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Hombre equivocado, en lugar equivocado

Sebastián Kraljevich
Por : Sebastián Kraljevich Consultor y profesor de campañas políticas de la Universidad Católica
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¿Tiene Marco Antonio Figueroa méritos para tomar la banca de un equipo grande cualquiera? A simple vista no parece. Desde la mirada de los resultados, cuenta Wikipedia que Figueroa dirige desde 2001, y en esas 12 temporadas ha entrenado 13 equipos, con dos pasos por Cobreloa. Su mayor éxito en Primera División corresponde a un segundo lugar con la Universidad Católica en el Torneo de Clausura 2009. Ahora, resulta sabido que un segundo lugar con la UC está lejos de ser un mérito de singular valor.  Se podría esgrimir que el peso específico de los planteles que Figueroa ha dirigido le ha impedido alcanzar objetivos mayores, pero en los mismos años que él ha desarrollado su carrera en Chile -desde 2008-, otros DT han llevado a equipos como Palestino, O’Higgins y Cobreloa al subcampeonato, y a la propia UC, Huachipato, Unión Española y Everton a levantar la copa.

Pero olvidemos, por un rato, los grises resultados que Figueroa ha obtenido. Vamos a su propuesta y modos de dirigir. Cuando se elogia al Figueroa DT, habitualmente se dice que sus equipos son “ordenados” y “que corren”… poco, pero suficiente para desmentir la idea de establecer un paralelo con Sampaoli a modo de excusa para que cualquier DT pueda llegar a La U -se intentó como justificación a Franco ¿recuerda?-. Por otra parte, cuando se rememora su paso por cada equipo que dirigió, no suelen aparecer partidos memorables sino polémicas, declaraciones altisonantes sin más sentido que la búsqueda de protagonismo, expulsiones reiteradas, ofertas de puñetes, planteles quebrados y despidos intempestivos. Todas historias sabrosas de leer en la prensa deportiva, especialmente cuando no tratan del club que uno sigue.

En síntesis, podemos decir que su virgen palmarés en primera división, el discreto desempeño de sus equipos, y su distinguida trayectoria de dinamitador de planteles, hacen difícil defender la contratación de Marco Antonio Figueroa en casi cualquier club con ambición de ganar títulos e imponer un estilo.

Ahora, la cosa es más complicada cuando hablamos de la Universidad de Chile. Si entendemos lo que es La U, la eventual llegada de Figueroa resulta aun más indefendible. La U es especial, distinta, un sello de identidad. Es un club que representa ciertos valores -todos en las antípodas del escándalo permanente que goza de protagonizar Figueroa-, cierta historia, cierto modo de ser, y que tiene su origen e identidad en la principal universidad del país. ¿Cuánto queda de esta distinción cuando la principal autoridad del club es una persona condenada por estafa? ¿Queda algo de esta identidad cuando la propia Casa de Bello arrienda su nombre a un grupo de inversionistas que lucra con un club de fútbol? Algo queda, siempre queda. Las identidades suelen ser más resistentes que los negocios y las personas jurídicas. Y a eso que queda, se le hace daño cuando Azul Azul elige a un personaje como Figueroa para dirigir al primer equipo.

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