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El desarrollo en su lugar: Chiloé y el puente

Álvaro Montaña
Por : Álvaro Montaña Geógrafo. Miembro del Centro de Estudio y Conservación del Patrimonio Natural.
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¿Cómo la decisión de construir un puente disminuirá los desequilibrios territoriales de la región de los Lagos?, ¿cómo el puente podría ayudar a generar desarrollo local sustentable?, ¿cómo esta obra puede hacer de nuestro archipiélago un lugar más autónomo en decisiones y con mayores oportunidades para lograr un desarrollo humano pertinente a nuestro contexto territorial?


La aprobación de la única oferta técnica presentada ante el Ministerio de Obras Públicas para la construcción del Puente sobre el Canal de Chacao, me ha lleva a compartir con ustedes la siguiente reflexión, respecto a la necesidad de priorizar inversiones que efectivamente favorezcan un desarrollo territorial sustentable en y para el archipiélago.

El desarrollo de los espacios regionales y locales, debiese ser una prioridad en nuestro país, dados los profundos desequilibrios territoriales actuales, es decir, la inequidad en la distribución espacial de las oportunidades de desarrollo humano. Reflejo de esta inequidad espacial es Santiago, metrópoli-capital nacional que concentra las  oportunidades de empleo, recursos estatales y privados, cuya concentración de la mayoría de las inversiones ha menoscabado las oportunidades de desarrollo de otras regiones y ciudades; esta situación se proyecta a otras escalas: a escala regional, las capitales regionales concentran la inversión y oportunidades de la región, generando un despoblamiento rural y un debilitamiento de las ciudades intermedias.

A escala comunal resulta también elocuente cómo las capitales comunales concentran gran parte de los fondos públicos y privados, quedando los pequeños villorrios y otras localidades menores resignadas a niveles de desarrollo ostensiblemente inferiores. Este desequilibrio a escala nacional, regional y local, es la proyección espacial de un país centralista en diversos ámbitos, donde las decisiones sobre el desarrollo son injustas e inequitativas, influenciadas por  inversionistas cuyas casas matrices están en las grandes urbes y donde las autoridades regionales vienen principalmente desde Santiago, sumado al hecho de que una parte importante de la ciudadanía no aboga por el desarrollo de sus propios lugares, acrecentado el centralismo y  postergando a los territorios periféricos y, en nuestro caso, el archipiélago más importante de Chile.

Pues bien, cabe preguntarse: ¿cómo la decisión de construir un puente disminuirá los desequilibrios territoriales de la región de los Lagos?, ¿cómo el puente podría ayudar a generar desarrollo local sustentable?, ¿cómo esta obra puede hacer de nuestro archipiélago un lugar más autónomo en decisiones y con mayores oportunidades para lograr un desarrollo humano pertinente a nuestro contexto territorial?

Recordemos que la decisión de construir el puente responde a un anhelo continental y no insular; las oportunidades de desarrollo local deberían ser decididas con presupuestos participativos y no impositivos desde cúpulas centralistas que no conocen nuestras necesidades y prioridades de forma directa, sino que por intermediarios.

Las necesidades urgentes del archipiélago apuntan a generar una conectividad interna donde se refuercen la frecuencia, rapidez y calidad de los servicios de transporte marítimo, terrestre y aéreo a las 40 islas del mar interior, y los sectores rurales de la isla grande, fortaleciendo las servicios de rondas médicas con más embarcaciones dotadas para estos fines o con la dotación permanente de más profesionales de salud en dichas islas, el aumento en la inversión e incentivos a los profesionales de la salud con especialización médica para fomentar su llegada y/o retención en el archipiélago, la construcción de un hospital base como el de Puerto Montt (cuyo costo asciende a los 180 millones de dólares , es decir, un cuarto del costo del puente de Chacao), y la dotación de Agua potable rural (150 APR costarían un séptimo del valor del puente de Chacao).

También la electrificación de las islas del mar interior, las mejoras de las rampas (cada una cuesta aproximadamente un millón de dólares), la preservación de la naturaleza mediante la ampliación del Parque Nacional Chiloé (el Parque Tantauco costó 6 millones de dólares), la mantención de nuestro patrimonio cultural inmaterial  también es una necesidad a fortalecer desde el sistema educativo y la recuperación y puesta en valor del patrimonio material, por ejemplo, recuperando viviendas centenarias, mejorando los museos y manteniendo también las iglesias que no son patrimonio de la humanidad pero sí son patrimonio local (la restauración de una iglesia patrimonial cuesta un millón de dólares aproximadamente), la creación de una Universidad en Chiloé de alta calidad, pública, laica y gratuita, ya que las familias de los estudiantes chilotes que cruzan Chacao incurren en costos muy superiores respecto a los estudiantes del continente. Estas intervenciones podrían incrementar los niveles de desarrollo local y disminuir los niveles de inequidad espacial que nos afectan, priorizando y resolviendo las necesidades desde y para el archipiélago, en pos de disminuir el centralismo y la dependencia en la toma de decisiones.

Además,  hay que agregar la necesidad de diversificar y regular los rubros productivos de Chiloé: fortalecer la pesca artesanal, la pequeña ganadería y agricultura, fortalecer los diferentes tipos de turismo y donde los beneficiados sean de la población local, avanzar hacia la independencia y autonomía energética, favorecer la capacitación en técnicas de conservación, manejo y uso sustentable de recursos naturales (bosque nativo, recursos bentónicos, pesqueros, pompón, entre otros), en el marco de un Plan provincial de ordenamiento territorial, que regule los usos preferentes del espacio, en su dimensión terrestre y marina.

Estas propuestas en conjunto pueden tener un valor igual o inferior al puente (700 millones de dólares), por ejemplo, que con una inversión de 200 millones de dólares en un parque eólico, localizado en un área de baja sensibilidad ambiental, el archipiélago podría generar su propia energía (autonomía energética) y no exportarla masivamente (recordemos que ya hay tres proyectos eólicos aprobados y 2 más en calificación), como se ha optado hasta ahora, localizando estos gigantescos proyectos en áreas de alta sensibilidad ambiental.

Generar un desarrollo humano y territorial para Chiloé, siendo realista y oportuno, pasa por generar propuestas que sirvan a los intereses del archipiélago y no al revés (como, por ejemplo, el llegar más rápido al hospital de Puerto Montt), ya que si es por reducir el tiempo de espera podemos proponer: 1) el aumento en el número de rampas en Chacao, 2) construir una tercera vía en la Ruta 5 sin concesión, 3) llamar a licitación para incorporar nuevos transbordadores dotados de tecnologías de punta, 4) servicios de transporte marítimo  con tiempos de espera estandarizados, 5) un subsidio a los habitantes de Chiloé que disminuyan los costos del transbordo (subsidio territorial a la insularidad), sin duda estas medidas reducirían los tiempos de desplazamiento y el costo de ellas sería menor al del puente, destinándose estos recursos en inversiones que apunten a favorecer un desarrollo territorial local, para que el archipiélago sea el protagonista de su desarrollo y no espectador de un  futuro decidido por intereses externos cortoplacistas.

Un puente incrementa nuestra dependencia, no resuelve ni fortalece nuestras posibilidades de desarrollo territorial local, por cuanto no garantiza la concreción de iniciativas que favorezcan el desarrollo humano en el archipiélago y el progreso sirve si es aquí, no para ir a otro lugar a buscar las oportunidades que no están en nuestro terruño.

Nuestro futuro debe construirse sobre la base de consensos, debates de ideas y propuestas, no por la imposición de argumentos sustentados en clichés como  “puente = progreso = conectividad”, el progreso del archipiélago pasa por la capacidad de generar condiciones y oportunidades para el desarrollo de sus habitantes en condiciones de insularidad y sustentabilidad, es decir, de renovabilidad de las condiciones que lo sustentan: progreso no es saqueo de los recursos que hay hoy y carencia para los chilotes del mañana, progreso es velar por que nuestro archipiélago tenga las condiciones de desarrollo aquí, ahora y en el futuro… Progreso es pensar y hacer de Chiloé un mejor lugar para vivir desde sus potencialidades y para sus habitantes. No dejemos que otros decidan por nosotros sobre nuestras prioridades, seamos protagonistas activos de nuestro propio desarrollo, siendo un ejemplo para otros territorios de Chile que ya están abogando por un mayor equilibrio territorial en las inversiones, por la sustentabilidad de las actividades en sus territorios, y por la democratización de las decisiones regionales-locales.

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