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Precht: el saltimbanqui de la antisátira Opinión

Precht: el saltimbanqui de la antisátira

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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El caso Precht, como pocos, confronta nuestra sociedad con la disyuntiva de enfrentar a quien se encuentra en una situación de poder y, además, posee una imagen de hombre “admirable”. Es en ese caso, donde el papel de la potencial víctima se hace más difícil.


El saltimbanqui es un personaje que no sólo hace reír sino que por medio de la sátira y la burla busca desnudar las injusticias de los poderosos. Así los describe el nobel de literatura Darío Fo en una entrevista del 2007. A juicio de Fo, el humor tiene algo intrínsecamente molesto hacia aquel que se encuentra en una situación de privilegio, inclusive si es un demócrata.

Víctor Hugo ya vio en la figura del “Hombre que Ríe” una forma de denuncia de los oprimidos hacia los poderosos y opulentos.

Lo que el mismo autor de Los Miserables tuvo claro es que hay situaciones que son representables y permiten la sátira, otras no lo son. Éstas últimas son espacio de la tragedia.

¿Puede ser parte de lo “burlesco” el caso Precht? Al menos, el principal acusado ha tratado de hacer gala de cierta tendencia a la humoresca. ¿De qué otra forma se puede entender su frase de estar dispuesto a “recibir algún tirón de orejas, que Dios me pueda mandar”?

Cuando alguien ha ejercido, como él, puestos de poder, respetabilidad social y existen acusaciones que la misma institución a la cual pertenece considera verosímiles, la cuestión es muy distinta. Considerando que la Iglesia no se caracteriza por ser liviana en acusar a los suyos, y los hechos imputados son de graves abusos y traición a la confianza, no existe espacio para la sátira, el humor toma la forma de prepotencia.

[cita]Cuando una sociedad tiene un ordenamiento como deseable, por ejemplo respetar los derechos humanos, y alguien simboliza en parte esa pretensión, adquiere un poder que no lo da cargo electo alguno ni la riqueza material: se apodera de la retórica de lo que es “ser bueno y ejemplar”. Eso diferencia de modo radical a las víctimas de Karadima con los denunciantes de Precht. El primero era para muchos un sujeto intrínsecamente antipático, el otro un modelo a seguir.[/cita]

El caso Precht, como pocos, confronta nuestra sociedad con la disyuntiva de enfrentar a quién se encuentra en una situación de poder y, además, posee una imagen de hombre “admirable”. Es en ese caso, donde el papel de la potencial víctima se hace más difícil.

Cuando una sociedad tiene un ordenamiento como deseable, por ejemplo respetar los derechos humanos, y alguien simboliza en parte esa pretensión, adquiere un poder que no lo da cargo electo alguno ni la riqueza material: se apodera de la retórica de lo que es “ser bueno y ejemplar”. Eso diferencia de modo radical a las víctimas de Karadima con los denunciantes de Precht. El primero era para muchos un sujeto intrínsecamente antipático, el otro un modelo a seguir.

Por eso, es muy fácil en esos casos transformar en verdadero lumpen al denunciante.

Como bien señalara otro nobel y genio de la sátira, Heinrich Böll, quien junto a Fo figuró en el Index librorum prohibitorum et expurgatorum de “autores y obras no recomendados” por la Iglesia, en su obra Opiniones de un Payaso, la hipocresía es un elemento central de la influencia y el poder.

En esa obra, el contraste no es entre quiénes pueden defender los derechos humanos y a la vez abusar de quienes depositan su confianza en ellos, sino un clero que predica la pobreza mientras vive en la riqueza.

Esas contradicciones, cuando son denunciadas desde la perspectiva de las víctimas pueden ser parte de la sátira. Cuando se muestran desde la óptica de quien ostenta el poder, sólo lo es de la tragedia.

En ese caso, el humor debe callar y dar paso a la ruptura de la hipocresía que ha sustentado una doble vida.

En la obra de Böll, su protagonista, el payaso Schnier, un hombre caído en desgracia económica, profesional y sentimental, se le niega toda ayuda, es juzgado como “un pecador y fracasado”. El escritor alemán trata de mostrar a través de los distintos caracteres una Iglesia que a su parecer ha perdido su fuerza inicial y es dominada por la forma y el dogma, marginalizando la verdadera preocupación por el otro.

La Iglesia hace bien y da un paso fundamental con el papa Benedicto XVI de develar las situaciones de abuso y violencia sexual que existen en su interior. Lo curioso es que muchos de los que reaccionan defensivamente en estos casos, son justamente católicos. ¿No sería el caso de sumarse a la nueva política del Sumo Pontífice?

En muchas de esas reacciones se dejan ver los personajes de Opiniones de un Payaso. Lo que sí parece inaceptable, es tratar de introducir la sátira donde sólo hay tragedia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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