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¿Puede la morosidad crediticia provocar “el derrumbe del modelo”?

Mauricio Salgado Oyarce
Por : Mauricio Salgado Oyarce Sociólogo, Universidad Alberto Hurtado; Doctor en Sociología, Universidad de Surrey.
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En su última columna en El Mostrador, “¿El derrumbe del derrumbe?”, el sociólogo Alberto Mayol (Universidad de Santiago) revisa la tesis que ha venido desarrollando en varias publicaciones académicas, libros y columnas de opinión. Para Mayol, la crisis de legitimidad del modelo y el consiguiente derrumbe del mismo se produce por la tensión propia e irresoluble que existe en nuestro modelo de crecimiento económico entre consumo (“mecanismo de integración social”), bajos salarios y endeudamiento. En eso consiste el proceso social que explica el malestar de los sujetos, expresado de manera algo amorfa desde el 2011 a la fecha. En un párrafo, el autor señala:

“Es cierto que, llegado el momento de cambiar, los chilenos retornamos al miedo y al tradicionalismo que nos caracteriza. (…) Pero por el mismo conservadurismo por el que choca la reforma educacional con la vida cotidiana, cuando la desaceleración toque la puerta de las casas y haya que elegir entre cambiar mi vida (y pagarle al banco) o no cambiar mi vida (y no pagarle al banco), la respuesta será clara. El peso ritual de Dicom y su otrora sentido religioso en tanto excomunión social, se ha desvanecido. No pagar deudas tiene hoy sólo un inconveniente: no se puede pedir un nuevo crédito. En un escenario como el que viene, de desaceleración, no se podrá pedir créditos al ritmo actual, por lo que para muchos no habrá razón alguna para pagar las cuotas de sus deudas ya contraídas. Y el efecto de ilegitimidad se parece al Transantiago. En éste se trata de evasión, con las deudas es la morosidad.”

Mayol parece sugerir así que, en un contexto de desaceleración económica –y hoy todo parece indicar que para allá vamos–, la reducida capacidad de pago de los sujetos los llevará a postergar sus obligaciones crediticias, algo que terminará por dejarlos fuera de la esfera del consumo (y por tanto, de la sociedad misma). En ese escenario, el derrumbe del modelo es un hecho, cuando no esperable, al menos muy probable. Desconozco en qué datos se está basando Mayol para sostener esta hipótesis, pero la misma me parece, a lo menos, mecánica y apresurada.

Podemos usar información disponible para evaluar si existe una asociación entre la pérdida de legitimidad del gobierno y el aumento de la morosidad en el sistema bancario. Ciertamente, en su formulación original, el “derrumbe del modelo” es un asunto de mayor complejidad que el rechazo a una administración de turno. Pero ambos fenómenos no debieran ser independientes pues, si los sujetos experimentan el derrumbe del modelo, ¿no es acaso obvio que el rechazo al gobierno debiera aumentar? Asumo que sí.

Quizás Mayol no lo observa, pero la situación actual es en efecto una excelente oportunidad para probar su hipótesis en retrospectiva. Lo que hoy tenemos es básicamente la misma coalición de gobierno que le tocó administrar (desde fines del 2008 a buena parte del 2009) una de las peores crisis económicas de los últimos tiempos (“la gran recesión”), encabezada incluso por la misma presidenta. ¿Qué pasó entonces con la legitimidad de esa administración? ¿Y qué pasó después, en medio de la movilización social del 2011? Veamos.

Figura 1: Evolución de la Desaprobación al Gobierno y Morosidad Bancaria. Las líneas verticales azules indican el fin/inicio de tres administraciones distintas. El área gris indica la recesión económica del 2008-2009.

Figura 1: Evolución de la Desaprobación al Gobierno y Morosidad Bancaria. Las líneas verticales azules indican el fin/inicio de tres administraciones distintas. El área gris indica la recesión económica del 2008-2009.

La Figura 1 muestra la evolución conjunta de la morosidad del sistema bancario (el indicador que uso son las “Colocaciones Vencidas”; curva roja que debe ser leída contra el eje derecho) y el rechazo a las autoridades de gobierno (medida en la encuesta del CEP como el porcentaje de personas que “desaprueba” la gestión del gobierno; curva negra que debe ser leída contra el eje izquierdo). En gris se indica el período de recesión económica. La tendencia que muestran los datos es contraria a la sugerida por la hipótesis de Mayol: casi todo el período de recesión económica experimentado por la primera administración de Bachelet se caracterizó por una caída en los niveles de desaprobación al gobierno, mientras la banca registraba un aumento de sus colocaciones vencidas, es decir, un aumento del porcentaje de préstamos no pagados por los clientes bancarios. Por el contrario, luego de la recesión de los años 2008-2009, y en un contexto de recuperación y expansión económica, la desaprobación al gobierno de Piñera no hizo más que aumentar durante toda la primera mitad de su mandato, a la par que caía y volvían casi a su nivel pre-recesión el porcentaje de “cartera vencida” del sistema bancario nacional.

Por múltiples razones, que en conjunto pueden dar para otra o varias columnas más, la hipótesis central de Mayol –a mayor morosidad en un contexto de desaceleración económica, menor legitimidad del modelo (expresado aquí como “aumento de la desaprobación al gobierno”)– no se observó en la administración anterior de Bachelet, que lidió con una recesión económica mayúscula. Ciertamente, nada hace suponer que su actual administración logrará sortear un nuevo escenario económico adverso. Mi apuesta es que, de producirse una aguda crisis de legitimidad del modelo (o “derrumbe” del mismo), ésta no será gatillada por un aumento de la morosidad crediticia. Los chilenos están endeudados, qué duda cabe, pero una escalada en la morosidad de los mismos es un hecho que no se ha observado en crisis económicas anteriores. Menos aún un desplome de la legitimidad institucional originada por una alza de créditos impagos, o por la consecuente exclusión generalizada del sistema crediticio. Los datos mostrados más arriba sugieren, al menos, la ausencia de la asociación planteada. En todo caso, para un sociólogo, hablar sobre el futuro, como la posición intelectual misma de Mayol lo atestigua, es siempre una apuesta arriesgada y de resultado incierto. Valoro que Mayol haga sus apuestas de manera abierta. Es un sano ejercicio que yo mismo he practicado antes (aunque, ciertamente, a una escala mucho más modesta). En esta columna, y respecto del posible “derrumbe del modelo” à la Mayol, yo también he hecho la mía.

(*) Texto publicado en Red Seca.cl

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