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La elite socialista y la historia trágica de la otra víctima de Punta Peuco Opinión

La elite socialista y la historia trágica de la otra víctima de Punta Peuco

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Su caída en desgracia fue paralela a esos acuerdos tácitos sobre trato privilegiado y los procesos de conversión que afectaron a antiguas víctimas que ocupaban roles significativos en el Estado. Letelier, como muchos de nosotros, no se enteró de ellos y nadó contracorriente, hasta ahogarse por completo.


Aparentemente no hay mucho que vincule los suicidios de Odlanier Mena y Edmundo Letelier, salvo por un detalle: el penal de Punta Peuco. El primero se autoeliminó el pasado sábado, tal vez, como protesta —decepción— por su inminente traslado hasta allí; en tanto, el segundo, lo hizo en junio de 2006 en Puerto Montt, en medio de un drama pasional y personal que lo venía afectando desde su salida como custodio de la cárcel donde debía ser trasladado Mena.

Me atrevería a decir que ambos fueron víctimas de la política sórdida que se institucionalizó en los años 90’, donde Pinochet negociaba directamente con la cúpula concertacionista —lo que incluía también a las elites del PPD y socialistas— y de la que, Punta Peuco es uno de sus símbolos —¿de los consensos, se llamó?—, tan autofestejada por sus protagonistas directos y cuyos episodios turbios los chilenos recién comenzamos a conocer en profundidad.

El coronel de Gendarmería Edmundo Letelier, había estado vinculado en su adolescencia a las Juventudes Comunistas, de hecho una hermana suya se exilió en Suecia, y al retorno de la democracia, se aproximó a los gobiernos de la Concertación pasando información sobre el movimiento y las acciones de ex agentes de la CNI. Su vieja cultura política y su proximidad al PS lo acercaron a los nuevos directivos de Gendarmería y, se cuenta, estrechó una amistad con Claudio Martínez, también socialista, quien fue Director de la institución entre 1993 y 1997.

No es casualidad, entonces, que durante ese periodo llegase a ser Coronel, Jefe de Seguridad de la institución, en cuya condición se le encomendó la difícil tarea de arrestar a Manuel Contreras en el sur, hecho que fue toda una peripecia para el emergente directivo.

[cita]Relatan los testigos de la época, se le fue haciendo cada vez más difícil cumplir las órdenes que llegaban directamente del gobierno en el sentido de otorgar al prisionero Manuel Contreras, el “trato de excepción” que había sido acordado entre el gobierno de Frei —lo que incluía también a parte de la elite socialista— y Pinochet. Fue en ese contexto donde se inscribe el respaldo de los socialistas a la construcción de este penal y luego al Cordillera en la administración Lagos y, aún más, la cerrada defensa que algunos de sus militantes, encabezados por Insulza, hicieron del ex dictador para regresarlo a Chile de su arresto en Londres.[/cita]

Con la detención del ‘Mamo’ Contreras, Letelier llegó a la cúspide de su carrera, pues, además, quedó a cargo del Penal Punta Peuco, cárcel donde estarían recluidos los principales líderes de la ex DINA y los principales inculpados en crímenes de derechos humanos. Pero también significó el inicio de su caída en desgracia. Y es que relatan los testigos de la época, se le fue haciendo cada vez más difícil cumplir las órdenes que llegaban directamente del gobierno en el sentido de otorgar al prisionero Manuel Contreras, el “trato de excepción” que había sido acordado entre el gobierno de Frei —lo que incluía también a parte de la elite socialista— y Pinochet. Fue en ese contexto donde se inscribe el respaldo de los socialistas a la construcción de este penal y luego al Cordillera en la administración Lagos y, aún más, la cerrada defensa que algunos de sus militantes, encabezados por Insulza, hicieron del ex dictador para regresarlo a Chile de su arresto en Londres.

Su caída en desgracia fue paralela a esos acuerdos tácitos sobre trato privilegiado y los procesos de conversión que afectaron a antiguas víctimas que ocupaban roles significativos en el Estado. Letelier, como muchos de nosotros, no se enteró de ellos y nadó contracorriente, hasta ahogarse por completo. Además, ya no estaba Claudio Martínez en la dirección de Gendarmería, cargo al que tuvo que renunciar por la fuga de los frentistas ocurrida a fines de 1996 y sobre la cual, años más tarde, Letelier probará que  estuvo rodeada de hechos muy curiosos, como aquella orden —fax se dijo en la oportunidad— que días previos a la fuga, extrañamente cursó el Ministerio de Justicia para reagrupar en celdas contiguas a los cuatro frentistas que días después protagonizarían el novelesco escape desde la Cárcel de Alta Seguridad. Además, su relación con el nuevo director socialista de Gendarmería, Hugo Espinoza, no fue la misma. La nueva autoridad institucional, ex ocupante de La Oficina y ex director de la Dirección de Seguridad Pública e informaciones, no escatimó recursos y órdenes para que se cumplieran los acuerdos sobre el trato “especial” a los ex DINA convenidos entre el gobierno y Pinochet. Y allí comenzaron los problemas para Edmundo Letelier. Tal vez, lo que marcó un punto y aparte en ese proceso fue la decisión de la administración de la época, emitida a través del Ministro del Interior, Carlos Figueroa, y el subsecretario José Antonio Gómez de permitir que el viejo socio de Contreras en la Operación Cóndor, Otto Paladino, ex Director de la Secretaria de Inteligencia del Estado argentina (SIDE), lo visitara en Punta Peuco y, que debió operativizar el coronel Letelier. Se sabe que tal visita, realizada el 16 de octubre de 1995, no quedó registrada en el libro de visitas y que ambos militares se reunieron en secreto por cerca de tres horas. La misión terminó por romper la lealtad entre los dos adherentes del PS, y marcó el inicio del permanente reclamo de Edmundo Letelier sobre los tratos Vip que debían dársele a Contreras. Otra situación que profundizó el conflicto entre ambos fue el operativo de castigo montado sobre los prisioneros políticos en la madrugada del 6 de febrero de 1999, en la cárcel de seguridad que afectó en particular a los miembros del grupo Lautaro, que ordenó el Director Hugo Espinoza y que, nuevamente, le tocó encabezar al coronel Letelier a quien, muchos testigos recuerdan furibundo y gritándoles a los reos “¡convénzanse, están derrotados!”.

Las constantes órdenes que Letelier recibía contradictoriamente —golpear a los subversivos y dar trato privilegiado a Contreras— gatillaron finalmente su salida, primero del cargo y luego de Gendarmería, y su contratación como asesor externo. Quienes lo conocieron señalan que Espinoza le solicitó que renunciase a los cargos que ocupaba en la institución y le aseguró que se le contrataría como externo al servicio con un sueldo especial. Tal cosa sucedió durante algún tiempo, sin embargo, muy pronto se le cortó el contrato con el servicio. Y allí comenzó su verdadera tragedia y desvarío. Empezó por revelar información sobre los extraños acontecimientos que rodearon la fuga de los ex frentistas —como la orden del Ministerio de Justicia ocurrida días previos al escape de agrupar a todos los involucrados—, que siguió luego con las denuncias de persecuciones y robos que lo afectaban, las amenazas por teléfono que recibía periódicamente, así como la información privada que se le sustrajo de un baúl en Gendarmería, cuando aún mantenía un contrato con la institución. En fin, la no renovación del convenio, su rompimiento con los socialistas de Gendarmería y con la Concertación, profundizaron su vía crucis que culminará trágicamente el año 2006 en Puerto Montt. En efecto, mientras todo esto sucedía el coronel, paralelamente, mantuvo una relación amorosa con la teniente de la institución Marion Berger Neuman, de la que salió un hijo. Acosado por no encontrar trabajo, y por los celos, viajó desde Santiago al sur, donde luego de asesinar a la teniente, se dio un disparo en la boca. Trágico final para otro de los ocupantes de Punta Peuco y una historia que mancha las actuaciones de una parte de la elite socialista durante la transición: protagonistas estelares no sólo de la defensa de Pinochet en Londres, sino también de otros episodios cuestionables de la reinstalación democrática: su papel en ‘la oficina’, validadores del Penal Punta Peuco y luego del Cordillera, y también los encargados de administrar el hotel de lujo para Contreras que estuvo en el centro de la tragedia del coronel Letelier y recientemente, de Odlanier Mena. Una cárcel con una historia trágica y contradictoria, de principio a fin y que hoy tiene en tela de juicio no solo a los gobiernos democráticos de la época, sino a los socialistas, víctimas principales de los uniformados en dictadura. ¿Han oído ustedes hablar del síndrome Estocolmo?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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