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Primarias, en la medida de lo conveniente

Osvaldo Torres
Por : Osvaldo Torres Antropólogo, director Ejecutivo La Casa Común
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La crisis de la democracia chilena y su sistema político es evidente; unos la ven, otros no. El conflicto es connatural a la vida social, mientras que la democracia en una construcción política y social —artificial—, para resolverlos.


En un reciente libro “Gobernanza inteligente para el siglo XXI”, escrito por Berggruen y Gardels, del Instituto Berggruen, que ha reclutado a Condolezza Rice, Francis Fukuyama, Zheng Bijian, F. H. Cardoso entre otros, hay un análisis de la crisis de la democracia liberal norteamericana y su declive económico. El tema de la crisis de la democracia liberal está siendo recurrente y se ha instalado en el sentido común tanto de la opinión pública de los países como en la del sistema internacional.

Las principales tesis del libro son: a) la democracia liberal se ha transformado en democracia de consumidores y por tanto necesitan saciar deseos de inmediato, impidiendo a los políticos —electos cada 4 años— levantar la vista hacia el largo plazo, b) los electores sólo se preocupan de su entorno más inmediato como la familia, el barrio, la comuna y sus conflictos ambientales, de seguridad, calidad de su escuela, etc. y c) no todos los ciudadanos tienen el mismo interés e información sobre lo que votan, quedando todo al albur de su ignorancia y la presión de los grupos de interés que distorsionan la realidad.

A reglón seguido alaban a China, su sostenido crecimiento económico y el sistema político que la tiene como 2ª potencia mundial y en ascenso. Afirman que esto ha sido posible porque tienen dirigentes educados, meritocráticos (que están allí por su trayectoria y desempeño y no por la aristocracia del dinero o del apellido) y que esta particularidad china viene de la tradición de Confucio que ponía en el centro la sabiduría del poder, la meritocracia y el poner la protección del pueblo por delante de los interese corporativos; le llaman “mandarinazgo meritocrático”.

[cita]La crisis de la democracia chilena y su sistema político es evidente; unos la ven, otros no. El conflicto es connatural a la vida social, mientras que la democracia en una construcción política y social —artificial—, para resolverlos.[/cita]

Este texto cuestiona también las democracias directas al estilo del Estado de California que la habría hundido en la crisis. Tiene demoledores argumentos para los “representantes de la soberanía popular”, que se transforman en operadores de grupos de interés. La conclusión no se hace esperar: se requiere un sistema democrático con menos órganos representativos de la soberanía popular, más “gente preparada” en organismos que decidan y por tanto que sean designados y se sugiere la ponderación del voto según el conocimiento del ciudadano respecto de la materia en consulta.

El texto es más complejo y rico en matices. Lo sugerente es que desde un centro de pensamiento relevante de Estados Unidos se intenta superar la democracia liberal con menos democracia y más “ejemplo chino”, que de paso impulsaría el crecimiento económico al tener leyes de calidad.

Como se ha visto en el mundo, los ciudadanos van para otro lado. Están exigiendo ser tomados en cuenta, no aguantan más el abuso de poder, el reclamo sale a las calles, casi nadie creen en las promesas de los políticos y la expropiación de la soberanía solo augura el incremento de la crisis.

Si los intelectuales norteamericanos más conservadores y con mucho poder comienzan a valorar el autoritarismo chino con argumentos de la particularidad cultural, se abren dos grandes temas: ¿Cuál es la particularidad de las democracias que se están (y pueden) construyendo en América Latina? ¿Dónde comienza la violación a los derechos humanos universales y empieza una “democracia protegida” de la “ignorancia popular”?

En el 2001 el Informe sobre la Democracia en América Latina del PNUD alertaba sobre estos temas y buscaba en la “democracia sustantiva” una vía para la región, que no era la restricción de la democracia ni la pura expresión en el voto. No somos de “Oriente” ni tampoco vivimos en un país imperialista; no somos de cultura protestante y tenemos otra noción sobre el trabajo y el bienestar, que mezcla lo católico con lo indígena. Esto implica particularidades dentro de ciertos principios ético-políticos.

En estos dilemas, la convocatoria a primarias presidenciales y parlamentarias aprobadas por el Parlamento, para realizarse en Junio de este año, parecen ir en dirección contraria a los conservadores norteamericanos. Sin embargo, la relativización de éstas con la frase “(primarias) allí donde sea necesario” se aproxima directamente a éstos, toda vez que no está definida según una convicción democrática si no más bien por la conveniencia para el interés de un grupo de élite no meritocrático de los partidos, más que de sus miembros y electores.

El caso de G. Jackson y F. Olea, por nombrar algunos en la región metropolitana, que exigen definición de candidaturas por la vía de primarias es paradigmático. A uno se le reprocha que no define su postura presidencial, a pesar que nadie conoce los programas de gobierno de los presidenciables y a otro se le espeta que el cupo no es de su partido.

La crisis de la democracia chilena y su sistema político es evidente; unos la ven, otros no. El conflicto es connatural a la vida social, mientras que la democracia en una construcción política y social —artificial—, para resolverlos. De lo anterior es que es tiempo de discutir las particularidades de la democracia que queremos para avanzar en un nuevo modelo de desarrollo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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