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Chateau versus Peña: gana Chateau Opinión

Chateau versus Peña: gana Chateau

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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No es aventurado suponer que de enfrentarse electoralmente los valores del instructivo representados en un general Chateau y los del ilustrado Peña, éste último perdería.


Carlos Peña, en su última columna dominical (reproducida en parte por este medio) indica lo antidemocrático del instructivo del Ejército donde se discrimina a pobres, gays, ciertos credos, entre otros. Toda la razón Peña.

En lo que podría estar equivocado es en creer que esos valores que el identifica con nuestra Comunidad Política son mayoritarios.

Por ejemplo, en la última encuesta CEP un porcentaje no bajo de la población concuerda con el carácter de “moralmente reprochables” de los pobres: serían flojos (37%), viciosos y alcohólicos un no despreciable 28%.

Por otro lado, basta ver las conductas y opiniones de “posteadores” en medios de prensa para verificar que la homofobia sigue presente en nuestra sociedad y es transversal. No hay diferencia ni de clase ni ideológica.

De igual forma la encuesta sobre discriminación a extranjeros dada a conocer por Fundación América Solidaria y Fundación Superación de la Pobreza, nos muestra la presencia de una xenofobia cultural, especialmente dirigida hacia algunos de nuestros vecinos.

Los delirios racistas de un Nicolás Palacios y su Raza Chilena todavía perduran en cierto imaginario colectivo.

[cita]Si dependiese de las mayorías, seguramente espectáculos sangrientos de riñas de animales seguirían existiendo en muchas de las sociedades consideradas “civilizadas”. El instructivo militar es un recordatorio de que la revolución ilustrada tiene tareas por hacer en nuestro país. La ley Zamudio fue un primer paso, así como lo obrado en materia de igualdad de género.[/cita]

No es aventurado suponer que de enfrentarse electoralmente los valores del instructivo representados en un general Chateau y los del ilustrado Peña, éste último perdería.

Es que la discriminación en nuestro país no es cosa de una elite sino de la construcción histórica “de la chilenidad“. Más bien a la inversa, la democratización de los valores socialmente compartidos proviene de una minoría ilustrada  que se podría calificar como un establishment liberal, en el sentido norteamericano del término. Es por eso que la promoción de esos valores por esa elite muestra uno de los límites de la democracia en cuanto sistema participativo: ciertos principios se deben imponer y promover sin consultar a una mayoría.

La distribución de derechos iguales para todos a priori y la penalización de la violación de ellos no es materia de consensos mayoritarios. Históricamente, ha sido por “decreto” y reforzamiento de los mismos.

Por eso, no es rara la estrategia de los conservadores en Estados Unidos donde han recurrido a plebiscitos estatales para negar el matrimonio igualitario. Es negar derechos, avalado por el voto.

Tampoco deben haber sido pocos los campesinos alemanes del siglo XVIII que concordaron con Johann Friedrich Zöllner, reformador y religioso, que criticó el establecimiento del matrimonio civil. Acusó a quienes promovían cierta forma de ilustración, que calificó de charlatanería francesa, de dañar gravemente a la ciudadanía.

Del artículo de Zöllner se seguirán las famosas contribuciones de Mendelssohn y Kant al debate sobre qué es la Ilustración.

La expansión de derechos iguales para todos es un fenómeno no separable de la ilustración que ha acompañado la modernidad.

Algo sobre lo cual han concordado historiadores como Gay y Bödeker es en el carácter revolucionario de los distintos procesos de ilustración. Implica, finalmente, imponer principios normativos para desanclar las conductas y valores sociales de las tradiciones que le han dado vida.

No por nada varias veces la reacción conservadora a la Modernidad entendida como “civilización”  ha contrapuesto la “cultura”, como lo terruño, lo propio.

Sea realizado por philosophes o por un establishment liberal o un déspota ilustrado, lo propio de esos valores democráticos que correctamente identifica Peña, ha sido su imposición por sobre la cultura y tradiciones imperantes.

¿De qué otra forma se podría lograr un avance, por ejemplo, en el desterrar de nuestras tradiciones prácticas propias de bárbaros como  el Rodeo?

Si dependiese de las mayorías, seguramente espectáculos sangrientos de riñas de animales seguirían existiendo en muchas de las sociedades consideradas “civilizadas”.

El instructivo militar es un recordatorio de que la revolución ilustrada  tiene tareas por hacer en nuestro país. La ley Zamudio fue un primer paso, así como lo obrado en materia de igualdad de género.

La elite chilena supo construir en el pasado un consenso sobre el valor del Estado. Posteriormente lo hizo sobre el mercado. Fue el cambio de paradigma de las sociedades europeas por la norteamericana. Hoy se necesita avanzar en la generación de consensos sobre los valores sociales que sustentarán nuestra convivencia. En cierta forma es un volver a mirar hacia Europa como modelo.

La promoción de los valores democráticos debe ser parte integral de nuestra educación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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