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Presidenta, no candidata ANÁLISIS

Presidenta, no candidata

Sebastián Kraljevich
Por : Sebastián Kraljevich Consultor y profesor de campañas políticas de la Universidad Católica
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Una estrategia adecuada no necesariamente asegura una implementación precisa. El “paso” y la huida apresurada tras la muy predecible pregunta por el emplazamiento de Piñera hablan por sí solos. En general, el ámbito de los mensajes, implícitos y explícitos, ha estado marcado por algunos errores de sintonía fina y cambios de posición. Entre los primeros, el lanzamiento de campaña en El Bosque resultó prácticamente impecable en tono, contenido y timming, salvo por el innecesario exceso de asumir su precandidatura en la inauguración de una muestra de retratos de su propia figura ¿Se imagina qué diríamos si otro político hiciera algo similar?


Cumplidos 20 días desde el inicio de la campaña de Michelle Bachelet, ya parece pertinente esbozar algunas ideas sobre su estrategia, mensajes y temas de campaña.

En el primer nivel, el estratégico, resulta evidente que el diseño busca trazar un abismo entre ella y sus competidores, tanto los de la Concertación como los demás. La idea es resaltar a Bachelet como una líder a otro nivel —“mundial” en palabras de Osvaldo Andrade, “estadista” insiste Álvaro Elizalde en sus vocerías—, muy lejos de los demás que son “solo candidatos”. Por cierto, la estrategia de los otros aspirantes a La Moneda ha resultado completamente funcional al diseño bacheletista: los abanderados de la derecha hacen la campaña del retador que se opone a una reelección —hablan todo el tiempo de Bachelet, lo que hizo y lo que no—; los segundos de la Concertación, disputan eso, el segundo lugar interno; y los ninis —Claude, Enríquez-Ominami, Jocelyn-Holt, Miranda y Parisi— parecen trabajar más por engrosar sus propios proyectos que por asumir La Moneda en marzo 2014.

[cita]El más notorio de los errores ha estado también en el ámbito de la educación, específicamente en la gratuidad de los estudios superiores, donde Bachelet en pocos días ha pasado de “avanzar decididamente a la gratuidad”, luego a “encontrarla injusta” y ¿al final? a “creer firmemente” en ella. Una competencia más lúcida ya tendría en circulación una versión chilena del célebre spot del windsurfing que destruyó la credibilidad de John Kerry en las elecciones estadounidenses del 2004.[/cita]

El trato que la ex Presidenta brinda a Piñera es otra muestra. Paradójicamente es Bachelet quien lo ha tratado, hasta ahora, como a un ex Presidente, con quien no corresponde entrar en debates, pues ya ha concluido su obra y su tiempo. Así, la estrategia de diferenciación “de nivel” de Bachelet-Presidenta con sus rivales candidatos ha funcionado sin mayores contratiempos. Resta saber cómo se escenificará en los debates, cuestión que requerirá de una mayor elaboración.

Pero una estrategia adecuada no necesariamente asegura una implementación precisa. El “paso” y la huida apresurada tras la muy predecible pregunta por el emplazamiento de Piñera hablan por sí solos. En general, el ámbito de los mensajes, implícitos y explícitos, ha estado marcado por algunos errores de sintonía fina y cambios de posición. Entre los primeros, el lanzamiento de campaña en El Bosque resultó prácticamente impecable en tono, contenido y timming, salvo por el innecesario exceso de asumir su precandidatura en la inauguración de una muestra de retratos de su propia figura ¿Se imagina qué diríamos si otro político hiciera algo similar?

Otro desliz fue el emplazamiento de su segunda aparición pública, donde se pronunció en torno a la gratuidad de la educación y el fin al lucro justo en el Distrito 17 —Conchalí, Huechuraba y Renca—, donde el candidato único de los partidos que hoy la sustentan es Daniel Farcas, ex rector de la Uniacc con masivas denuncias por estafas a becados Valech. Días después, otro error no forzado estuvo en la nominación de un “equipo programático educacional” que integra a varios economistas reconocidos, pero a ningún profesor. Tal vez el más notorio de los errores ha estado también en el ámbito de la educación, específicamente en la gratuidad de los estudios superiores, donde Bachelet en pocos días ha pasado de “avanzar decididamente a la gratuidad”, luego a “encontrarla injusta” y ¿al final? a “creer firmemente” en ella. Una competencia más lúcida ya tendría en circulación una versión chilena del célebre spot del windsurfing que destruyó la credibilidad de John Kerry en las elecciones estadounidenses del 2004.

Finalmente, desde la perspectiva de los temas de campaña hay poca novedad, nada sorpresivo si pensamos en la inmensa ventaja inicial que tiene la candidata: “Educación, disminución de las desigualdades sociales y más participación ciudadana son los principales temas en la propuesta de gobierno de Michelle Bachelet”, decía El Mercurio del 19 de marzo de 2005 y la nueva Constitución ya era una propuesta concreta en la precampaña de Frei en 2008. Lo más reciente vendría a ser esta suerte de rebranding de la Concertación, pero se trata también de una idea sobre la que el girardismo viene insistiendo hace algunos años.

Así, si su estrategia explota y multiplica el diferencial de trayectoria y reconocimiento entre Michelle Bachelet y sus rivales, el rayado de cancha temático apuesta a elegir un camino conocido que la misma ex Presidenta ya recorrió con éxito en su anterior campaña. Resta ver si el paso de las semanas irá reduciendo los errores no forzados en su comando y, luego, cómo se articularán mensajes movilizadores del voto, como el llamado a arrasar en la primaria, triunfar en primera vuelta y a doblar en la elección parlamentaria.

Con todo, si miramos con menos atención a los árboles y más al bosque, tanto en la acertada instalación “como Presidenta” de Bachelet como los caminos que han seguido sus adversarios —monotemáticos unos, en otra batalla otros y un Presidente a ratos devenido en comentarista de su antecesora—, cuesta imaginar escenarios en que el triunfo de la ex Presidenta no sea el desenlace hace tanto tiempo previsto.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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