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A propósito de anarquismo

Danny Monsálvez Araneda
Por : Danny Monsálvez Araneda Doctor © en Historia. Académico de Historia Política de Chile Contemporánea en el Depto. de Historia, Universidad de Concepción. @MonsalvezAraned.
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Desde los años 30 en adelante, las ideas anarquistas en Chile han deambulado entre el romanticismo, lo testimonial, la utopía y añoranza de una época que pudo ser, así como determinados círculos de estudio y reflexión y algunos grupos que se apropian del discurso anarquista y lo circunscriben a la acción directa para la construcción de una nueva sociedad o, en el peor de los casos, creer o sentirse anarquista por la sencilla razón de lanzar una bomba, destruir un semáforo o quemar una banca de alguna plaza. Esto último, más que anarquismo termina siendo simplemente delincuencia o lumpen.


Por estos días hemos leído en algunos medios de comunicación, así como escuchado a uno que otro político y autoridad de turno referirse con bastante ligereza y generalidad al concepto de anarquismo o anarquista, quedando la sensación de que muchas de las cosas que se expresan fueran sacadas de un diccionario, enciclopedia, Wikipedia o simplemente un lugar común para gratificar o representar determinadas acciones. Especialmente algunos periodistas que, ante cualquier acto que se comete, léase lanzar o colocar una bomba, quemar un semáforo o una banca de alguna plaza, de inmediato lo catalogan como acto anarquista. Incluso se hace la analogía entre quien se dice antisistema con ser ácrata, como si lo primero fuera igual a lo segundo.

Al respecto, existen algunos textos que pueden ayudar a comprender históricamente lo que fue el movimiento anarquista y algunos de sus planteamientos. Entre otros podemos citar: El anarquismo en América Latina (1990) de Carlos M. Rama y Ángel J. Capelletti; Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de «la Idea» en Chile, 1893-1915 (2007) de Sergio Grez Toso; Anarquistas. Presencia libertaria en Chile (2008) de Felipe del Solar y Andrés Pérez, y Anarquistas. Un siglo de movimiento libertario en España (2010) de Dolores Marin.

De la lectura de aquellos textos, podemos señalar que el anarquismo surge en Europa como una concepción ideológica y filosófica en la primera mitad del siglo XIX, con un fuerte vínculo en el mundo obrero y artesanal. Tres son los pilares ideológicos sobre los cuales se desarrolló: el mutualismo como sistema económico, fundado en la reciprocidad ilimitada; implica la libertad de intercambio o de contrato, en ausencia de todo monopolio o privilegio, es decir, la libertad absoluta de asociación voluntaria en ausencia de toda organización coercitiva; colectivismo como régimen social y doctrina de la propiedad de los medios de producción y de intercambio dentro de la colectividad, “a cada uno según su trabajo”; y el comunismo libertario, que difiere del comunismo como doctrina política autoritaria, ya que no contempla la fase de la dictadura del proletariado e implica la inmediata desaparición del Estado y de sus instituciones (Marin, 2010).

Dentro de los referentes anarquistas podemos señalar a Pierre Joseph Proudhon (1809-1865), Mikhail Bakunin (1814-1876), Piotr Alexeievich Kropotkin (1842-1921) y Errico Malatesta (1853-1932). En líneas generales y más allá de las diferencias entre ellos, el anarquismo tiene como elementos característicos –entre otros– el apoyo mutuo, justicia social como horizonte utópico, educación como el instrumento para la revolución y la solidaridad como fundamento de la rebeldía. La autogestión como forma de practicar la libertad (autonomía). El campo de acción es la lucha económica, social y no la vía legal, partidista o parlamentaria.

[cita]Desde los años 30 en adelante, las ideas anarquistas en Chile han deambulado entre el romanticismo, lo testimonial, la utopía y añoranza de una época que pudo ser, así como determinados círculos de estudio y reflexión y algunos grupos que se apropian del discurso anarquista y lo circunscriben a la acción directa para la construcción de una nueva sociedad o, en el peor de los casos, creer o sentirse anarquista por la sencilla razón de lanzar una bomba, destruir un semáforo o quemar una banca de alguna plaza. Esto último, más que anarquismo termina siendo simplemente delincuencia o lumpen.[/cita]

La crítica al Estado por parte del anarquismo pasa por considerar a este como un instrumento de las clases dominantes, que genera opresión y dominación, a través del Ejército, policías, cárceles y jueces. Asimismo, critica a la Nación por ser una división artificiosa de la sociedad. Son contrarios al nacionalismo, así como rechazan la guerra (militarismo) entre los Estados. Son opuestos a la idea de Dios, ya que esta genera sumisión, mientras que la religión es vista como cómplice de la propiedad y la autoridad. Esta última pretende erguirse como dueña de la vida de los demás.

Aproximadamente hacía 1860 y en medio del régimen oligárquico, las ideas anarquistas se hicieron presentes en América Latina. México, Argentina y Uruguay fueron sus principales lugares de acción. Allí lograron gran adhesión en la mayor parte de la clase obrera, a través de sociedades de resistencia y sindicatos. Podemos decir que el anarquismo en América Latina fue preferentemente anarcosindicalista, vinculado a organizaciones obreras. No obstante su prolífica propaganda periodística y copiosa bibliografía, los “referentes” anarquistas no desempeñaron un papel de “elite” o “vanguardia” revolucionaria y no tuvieron vínculo con la Universidad y la cultura oficial. En ese punto existe una clara diferencia con el marxismo.

En el caso chileno y siguiendo a Grez y Del Solar y Pérez, el anarquismo se situó en el contexto de la llamada “Cuestión Social”, es decir, hacia fines del siglo XIX y los primeros años del XX, siendo algunos de sus primeros exponentes Alejandro Escobar y Carvallo, Magno Espinoza y Luis Olea. Durante este período, la idea fue marcar claras diferencias con las otras agrupaciones sociopolíticas, como los demócratas y socialistas.

En sus primeros tiempos, el anarquismo desarrolló una clara posición en las huelgas obreras, por medio de la acción directa, el uso de la violencia, rechazando la legislación social, la política y los políticos (sistema parlamentarista-oligárquico); es decir, una oposición radical a la sociedad existente, al Estado y la política (formal) expresada en los partidos e instituciones estatales.

En líneas generales, los anarquistas chilenos eran comunistas en materia económica, anarquistas en materia política, materialistas en lo religioso, antimilitaristas y revolucionarios contra todas las instituciones burguesas. No obstante aquello, el rasgo distintivo de los anarquistas chilenos –siguiendo a Grez– fue su inclinación a actuar según necesidades prácticas y su escaso apego a fórmulas ideológicas muy rígidas.

Para algunos, el anarquismo es considerado una ideología marginal y minoritaria circunscrita sólo a las acciones de violencia y destrucción. Comentario que generalmente se dice y repite hoy en día; sin embargo, para otros lo significativo es analizar y comprender históricamente el movimiento ácrata desde el punto de vista de la historia de las ideas sociales, es decir, cuál es la lectura e interpretación que se hace en América Latina y en Chile de las ideas anarquistas provenientes de Europa. Aquello, nos lleva a plantear la siguiente interrogante: ¿Cómo leer, investigar o comprender el anarquismo?, por ejemplo, a través de los diversos hechos sociales, su propaganda periodística, literatura, sus actos y la opinión de los diversos autores. En el fondo se trata de poder comprender la “cultura política” anarquista.

La declinación del anarquismo a nivel de América Latina tiene tres causas: los golpes de Estado en los años 30 del siglo XX y la fuerte represión militar contra la izquierda y el movimiento obrero; en segundo lugar, el auge del marxismo (mundial) y los partidos comunistas y socialistas, quienes cooptan a un importante segmento de obreros y, por último, la aparición de corrientes nacionalistas populistas, con un discurso donde el “enemigo” ya no será el capital o el Estado sino el imperialismo.

En consecuencia y retomando lo señalado en las primeras líneas, esta corriente de pensamiento debe ser vista como una “cultura política”, un modo de ver el mundo y la sociedad de la época, que contiene una amplia gama de conceptos, valores, prácticas y proyectos sociopolíticos, constituyendo un cuerpo de ideas heterogéneas y elementos contradictorios, de ahí entonces que no se puede hablar de un solo anarquismo, al punto que hoy podemos leer sobre anarcosindicalismo, anarcoecologismo, anarcofeminismo, anarcocapitalismo, entre otros. Lo que sí está claro es que el anarquismo como expresión ideológica y propuesta política tuvo en Chile su máximo desarrollo hacia fines del siglo XIX y los primeros años del XX y, a nivel mundial, como señala el libro de Dolores Marin, Anarquistas. Un siglo de Movimiento libertario en España (2010), durante la España de 1936-1939.

Desde los años 30 en adelante, las ideas anarquistas en Chile han deambulado entre el romanticismo, lo testimonial, la utopía y añoranza de una época que pudo ser, así como determinados círculos de estudio y reflexión y algunos grupos que se apropian del discurso anarquista y lo circunscriben a la acción directa para la construcción de una nueva sociedad o, en el peor de los casos, creer o sentirse anarquista por la sencilla razón de lanzar una bomba, destruir un semáforo o quemar una banca de alguna plaza. Esto último, más que anarquismo termina siendo simplemente delincuencia o lumpen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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