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El búmeran de la Reforma Tributaria Opinión

El búmeran de la Reforma Tributaria

Fernando Medina y Felipe Kast
Por : Fernando Medina y Felipe Kast Investigador de Horizontal y diputado de Evopoli, respectivamente.
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El gobierno todavía está a tiempo de reaccionar, pero eso requiere de un liderazgo y convicción en materia de conducción económica que desgraciadamente no hemos visto en la actual administración. Esta es la mejor evidencia de que la Concertación que conocimos en el pasado ya no existe, y quizás la razón por la cual el ex Presidente Lagos decidió romper con su silencio.


Luego de cinco meses de debate el proyecto de reforma tributaria impulsado por el Ejecutivo ha demostrado ser un búmeran, pues a estas alturas genera más dudas que certezas incluso entre quienes al comienzo la miraban con buenos ojos. Y es que existe una preocupación fundada de que la reforma no logrará los dos objetivos que la inspiraron. Por una parte se cuestiona su capacidad para recaudar 3 puntos del PIB –sin ir más lejos, la estimación por parte del gobierno del 3,03% del PIB para el 2018 la realiza utilizando el PIB del 2013, por lo que alcanzaría solo el 2.6% en 2018– y al mismo tiempo la complejidad del nuevo régimen ha sepultado la aspiración de generar un sistema más justo. La principal incertidumbre y preocupación para los agentes económicos es que una vez puesta en marcha se abra un nuevo debate tributario; sobre la complejidad del mismo y sobre su incapacidad para recaudar lo prometido. Una buena reforma tributaria debe perdurar por décadas, como la de 1990. Aparentemente este no será el caso.

Sobre la recaudación y el impacto negativo en la inversión. El gobierno tardó meses en reconocer que su reforma afectaría negativamente a la inversión y el empleo. Desgraciadamente no fueron los estudios académicos previos –como debiera ser– sino la realidad económica del país lo que lo hizo caer en razón. Esta semana el Banco Central proyectó una caída de 4,1% en la inversión para el 2014. Hace un año proyectaba un crecimiento de 4,5% en la inversión. Ninguno de estos efectos dinámicos sobre inversión y crecimiento estructural se han incoporado a las estimaciones sobre recaudación, y tampoco el impacto fiscal de los nuevos espacios que se abren para la elusión.

[cita]La suma de los elementos anteriores abre un tercer factor que es aun más complejo; la sensación de que una vez aprobada, el debate tributario no termina. Y es que, al invertir, tanto o más importante que la carga tributaria es la certeza sobre las reglas de largo plazo. El acuerdo firmado en el Senado nos parece un esfuerzo genuino e importante para intentar enmendar el rumbo, pero el diseño final está lejos de entregar confianza a los agentes económicos. Subir los impuestos genera costos en la inversión, pero aprobar una reforma que aumenta la incertidumbre y que deja abierto el debate sobre las reglas del juego es especialmente complejo.[/cita]

Sobre la justicia del sistema. Desde un punto de vista ciudadano es fundamental que un sistema tributario sea simple. Si el actual sistema tributario es complejo, el proyecto de ley complejiza aún más el sistema. Las 200 indicaciones al proyecto de ley original contenidas en 235 páginas son la mejor muestra de que lo que se está aprobando es un diseño que tardaremos años en entender y que el SII será una fuente –empoderada– de interpretación arbitraria sobre lo que quiso decir el legislador. ¿Quiénes ganan? Los expertos tributarios y aquellos contribuyentes con la capacidad de organizarse jurídica y contablemente en la compleja nueva realidad. Como si fuera poco, la reforma incluye un perdonazo de impuestos a quienes tienen sus capitales en el exterior. Lo anterior atenta contra la equidad del sistema, tanto vertical como horizontalmente.

Sobre el uso de los recursos. Estamos de acuerdo con el gobierno respecto a que el gasto permanente debe ser financiado con ingresos permanentes, pero al no tener claridad sobre el destino de los recursos genera mayor incertidumbre. A seis meses de iniciado el gobierno todavía no conocemos la estructura financiera de la reforma educacional, y últimamente hemos visto que la reforma tributaria es un bolsilo de payaso que se ocupa para el anuncio de la semana. El caso más curioso ocurrió hace pocos días, cuando el gobierno anunció un plan para reactivar el crecimiento y la inversión pública que será financiado en un 50% con recursos que provienen de la reforma tributaria.

La suma de los elementos anteriores abre un tercer factor que es aun más complejo; la sensación de que una vez aprobada, el debate tributario no termina. Y es que, al invertir, tanto o más importante que la carga tributaria es la certeza sobre las reglas de largo plazo. El acuerdo firmado en el Senado nos parece un esfuerzo genuino e importante para intentar enmendar el rumbo, pero el diseño final está lejos de entregar confianza a los agentes económicos. Subir los impuestos genera costos en la inversión, pero aprobar una reforma que aumenta la incertidumbre y que deja abierto el debate sobre las reglas del juego es especialmente complejo.

A la luz de los antedecentes expuestos nos parece una mala idea que la cámara de diputados apruebe una reforma tributaria que está afectando negativamente a la inversión, donde no existe claridad sobre el uso de los recursos, y donde tampoco lograremos avanzar sustantivamente en equidad tributaria. El gobierno todavía está a tiempo de reaccionar, pero eso requiere de un liderazgo y convicción en materia de conducción económica que desgraciadamente no hemos visto en la actual administración. Esta es la mejor evidencia de que la Concertación que conocimos en el pasado ya no existe, y quizás la razón por la cual el ex Presidente Lagos decidió romper con su silencio.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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