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Longueira-Escalona: mortalmente parecidos Opinión

Longueira-Escalona: mortalmente parecidos

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Longueira hasta su designación como ministro era un acérrimo crítico de Piñera —manifestaba que su gobierno no tenía relato, que era más de lo mismo, etc.—, Escalona, en tanto, defendió a Bachelet hasta que ésta no sucumbió a su presión por “el dedazo”. Bastó eso para que el prócer de la lealtad iniciara públicamente su crítica destemplada a la ex mandataria. Por último ambos practican la quiromancia y mientras el UDI, ve que Jaime Guzmán se le revela en sueños, Escalona se transforma en el intérprete de los sueños de Allende. Otra cosa es que esto sea cierto.


A pesar de que el primero fue uno de los hombres más duros del régimen de Pinochet, de aquellos que tomaban té en Palacio con el dictador y que se referían a él como “mi Presidente”, tal como los subordinados se refieren a su superior con el característico “mi general”, fotografiándose orgulloso, junto a Chadwick y Lavín, con el despiadado militar; el segundo por esa fecha, en el exilio, sería pronto un acérrimo opositor a la Junta. Ambos, con un pasado aparentemente disímil, se parecen demasiado.

Y hete aquí el largo listado de similitudes: los dos siendo jóvenes se inventaron un protagonismo heroico que nunca demostraron. Longueira se autoasignó el rol de líder juvenil en una época en que las universidades estaban intervenidas y los dirigentes eran “designados a dedo” por los generales que controlaban, hecho inédito en Chile, las principales casas de estudio del país. Más de algún parlamentario hoy lo ha acusado de que en esa época se dedicaba a pedir la expulsión de compañeros; Escalona, en tanto, se inventó el mito de héroe de la resistencia a pesar de que se mandó a cambiar y no regresó hasta que el país estaba ya calmo. Los relatos que se han ido difundiendo reiteran este precepto; los dos provienen de partidos leninistas: el gremialismo y el PS Almeyda, donde la soberanía popular ha sido secuestrada por el control del aparato y, en eso, ambos fueron verdaderos arquetipos; al retornar la democracia uno y otro fueron electos casi por accidente y gracias a su majestad “el binominal”. Tal vez por eso, aprendieron pronto que controlando la designación de los cargos en el partido, podían vigilar la democracia chilena. Y así lo hicieron.

[cita]Para ambos próceres junio resultará decisivo. Pablo puede iniciar su operación mayor si se impone a Allamand, en tanto Camilo, ya reinició su chantaje a la presidenciable para abrirse un espacio en el próximo gobierno controlando el aparato partidario.[/cita]

Fue en esa época en que el par se integra a una poderosa cofradía eclesiástica que hoy, mediante el cura Berríos, intenta salvar a una iglesia podrida, para que luego sus feligreses militantes, operen la política que hará de ellos los grandes negociadores de la crisis; después, los dos se transformaron en “estadistas”, negociando con el adversario: Longueira en la crisis de la DC y del MOP-GATE; Escalona, por su parte, prometiendo la conservación del orden a los empresarios en el gobierno de Michelle. La tutela de la democracia “por arriba”, los hizo los más odiados de la CEP, pese a ello, ambos han intentado porfiadamente ser presidenciables porque entienden que en el Binominal, la popularidad no importa. Los dos cuando los vientos no les soplan a su favor chantajean a los gobiernos que dicen defender.

Longueira hasta su designación como ministro era un acérrimo crítico de Piñera —manifestaba que su gobierno no tenía relato, que era más de lo mismo, etc.—, Escalona, en tanto, defendió a Bachelet hasta que ésta no sucumbió a su presión por “el dedazo”. Bastó eso para que el prócer de la lealtad iniciara públicamente su crítica destemplada a la ex mandataria. Por último, ambos practican la quiromancia y mientras el UDI, ve que Jaime Guzmán se le revela en sueños, Escalona se transforma en el intérprete de los sueños de Allende. Otra cosa es que esto sea cierto.

Pero hoy el destino los ha separado y uno puede imaginar la ira que inunda a Escalona cada noche, cuando compara su situación con la de Pablo: él, comenzando su travesía por el desierto, en tanto el líder gremialista, está a punto de transformarse en lo que siempre quiso ser: candidato presidencial y lograr, mediante la dispersión del voto de centroizquierda en primera vuelta, imponerse a Bachelet, perder dignamente en segunda y quedar a tiro de cañón para 2017.

Para ambos próceres junio resultará decisivo. Pablo puede iniciar su operación mayor si se impone a Allamand, en tanto Camilo, ya reinició su chantaje a la presidenciable para abrirse un espacio en el próximo gobierno controlando el aparato partidario.

De ocurrir lo contrario, la democracia chilena se habrá librado de dos potentes obstáculos para abrir una nueva fase. Habrá sido el final de “los internegociadores” inflados por los medios de comunicación que controlan los grupos de poder. Aunque el futuro, con ellos, no es tan evidente. Longueira y Escalona son un buen ejemplo de la famosa frase aquella de que en política es frecuente ver “muertos cargando adobes”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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