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Lecciones de la reforma tributaria Opinión

Lecciones de la reforma tributaria

Juan José Santa Cruz
Por : Juan José Santa Cruz Director de Fuerza Pública
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Lo que tenemos al frente es una «agenda corta» y un proyecto que ha recibido reparos de todos los sectores. Hemos visto una reforma a goteras, y sabemos sólo eslóganes respecto del diseño final. Es bien fácil decir educación pública, gratuita y de calidad. La educación como un derecho y no como un bien de consumo. Tan fácil como decir queremos aumentar tres puntos del PIB con una reforma que paguen los que tienen más.


El acuerdo para la reforma tributaria salió con fórceps. El gobierno terminó dándose cuenta de que, si quería lograr la reforma, tendría que cambiar su estrategia. No era el ánimo imperante, pero debió asumir que sus opositores no eran sólo «los poderosos de siempre», sino que la reforma perdía adhesión entre la opinión pública. El desgaste que mostraba en las encuestas alertó sobre el alejamiento de las clases medias. Adicionalmente, la opinión de muchos personeros de distintos sectores que objetaron la bondades de la referida reforma y se atrevieron a dar la cara, terminó pesando; las voces de los pocos políticos y técnicos de la centroizquierda que se atrevieron a cuestionarla en sus efectos y en la calidad de sus instrumentos, fueron duramente descalificadas.

Fueron tratados de «conservadores» y defensores del modelo neoliberal; los acusaron de hacerle el juego a la derecha y de defender los intereses de los más ricos. Pero muchos otros dirigentes de la Nueva Mayoría decían en privado lo que no se atrevían a decir en público, que estaban preocupados, que la reforma estaba mal hecha, que evidenciaba improvisación y problemas de constitucionalidad. Para qué hablar del espectáculo bochornoso de la Cámara de Diputados que, presionada por la ansiedad del gobierno, renunció a ejercer su rol y ni siquiera fue capaz de cumplir con escuchar las diversas opiniones. Pero las cosas mal hechas pasan la cuenta. Quedaron heridos dentro del gobierno y ya se alzan los reclamos de los sectores más de izquierda de la Nueva Mayoría. Por lo tanto, no es de extrañar que las diferencias dentro de la coalición gobernante se hagan sentir con más fuerza .

[cita]La educación chilena debe mejorar, tiene la oportunidad de hacerlo, en especial si se van a invertir cuantiosos recursos en ella. Pero no está en crisis ni se merece la tensión a la que se le está sometiendo. Ojalá  la experiencia de la reforma tributaria sirva para evitar a tiempo, en Educación, los errores que se cometieron en ella.[/cita]

Por su parte, el gustito de la aplanadora no fue gratis. En un ciclo económico a la baja, se alcanzaron a sentir las repercusiones de una reforma mal planteada que, en su primera etapa, tensionó innecesariamente a la economía, poniéndole luz amarilla a la inversión y contribuyendo a la desaceleración económica. Este es el costo más alto del proceso y del cual nadie parece hacerse cargo.

Con todo, bien por el país y necesario para el gobierno que el acuerdo se haya producido. Hoy todos quieren aparecer en la foto, aunque sólo una pequeña minoría participó de las negociaciones. Esta reforma tiene más padres que la campaña del NO. En todo caso, al parecer, no eran tan despreciables los acuerdos para la ciudadanía.

Pero no basta con este avance.  Está por verse si este cambio de estrategia se mantendrá o si nos encontraremos en cada reforma con una discusión que parte con el tejo pasado, para terminar dialogando cuando las cosas se le ponen complicadas al gobierno.

Lo deseable sería que el gobierno hubiera aprendido la lección. Que el fondo y las formas importan; que sin diálogo las democracias no funcionan, porque eso se llama autoritarismo; que las grandes reformas requieren sustentabilidad en el tiempo, por lo tanto, no pueden aprobarse sobre mayorías circunstanciales.

Por ello, importan mucho los signos que se den en los próximos días sobre la reforma educacional, que ha sido la excusa para subir los impuestos.

Los chilenos tenemos derecho a saber qué está pensando el gobierno y, por sobre todo, cómo se va a gastar la plata. Se nos anuncian grandes cambios y grandes principios. Pero, al final, lo que tenemos al frente es una «agenda corta» y un proyecto que ha recibido reparos de todos los sectores. Hemos visto una reforma a goteras, y sabemos sólo eslóganes respecto del diseño final.  Es bien fácil decir educación pública, gratuita y de calidad. La educación como un derecho y no como un bien de consumo. Tan fácil como decir queremos aumentar tres puntos del PIB con una reforma que paguen los que tienen más.

El problema es el cómo y, de ello, lo que sabemos está cuestionado, y el resto, no lo sabemos. La educación chilena debe mejorar, tiene la oportunidad de hacerlo, en especial si se van a invertir cuantiosos recursos en ella. Pero no está en crisis ni se merece la tensión a la que se le está sometiendo. Ojalá la experiencia de la reforma tributaria sirva para evitar a tiempo, en Educación, los errores que se cometieron en ella.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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