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Por Qué Fracasan los Países


El que escribió el best-seller de ese título debería darse una vuelta por acá. Lo estamos viviendo. Y lo que me alarma no es que los revolucionarios estén haciendo locuras, porque siempre las han hecho, sino el grado en que alguna gente cuerda las apoya.

La semana pasada fui a almorzar al centro y me estacioné bajo La Moneda. Antes costaba encontrar un lugar, pero ahora los pisos inferiores estaban desocupados. Un síntoma. La revolución socialista recién comienza a ejecutarse desde el Gobierno y ya está frenando la actividad.

Hablo con gente de empresa y me dice que está “en compás de espera”, estudiando las consecuencias de la reforma tributaria. Hoy leo en “El Mercurio” que la inversión extranjera proyectada ha caído en más de tres mil millones de dólares en el primer trimestre. Un economista me dice: “Todas las empresas grandes están estudiando la reforma para saber exactamente cómo las golpea, y mientras tanto no están haciendo nada”. Y leo en “Estrategia” que el crecimiento esperado para 2014 es 3,2%. Ya hay economistas que pronostican menos de 3%. La tasa de crecimiento viene cayendo desde 2011 todos los años. Piñera la ayudó a caer subiendo impuestos y engrosando la burocracia estatal con gastos políticos como el Museo de la Memoria Marxista, el Instituto de Derechos Humanos y las decenas de abogados adicionales contratados para la Oficina Perseguidora de Militares a cargo de Rodrigo Ubilla en el Ministerio del Interior, oficina que se hizo cómplice de la prevaricación de los jueces de izquierda, presentando querellas por hechos amnistiados, prescritos, ya antes juzgados o derechamente falsos. El Ministerio del Interior de Piñera fue mucho más odioso que cualquiera de la Concertación y multiplicó por cuatro los procesos contra los perseguidos políticos militares.

No fue raro. El país está bastante loco. Mucha gente de derecha les compra los disparates a los socialistas del Gobierno. No falta el engolado dirigente empresarial que dice: “Pagaremos más impuestos, pero los recursos van a ir a mejorar la educación y así el país va a crecer más y va a ser más igualitario”. Pues hay que estar loco para creer que suprimiendo a los emprendedores con el “fin al lucro” la enseñanza va a mejorar. Al contrario, va a empeorar. Hay que estar loco para pensar que suprimiendo el copago y reemplazándolo por más subvención estatal los alumnos van a aprender más. Y también hay que estarlo para creer que el aprendizaje va a ser mejor sin selección de alumnos. Al contrario, lo único que se va a lograr con la redistribución aleatoria de mateos y porros va a ser que todos los colegios sean mediocres y no haya competencia por emular a los mejores. Ninguno de los engendros burocráticos y dirigistas de Eyzaguirre va a mejorar en un ápice la educación.

Hasta la recién anunciada Agenda Energética tiene rasgos insólitos. Como todos sabemos, Chile tiene la fuente de energía más abundante, limpia y barata, la hídrica. Tiene un proyecto estudiado y financiado de central hidroeléctrica, el de HidroAysén en los ríos Baker y Pascua. Es cuestión de que la burocracia deje de obstruir para que tengamos un aporte adicional de generación equivalente a la mitad del Sistema Interconectado Central. Sólo falta que un “comité de ministros” se reúna y le dé el “vamos”. Piñera lo postergó por cuatro años para no bajar más en las encuestas. Pero ahora la “Agenda” dice que sólo admitirá proyectos hídricos hasta Río Puelo, excluyendo a Hydroaysén. ¿Estamos o no locos? La Michelle está resultando más “encuestocrática” que Sebastián.

Y eso que esto recién comienza. Quiero verlos cuando los revolucionarios se salten a pies juntos la Constitución y quieran apropiarse de todo haciendo uso de la mayoría simple que ya tienen en ambas cámaras. “¡Afírmate Catalina, que vamo’ a galopiar!”

¿Qué se les puede decir a los chilenos? Que la gran mayoría lo quiso, que se encomienden a su santo patrono Murphy y, por último, que “con su pan se lo coman”.

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