no reconocimiento. Los distintos incendios son imparables. La respuesta es obvia; consenso social y político, negociación dura, reforma tributaria, cambio político sustancial. Una hora es que se pueda bajar el hacha, la deconstrucción y la crítica, para que sea posible hilvanar acuerdos reales- como el que nunca llegó en educación-, donde los líderes que articulen y escuchen aparezcan. Por cierto, de Perogrullo, los que detentan el poder tienen más responsabilidad. Eso es lo que no entiende la UDI y cree que el país está bien, por el irreal crecimiento del PIB de la mano del boom minero del último lustro (engañoso a todas luces, en USA y Europa se mide el promedio salarial como señal de desarrollo). El espejismo de la jaula de cristal en Las Condes-Vitacura, la boba idea de que la estabilidad de la Constitución del 80: “ que se jodan los comunachos, la educación subvencionada es mayoritaria y el sector público no sirve de nada… que Piñera se deje de abrir la puerta a cambios políticos”.

Los señores del “tate quieto” son los principales violentista, los incitadores del odio y los bomberos locos que incendian Chile. Cambiar el binominal, elegir gobiernos regionales, mayor igualdad social, giro ambiental, nueva Constitución, política sin miedo, parecen ser el camino (im) posible. Pero como nos criticó alguien: “usted es otro  más que escribe líricas irrealistas”. Si es así, seguiremos contando incendios  en los confines del mundo y no daremos el paso amable a una nueva era.

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