En unas horas el gobierno ingresará los lineamientos del presupuesto de la nación para el 2015 para su tramitación legislativa. Al respecto, el ministro de Hacienda, Alberto Arenas, ha señalado que “el momento económico amerita una política fiscal expansiva”, a lo cual me permito agregar, que también se requiere de una política pública de salud mental incisiva e inclusiva para que de una vez por todas deje de ser el “pariente pobre” de la salud en Chile.
De acuerdo a información emanada del mismo Ministerio de Salud, entre el 2008 y el 2013 bajamos de un 3,1% a un 2,16% del total del presupuesto de salud destinado a salud mental. Creo no equivocarme al plantear que esta cifra resulta vergonzosa dado que nuestra meta como país era llegar a un 5% al año 2010, estimado como necesario por la Organización Mundial de la Salud.
En los últimos 20 años hemos tenido importantes avances, por ejemplo, en la implementación del plan nacional de salud mental y psiquiatría en el tratamiento e inserción en su comunidad de las personas con discapacidad mental a través de residencias protegidas, hogares familiares y otras alternativas concretas de humanización y dignidad.
Pero no podemos quedarnos indiferentes cuando según el informe de DD.HH. del Observatorio de Personas con Discapacidad Mental, tenemos brechas de atención tan importantes como un centro de salud mental comunitaria por cada 167 mil habitantes, cuando el estándar es uno cada 40 mil personas. El bajo presupuesto destinado a salud mental es el principal factor de instalación de un modelo de atención que mejore la calidad de vida de las personas y sus comunidades.
Tanto usuarios como familiares e instituciones de la sociedad civil que trabajamos vinculados a temas de salud mental, esperamos con mucha esperanza escuchar hoy un planteamiento explícito de la autoridad, sobre este tema.
María Isabel Robles Meza
Directora ejecutiva Fundación Rostros Nuevos
