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Leer en tiempo de TICS

Felipe Ruiz
Por : Felipe Ruiz Periodista. Candidato a Doctor en Filosofía.
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Pese a ello, como toda revolución ésta no es ajena a la modificación de las costumbres de lectura. ¿Se comprende mejor lo que se lee en el libro digital? ¿Se valora lo que se lee (tradición y herencia) cuando tenemos a disposición centenares de obras al mismo tiempo? Soy de los que se mantienen cautos. Si seguimos la fórmula de Chartier, podemos imaginar que los hábitos de lectura pueden ser modificados por el libro digital, y que, en tanto las nuevas generaciones se familiarizan más velozmente con las TICS (Tecnologías de la Información y Comunicación).


Un acierto del historiador del libro francés Roger Chartier, en su reciente visita a nuestro país, es haber puesto la atención sobre lo que él denomina las “prácticas de lectura”: es decir, no sólo investigar sobre el contenido o tema de lo que trata lo leído, sino también aquella materialidad y/o soporte con que se transmite la lectura.

De tal modo comprendemos cómo se pasó, desde el siglo XIX al XX, de la lectura “a viva voz” y colectiva, a la lectura personal, y es así como seguramente deberemos adentrarnos en la revolución del libro digital. En efecto, de un tiempo a esta parte, los tablet y los kindel, entre otros dispositivos, han cambiado por completo nuestra percepción de la lectura. El libro ha sido reemplazado por estos equipos de papel digital y, entre otras cosas, son más prácticos ya que pueden guardar una infinidad de libros, que incluso llegan a aventurar una disminución de los costos de edición que la impresión no permitía.

[cita]Pese a ello, como toda revolución ésta no es ajena a la modificación de las costumbres de lectura. ¿Se comprende mejor lo que se lee en el libro digital? ¿Se valora lo que se lee (tradición y herencia) cuando tenemos a disposición centenares de obras al mismo tiempo? Soy de los que se mantienen cautos. Si seguimos la fórmula de Chartier, podemos imaginar que los hábitos de lectura pueden ser modificados por el libro digital.[/cita]

Pese a ello, como toda revolución ésta no es ajena a la modificación de las costumbres de lectura. ¿Se comprende mejor lo que se lee en el libro digital? ¿Se valora lo que se lee (tradición y herencia) cuando tenemos a disposición centenares de obras al mismo tiempo? Soy de los que se mantienen cautos. Si seguimos la fórmula de Chartier, podemos imaginar que los hábitos de lectura pueden ser modificados por el libro digital, y que, en tanto las nuevas generaciones se familiarizan más velozmente con las TICS (Tecnologías de la Información y Comunicación), es posible pensar que el libro pase a formar una parte más de un contenido “multimedia”, despojando (sobre todo a la literatura), de su valor artístico.

Es el caso de los planes de lectura impulsados desde el Estado, donde los Centros de Recursos del Aprendizaje (CRA) de los establecimientos educacionales, que han reemplazado al antiguo concepto de Biblioteca, juegan un rol destacado. En efecto, se ha modernizado el modo de acceso a la lectura, pero siempre privilegiando su valor de “eficiencia”, donde la lectura no es un valor en sí, sino un medio para facilitar la adquisición de otras facultades cognitivas, de una sinapsis de emprendimiento y creatividad acorde con el mercado, más allá de su valor en sí mismo. Es probable que las TICS apunten en la dirección de reducir el libro a un dato de información más, a lo sumo, como hemos dicho, a un recurso multimedia a la par con las video- conferencias o programas de manejo de presentaciones.

Aún así, debemos realmente estar atentos a esta “revolución del libro”, que posee múltiples aristas y que, no cabe duda, podría modificar e incluso, democratizar el acceso a la cultura y potenciar así un nuevo tipo de lector, ya no castrado por el régimen de ubicuidad del libro impreso, sino abierto, acelerando los flujos de comunicación de la literatura a un nivel nunca pensado. En palabras de Jacques Derrida: “La bibliocultura seguirá haciendo la competencia, todavía durante un cierto tiempo, a muchas otras formas de publicación que se sustraen a las formas heredadas de la autorización, de la autentificación, del control, de la habilitación, de la selección, de la sanción, incluso de mil otras formas de censura”. El camino por recorrer es aún arduo y está lleno de equívocos, pero, para bien o para mal, las cartas ya están jugadas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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