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Michelle, Andrés y Laurence: poligamia y realismo Opinión

Michelle, Andrés y Laurence: poligamia y realismo

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Si la estrategia aliancista para ampliar su apoyo será: el susto comunista, la amenaza de la llegada de impuestos expropiatorios, el nacionalismo desatado o tratar de mostrar que desde una perspectiva del management son más eficaces y eficientes; están condenados al fracaso.


La política es una combinación de poseer ideales, pero sabiendo que su aplicación depende de circunstancias y contextos complejos. De los candidatos actuales, Bachelet es quien da muestras más claras de entender ese principio básico.

¿En qué consiste esta regla fundamental de la racionalidad política? Nada mejor que un ejemplo. El partido del Centro (Centerpartiet) es una de las fuerzas políticas más tradicionales de Suecia. Existen partidos similares en otras naciones escandinavas; no pocos hablan respecto de estos partidos como un “particularismo nórdico”. Básicamente su base electoral es de regiones rurales. A inicios de año, el centrismo sueco lanzó una nueva propuesta programática que incluía: legalización de la poligamia, reformular la idea de frontera liberalizándola y reestudiar la educación obligatoria por ser una posible coerción excesiva. Generaron una crisis partidaria que amenaza con ponerlos fuera del parlamento en las próximas elecciones (ya han reculado de la innovación doctrinaria pero la crisis perdura). No pocos indicaron a una elite “de la capital” que desconoce a sus bases agrarias como los autores.

¿Son acaso irracionales las propuestas? Para nada. En cada una de ellas se podría esgrimir muy buenos argumentos lógico-normativos para hacer valer su racionalidad; ese no es el problema. Lo que no se consideró es lo que Max Weber describe como los elementos emocionales y no-racionales por los cuales los individuos adhieren a una ideología; en este caso los electores con filiación histórica son más conservadores que su dirigencia. El conservadurismo responde más a un estado mental que a una reflexión teórico-racional. El error estuvo en no atender a esa emocionalidad y creer que un documento ordenado con citas a personajes como Stuart Mill sería suficiente.

¿Cómo se aplica al caso nuestro? La presidencial la ganará quien se tome el centro electoral. Al final del día tanto la derecha como la izquierda más recalcitrante se sumará al candidato de su sector en la recta final. La incógnita está en quienes representan visiones menos ideologizadas y más pragmáticas. Bachelet ha enviado muestras de moderación en la conformación de sus equipos y sus mensajes son suficientemente ambiguos como para sostener la imagen de que en “ella todos caben”. Lo anterior se ha visto facilitado por la certeza instalada que ya es el abanderado de su conglomerado y que sus rivales en las primarias, Orrego y Velasco, no son más que una mezcla de partidismo testimonial y espíritu aventurero.

[cita]La presidencial la ganará quien se tome el centro electoral. Al final del día tanto la derecha como la izquierda más recalcitrante se sumará al candidato de su sector en la recta final. La incógnita está en quienes representan visiones menos ideologizadas y más pragmáticas. Bachelet ha enviado muestras de moderación en la conformación de sus equipos y sus mensajes son suficientemente ambiguos como para sostener la imagen de que en “ella todos caben”.[/cita]

En cuanto al estilo; capta correctamente que el país espera un rostro que transmita seguridad y seriedad. La sociedad parece pedir un político respetable y no un animador de peña-folklórica o una versión criolla de exaltación revolucionaria tipo Robespierre.

En el caso de la Alianza, donde el resultado de la primaria es cada vez más incierto, tanto Allamand como Golborne han optado por hablar hacia el derechismo sociológico; ese del 20-25 %. Es una estrategia que se mira el ombligo. Eso explica que frente a Bachelet no marquen más en las encuestas.

Las veces que ese conglomerado ha pasado el 40 % ha sido con un discurso “no-derechista”. Lavín es el ejemplo paradigmático de un candidato del mensaje “si bien es cierto; aunque también no es menos cierto”. Por su parte Piñera era una rara avis: de origen filo-democristiano y opositor a la Dictadura. Su historia personal automáticamente lo posicionaba hacia el centro.

La UDI ha tratado de mantener ese giro lavinista pero el problema es que ya no es vendible, es más, es contraproducente. Golborne se plantea como un Lavín 2.0 en un país que espera una densidad mayor en el discurso y en la actitud personal hacia lo público. Por ejemplo, las recetas de cocina de Lavín podrían haber sido consideradas “ingeniosas” hace unos 10 años; hoy son muestra de tontera y de mal gusto. Sumado a que el discurso de Golborne sobre la “vieja política” es añejo.

La fortaleza de Golborne es el apoyo del partido más poderoso del país. No es menor. El problema es que es una colectividad en la cual perdura en su interior una fracción muy relevante de extrema-derecha. Las expresiones burlonas hacia el embarazo de Camila Vallejo, la cultura homofóbica, la defensa pública de la desigualdad biológica por un histórico de la tienda como Novoa, son expresiones de eso. En nada ayuda a crecer hacia el centro.

En el caso de Allamand, unánimemente se le reconoce fondo discursivo y carácter político; en eso basa su estrategia para ir sistemáticamente repuntando en las encuestas. Lo que está por verse es si logrará durante la campaña recuperar en el imaginario colectivo la figura de un centroderechista con acento en el centro; el personaje del Acuerdo Nacional, de la política de los consensos y de denuncia de los poderes fácticos. Si abandona esa historia difícilmente logrará generar una épica en su relato.

Si la estrategia aliancista para ampliar su apoyo será: el susto comunista, la amenaza de la llegada de impuestos expropiatorios, el nacionalismo desatado o tratar de mostrar que desde una perspectiva del management son más eficaces y eficientes; están condenados al fracaso. Requieren poseer propuestas políticas reformistas mejores y más confiables que sus adversarios, convencer que están pensando el cómo mantener el crecimiento con mayor equidad; y que si bien en áreas como matrimonio igualitario, aborto y pueblos originarios (por solo mencionar algunos) poseen una mirada asertiva, deben mostrar que son suficientemente amplios como para tolerar dentro de ellos distintas visiones sobre esos temas y que pueden construir un referente paraguas; que no son un “regimiento moral” reaccionario y excluyente.

De lo contrario su público no pasará de ser esa derecha del 20-25 % que vive del susto ante el cambio y que posee una cultura de trinchera.

Así como la dirigencia del Partido del Centro puede ser acusada de haberse pasado de revoluciones en su liberalismo frente a sus bases; existe la opción de pasarse de revoluciones en el conservadurismo sin contemplar la realidad emergente de la sociedad que va generando un Chile cada vez más plural.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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