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Las fichas que nos toca mover

Juan Carlos Feres
Por : Juan Carlos Feres Presidente Fundación Superación de la Pobreza
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La superación de la nueva (y no tan nueva) pobreza exige que nuestro país sea capaz de impulsar políticas y programas de nuevo cuño. Pero además, exige que éstas sean comprendidas y concebidas como una manera de construir sociedad, de establecer un vínculo con los ciudadanos y de generar espacios de convocatoria, donde el llamado sea a construir juntos un Chile justo, equitativo, inclusivo y democrático.


Para comprender bien el desafío de superación de la pobreza que hoy enfrentamos como país, y que se nos recuerda con especial énfasis cada 17 de octubre, tenemos que atender primero al complejo contexto en que estamos inmersos. Para empezar, Chile atraviesa un proceso de profundas reformas a su sistema de políticas públicas, en un momento en el que la diferencia entre pobreza y no pobreza va mucho más allá del tener comida suficiente o no tenerla, y que requiere de una transformación profunda de las relaciones sociales que la generan y la hacen persistir. Pero para avanzar, como queremos, en el objetivo de superación de la pobreza, las políticas sociales deben hacer frente a esta complejidad. Somos un país considerado “de renta media”, pero que es asolado por profundas desigualdades sociales, y que tiene que enfrentar eso que se ha venido en llamar «nueva pobreza». Ése es el tablero sobre el que nos movemos. Ahora: ¿cuáles son las fichas que nos toca mover?

En primer lugar, como país necesitamos una estrategia clara para superar una pobreza marcada por un elevado dinamismo que alcanza al 50% de la población, lo que se traduce en que si bien tenemos cerca de un 15% de pobreza, quienes la viven no son siempre los mismos. Esos mismos que tienen experiencias de segregación y mala educación para sus hijos, salud, que habitan barrios segregados, marcados por la delincuencia y que utilizan un transporte público deficiente. Esa es la cara de nuestra nueva pobreza: inseguridad, vulnerabilidad y exclusión social. La vulnerabilidad y pobreza en el Chile de hoy no es más que el reflejo de una sociedad segmentada a la hora de satisfacer nuestras necesidades más básicas.

Esto es algo que no debiera postergarse por más tiempo. Por ello necesitamos aclarar la manera en que vamos a comprender la pobreza a partir de ahora; cómo vamos a medirla y a estudiarla, cuáles serán los aspectos principales sobre los que construiremos esa estrategia. En esto no es aconsejable avanzar en tinieblas, ni mucho menos ensayar con prueba y error.

Si estamos convencidos que nuestra sociedad debe entregar pisos mínimos de bienestar para que todas las personas tengan reales oportunidades de desplegar sus capacidades; requerimos, particularmente en materia de superación de pobreza, que las autoridades profundicen en los anuncios sobre enfoque de derechos en las políticas sociales. Necesitamos una mayor claridad desde los poderes Ejecutivo y Legislativo. ¿Cuáles son las consecuencias y los alcances de ese enfoque? ¿Cómo influye en las reformas que están en curso? Este punto es crucial para ordenar y operar sobre los compromisos que el Gobierno ha adquirido con la ciudadanía, por ello debiera despejarse cuanto antes. Es fundamental que se entreguen directrices claras y se abra un diálogo serio y fructífero entre la sociedad civil y el Gobierno en la materia.

En este plano, fortalecer el liderazgo y visión estratégica del Ministerio de Desarrollo Social es fundamental, sobre todo si tenemos en cuenta que ahora mismo nos movemos sobre un complejo escenario de reformas sociales.

Una de las debilidades que se deriva de una cierta indefinición que aún tenemos como país en materia de pobreza, es ciertamente la forma en que medimos la pobreza, ya que es difícil cambiar una realidad que se desconoce. No es que un cambio en la medición de la pobreza vaya a solucionar mágicamente todos los problemas, pero es urgente poner las mediciones al servicio del cambio social y de este imperativo de conocimiento y acción. Necesitamos una medición nueva y útil, de metodologías combinadas y complementarias, para que Chile reconozca por fin cuál es la pobreza que experimentan sus ciudadanos.

De manera paralela debemos avanzar con urgencia en un proceso a los sistemas de focalización social vigentes hasta la fecha y cuyo paradigma ha sido una selección de beneficiarios de programas para pobres. Es imperativo frenar esa exigencia vergonzosa de tener que «demostrar miseria». Tenemos que terminar con las etiquetas que colocamos a los ciudadanos según los resultados de un puntaje en el que siempre el factor ingreso es el más relevante, en circunstancias que como ya hemos apuntado, las experiencias de nuestra pobreza tienen componentes que van mucho más allá del tener. Entonces, ¿Cómo vamos a superar la pobreza si sólo se basa en programas para “pobres”, y no en medidas efectivas que permitan su inclusión en la sociedad?

Las políticas de superación de la pobreza y de inclusión social deben elaborarse no sólo de cara a la ciudadanía, sino CON la ciudadanía. Sin embargo, los niveles de permeabilidad del Estado a la participación social todavía son demasiado bajos. Tanto es así, que no existe un diálogo inclusivo, permanente y mucho menos vinculante con las comunidades receptoras de las políticas sociales. Si queremos que nuestro país produzca políticas sociales de calidad y altamente valoradas por la población beneficiaria, es urgente establecer desde el Gobierno un método de consulta permanente con las organizaciones sociales.

La superación de la nueva (y no tan nueva) pobreza exige que nuestro país sea capaz de impulsar políticas y programas de nuevo cuño. Pero además, exige que éstas sean comprendidas y concebidas como una manera de construir sociedad, de establecer un vínculo con los ciudadanos y de generar espacios de convocatoria, donde el llamado sea a construir juntos un Chile justo, equitativo, inclusivo y democrático.

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