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La racionalidad de un nuevo ciclo

Guillermo Marín Vargas
Por : Guillermo Marín Vargas Cientista Político, M(c) en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos. Coordinador de nuevociclo.cl. Secretario Ejecutivo en observatoriodecide.cl.
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Tras el triunfo de Michelle Bachelet y la Nueva Mayoría en las recientes elecciones presidenciales y parlamentarias, el concepto “nuevo ciclo político” o “nuevo ciclo histórico” se ha transformado en la forma en que la élite triunfante ha interpretado la venidera etapa en que ellos asuman el liderazgo del gobierno y den curso a reformas, discursos y acciones que den un giro a lo hecho hasta el momento en el pasado ciclo político de la transición chilena.

El nuevo ciclo político supone –como concepto- el generar nuevas formas de hacer política desde una nueva racionalidad. Lo nuevo del ciclo venidero debería establecer un antes y un después en materia de políticas públicas, reformas institucionales, relación partidos-ciudadanía, vínculo política-movimientos sociales, entre otros aspectos. Estos temas fueron los nudos que dieron forma a la crisis y fin del ciclo anterior.

Es necesario recordar en este contexto, que cuando Piñera asumió también se interpretó desde la nueva élite en el poder el inicio de un nuevo ciclo. El nuevo ciclo de la derecha suponía una “nueva forma de hacer política”, es decir, una gestión pública optimizada, sin corrupción, con mayor eficiencia en el gasto público, mejores profesionales al servicio del país, menos operadores políticos, entre otras cosas, que proponían desde la campaña presidencial de la Coalición por el Cambio.

Sin embargo, el que hoy nuevamente se vuelva a mencionar la idea de nuevo ciclo, quiere decir que el gobierno de Piñera fue incapaz de lograr su cometido. La derecha no logró iniciar un ciclo pues fue incapaz de interpretar desde sus ideas las pulsiones de una sociedad con mayores niveles de organización y con movimientos sociales que pusieron entre la espada y la pared al gobierno. Tan profundo es el desazón en la derecha, que a cuatro años de ser gobierno, el conflicto autoflagelante/autocomplaciente está generando quiebres y renuncias tal como le ocurriese a la Concertación a fines de los noventa.

Así, el nuevo ciclo político que debe inaugurar la renovada Concertación, hoy Nueva Mayoría, supone el fin de las formas pasadas de hacer tratamiento de las demandas, y el inicio de una nueva racionalidad que vincule a la élite en el poder con las aspiraciones de los diversos sectores de la sociedad -organizada y no- para cumplir las enormes expectativas generadas en torno a la figura de Michelle Bachelet.

Tal como dice Max Weber es imposible hacer política sin tener en cuenta dos energías que dinamizan la acción política: la convicción y la responsabilidad. Durante veinte años la Concertación se valió de la responsabilidad para mantener en pie una democracia que venía saliendo de una oscura etapa de violencia política. Sin embargo, los miedos iniciales se transformaron en exceso de pragmatismo y se volvió hegemónico en su interior el discurso de lo posible, lo técnico, desde el punto de vista económico neoliberal.

El inicio de un nuevo ciclo supone la renovación de la élite, superando la racionalidad del ciclo anterior. No se está proponiendo que la Nueva Mayoría se transforme en una coalición de mera convicción pasional y violenta, más bien, se debería convertir en un movimiento político con vocación de poder, con responsabilidad y técnica, pero también con profundas convicciones de romper con los tabúes de la transición que están conduciendo a una profunda crisis al sistema político en su conjunto. Sin este cambio, a pesar del triunfo de Bachelet, no se inaugurará un nuevo ciclo político, pues para consolidar el conjunto de cambios que propone la Nueva Mayoría se requiere de una nueva legitimidad. Es decir, de dotar de sentido a la acción estatal, y que la ciudadanía sienta en ese nuevo sentido interpretadas sus demandas y necesidades.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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