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Venezuela: tensión nacional y regional

José Orellana Yáñez
Por : José Orellana Yáñez Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA-USACH, Magister en Ciencia Política de la Universidad de Chile, Geógrafo y Licenciado en Geografía por la PUC de Chile. Académico de la Carrera de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Academia Humanismo Cristiano
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Resultó impactante observar cómo las fuerzas políticas del Gobierno del Presidente Maduro y las que representa la Mesa de la Unidad Democrática, se sentaban en un mismo espacio para comenzar un diálogo que permitiese finalmente la paz interior de Venezuela.

El proceso político venezolano tiene por sello en los últimos 13 años la implementación de una nueva institucionalidad (nueva Constitución), que permite a ciudadanos y ciudadanas, junto con organizaciones de diferente tipo, posibilidades de desarrollo integral, donde la propuesta del Socialismo del Siglo XXI viene a erigirse como el telón de fondo de singularidad de la misma. Ello acompañado por el soporte estratégico que le permite el “Recurso Natural petróleo”, toda vez que le permite el diseño e intervención al interior de Venezuela como hacia el exterior, esta última acción denominada popularmente como “petrodiplomacia”. Es la Revolución Bolivariana con sus luces y sombras; adherentes y detractores, ambos, internos y externos.

Este proceso, como se ha verificado, ha tenido una serie hitos, los cuales han sido admirados y profundamente criticados. Entre ellos, y el más significativo en términos político y simbólico, el intento de Golpe de Estado en 2002, el cual, por medio de su contención, permitió proyectar con consistencia política y legitimidad el régimen implementado por Hugo Chávez Frías, al interior y exterior de Venezuela. Ello, logrado gracias a una multitud de venezolanas y venezolanas y el concurso de las Fuerzas Armadas que vinieron a defender el régimen.

El proceso ha estado marcado por una constante utilización de elecciones en los diferentes niveles de la administración interior de Venezuela, cuando del logro de gobiernos en escala nacional y subnacional se refiere, ello sin perjuicio de los vicios que denunció en su momento la oposición política. En este sentido, un hito significativo fue la actitud de resta de parte de la oposición en las elecciones parlamentarias del año 2005. Entre medio se dio referéndum revocatorio (ratificaforio para el chavismo), el año 2004, donde Hugo Chávez fue ratificado. Finalmente, en las elecciones municipales del año 2013, sin perjuicio de mantener la oposición el municipio de Caracas y Maricaibo, importantes en número y simbolismo, las posiciones oficialistas ganaron de forma notoria, ratificando el liderazgo representado por Maduro o Revolución Bolivariana. Se esperaba otro resultado tras la polémica elección de Maduro y Caprile.
El fallecimiento de Hugo Chávez Frías fue otro acontecimiento de proporciones dentro del proceso muy brevemente descrito, no sólo por el hecho indicado, sino por todo lo que involucró antes del mismo. En primer lugar, el obtener el mandato una vez más en condición de convalecencia de un cáncer “operado”, que finalmente terminó por entenderse como terminal, hecho que permitió una sucesión de la autoridad y a Nicolás Maduro ser Presidente Provisional mientras se organizaban las próximas elecciones, donde se enfrentó este último con Enrique Capriles el año 2012.

El vertiginoso proceso político venezolano ha permitido la consagración de dos fuerzas políticas que no son capaces de colocarse de acuerdo en los marcos institucionales vigentes, permitiendo, al día de hoy, el sensible fallecimiento de venezolanas y venezolanos (incluida una ciudadana chilena chavista), donde por supuesto existen querellas cruzadas, respecto del endoso de responsabilidades.

Este dinámico proceso político permite la instalación de una Mesa de Diálogo que se logra en la sospecha de las partes intervinientes con o sin razón. Esta instancia de diálogo viene a distender, o eso se esperaría, no sólo interiormente a Venezuela, sino que también exteriormente a la región latinoamericana en general, y a Sudamérica en particular, donde el dispositivo de la UNASUR, se coloca una vez más a disposición de las necesidades de uno de sus miembros, siendo llamativo que Venezuela, uno de los socios primarios del esfuerzo integracionista, sea el demandante de su intervención. Hay que recordar su valor, ya que es propio de la región.

La gestión de la UNASUR tiene una rol estratégico, ya que interiormente continúan las posiciones encontradas respecto del comportamiento que debe tener la oposición, en el entendido que unos están por radicalizar las movilizaciones sociales para derrocar al Presidente Maduro y, otras, están por buscar caminos de tipo institucional, vía Mesa de Diálogo, solicitando integrar a otros actores que se encuentran movilizados, como son los estudiantes.

Mientras, el oficialismo debe seguir cumpliendo el mandato que le entregó la soberanía popular en la última elección presidencial y municipal, donde, conforme los constreñimientos políticos, existen ajustados y desajustados procedimientos, que son denunciados por opositores internos como externos (encarcelamientos, búsqueda del orden público, otros). Además, se constata por medio de noticias e información sistematizada, que la economía interna de Venezuela muestra deficitarias cifras, hecho que viene a colocar una presión adicional, no sólo al gobierno, sino que también a la gestión de la UNASUR.

No cabe duda que es un avance significativo el dispositivo de diálogo logrado y que supone proyección en el tiempo para buscar una vía institucional al conflicto instalado, hecho que consagra una mayoría política que se encuentra persuadida por esta vía. En este sentido, más allá de cualquier consideración político – ideológica, la oposición ha mostrado una estrategia, que más allá de las ‘intensas consideraciones de la política práctica’, ha estado acudiendo sistemáticamente a las urnas para acceder al poder (exceptuando el año 2002, por el Golpe y el 2004, con la resta de las elecciones parlamentarias).

De avanzar positivamente, el papel de la UNASUR se fortalecerá en cuanto actor de integración, ya que probará que es capaz de mediar dificultades internas de la región, en específicos países, en este caso Venezuela, hecho que en términos de escala, es definitivamente beneficioso para la región.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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