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Del mall a la plaza

Sergio Arévalo
Por : Sergio Arévalo Ingeniero Civil U. de Chile. Columnista de El Quinto Poder.
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Es urgente que la ciudad provea a los ciudadanos de lugares para manifestarse públicamente; espacios donde, sin alterar el funcionamiento de la ciudad, podamos hacer sentir clara y nítidamente nuestra voz.


*El otro día, viendo una entrevista a un destacado arquitecto chileno, al hablar del desarrollo del espacio público en Santiago, mencionó a Patricio Mekis y sus proyectos de la Plaza de la Constitución y el Paseo Ahumada. Me resultó extraño que alguien hablara de espacio público en una época en la que no hay ciudadanos habitando nuestra ciudad. ¿Será que es posible hacer espacio público sin ciudadanos?

Aún recuerdo lo maravillado que estaba cuando en los ochenta visité Buenos Aires por primera vez. Recién había retornado la democracia a ese país después de muchos años de horror. En Chile aún estábamos en dictadura. En Santiago, teníamos el Paseo Ahumada, en Buenos Aires estaba el paseo Florida; ambos similares físicamente, pero tan distintos a la vez. En Buenos Aires los argentinos, se juntaban en cada esquina a conversar y discutir de política y otros temas en la más absoluta libertad. En Santiago la vigilada calma de nuestro Paseo Ahumada era solo interrumpida por las manifestaciones políticas de la resistencia, que rápidamente terminaban en una multitud arrancando de las bombas lacrimógenas, del guanaco y de las Fuerzas Especiales de Carabineros. (Con tristeza vimos como el 2011, durante las manifestaciones de los estudiantes, las autoridades de turno, transformaron el Paseo Ahumada y el centro de Santiago en un espacio similar al de los años ochenta).

Ya recuperada la democracia, los habitantes de la ciudad, volvimos a salir cotidianamente de nuestras casas y oficinas; ya no solo para trabajar y comprar; sino que para comenzar a vivir la ciudad en todo su esplendor. Sin embargo, por razones obvias, en ese minuto solo existía una escasa oferta de espacios para ejercer la democracia. Ahí surgió la primera oferta del mercado, el pub. Estos lugares rápidamente se convirtieron en un importante espacio de socialización en la ciudad. A partir de ese momento comenzó a ser común ver a los nuevos ciudadanos disfrutando de la conversación y la relajada convivencia que en esos lugares se generaba. Se podría decir que el pub pasó a ser algo así como una extensión del living de la casa. Claro que para ocuparlo había que pagar, lo que los hacía un espacio limitado y restringido, tanto en su acceso como en su función. Sin embargo, pese a sus limitaciones, hasta ahora el pub, mantiene y acrecienta su carácter de extensión de la vivienda, y es cada vez más común encontrar a algunos clientes incluso celebrando allí sus cumpleaños.

Con el correr del tiempo, el mercado nos ofreció una nueva opción, el mall. Estos nuevos lugares, por su extensión y modernidad rápidamente pasaron a ocupar un sitial como espacio de convivencia. Hasta el día de hoy, estos centros comerciales son ocupados por muchas familias, especialmente los fines de semana, para mirar vitrinas, pasear, comprar y cada vez más frecuentemente ver cine o disfrutar de una obra de teatro o de un show musical. Sin embargo al igual que el pub, los mal son un lugar cuyo destino está claramente orientado al comercio y por tanto tienen barreras de acceso, por localización, por función y por el diseño mismo de las instalaciones. Aunque se llamen “plaza”, no son una plaza.

Durante los primeros gobiernos democráticos, a través de las instituciones preocupadas de las obras públicas y de la vivienda, el Estado se enfocó a desarrollar la atrasada infraestructura pública y a reducir el gran déficit de viviendas que dejó el período dictatorial, postergando el desarrollo de los espacios públicos y generando en muchos casos verdaderos guetos en la ciudad. En una segunda etapa, además del impulso al desarrollo de infraestructura concesionada, el Estado se orientó a desarrollar proyectos de espacio público, surgidos desde las oficinas técnicas de los ministerios, algunos con gran éxito, como el Programa de Desarrollo de Borde Costero, impulsado por la Dirección de Obras Portuarias del MOP, que recibió un merecido reconocimiento en la última Bienal de Arquitectura.

Al ver hoy nuestras ciudades, con sus graves problemas de contaminación, congestión, déficit de transporte público de calidad y con sus desarrollos inmobiliarios fuera de todo control y planificación, pareciera que mejorar la oferta de espacios públicos fuese todavía secundario; sin embargo no debiera ser así. La ciudadanía está cada día con más fuerza saliendo del mall y volviendo a la plaza, ocupando la calle y cuanto espacio esté disponible para ejercer sus derechos democráticos; lamentablemente muchas veces viviendo el espacio, más que como un bien colectivo, como una tierra de nadie (baste como ejemplo recordar lo que ocurre cada año con los Festivales Culturales de Valparaíso o después de cada manifestación política en Santiago).

En el futuro cercano debieran irse sumando nuevas iniciativas de desarrollo del espacio público, surgidas o demandadas desde y por las comunidades locales. Estos nuevos proyectos debieran apuntar a mejorar el entorno de los barrios y a facilitar y estimular la apropiación democrática de la ciudad por sus habitantes. Para disponer de más y mejores espacios públicos será necesario planificarlos, diseñarlos y mantenerlos, en conjunto con la sociedad civil organizada. En ese mismo sentido tendremos también que ser capaces de leer a tiempo las nuevas funciones que los ciudadanos van asignando a los espacios colectivos y acoger de manera adecuada esas demandas. Por ejemplo, la Plaza Italia, a pesar de que hace ya muchos años se transformó en un lugar simbólico de manifestaciones ciudadanas, no ha evolucionado para acoger adecuadamente esa función. Es urgente que la ciudad provea a los ciudadanos de lugares para manifestarse públicamente; espacios donde, sin alterar el funcionamiento de la ciudad, podamos hacer sentir clara y nítidamente nuestra voz. El zócalo de Ciudad de México es, al parecer, un buen ejemplo de ello. En cambio en nuestra Plaza de la Ciudadanía casino hay lugar para que los ciudadanos puedan manifestarse libremente.

En ese mismo futuro seguirá existiendo un gran oportunidad para que los agentes privados aporten al desarrollo del espacio público en la ciudad; sin embargo para que eso ocurra, deberán abandonar la máxima que ha guiado a la mayoría de ellos hasta ahora: “ni un solo metro cuadrado sin lucro en nuestros proyectos”.

*Publicado en El Quinto Poder.

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