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Sueldos de parlamentarios: un serio problema de representación

Gonzalo Vial L.
Por : Gonzalo Vial L. Geógrafo. Director Ejecutivo de Fundación Huella Local
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Ya decía Portales que “primero consentiría en perder un brazo o enterrarme en el barro que en consentir que se cobrase un peso al fisco”. Y hace unos días el Presidente Mujica señaló que “a los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política; son un peligro”


Durante el mes de abril los diputados Boric y Jackson presentaron un proyecto de Ley que pretendía reducir en un 50% la dieta de los parlamentarios. Una exigua cantidad de diputados apoyaron la moción, sin embargo, la idea fue criticada por la gran mayoría variopinta de la Cámara, llegando a esgrimirse argumentos peyorativos, por decir lo menos, respecto de la iniciativa.

Algunas de las voces que se pueden mencionar fueron, por ejemplo, los parlamentarios UDI, quienes consideraron la iniciativa como «parte de un show» y, particularmente, el diputado y jefe de bancada del mismo partido, Sr. Felipe Ward, quien los instó (a Boric y Jackson) a “renunciar desde ya en Tesorería, en el segundo piso del Congreso, a la mitad de su dieta o pueden donar también esa cantidad de dinero”. Menos directo pero más irónico fue el Sr. Pepe Auth del PPD, quien expresó que “hasta el 10 de marzo vivían probablemente de una mesada de sus padres y cualquier ingreso lo habrían considerado excesivo… si yo tuviera 25 años y no tuviera ninguna obligación ni de hijos ni de pensiones alimenticias, ni tampoco la experiencia de estar en un distrito que exige presencia, participación, colaboración, probablemente pensaría lo mismo», esto como si existiera alguna bonificación en los sueldos del resto de los ciudadanos por número de familias conformadas, o dobles nupcias.

[cita]Ya decía Portales que “primero consentiría en perder un brazo o enterrarme en el barro que en consentir que se cobrase un peso al fisco”. Y hace unos días el Presidente Mujica señaló que “a los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política; son un peligro”.[/cita]

Ahora, ¿cuál fue el sustento que los diputados utilizaron para defender la iniciativa? En primer lugar, se habló de un sueldo ético, argumento que años atrás ya había sido condenado para aumentar el salario mínimo donde expertos economistas lo rechazaron y que nuevamente, en este caso, tampoco sirvió. Luego se habló de multiplicar el sueldo mínimo en 20 veces y no 40 como es hoy en día, lo que parece razonable considerando que nuestros honorables son los mejor pagados de la OCDE (en pocos rankings de este selecto grupo estamos n.° 1) y también alcanzan el primer lugar en la relación entre sus ingresos y el PIB per cápita, llegando casi a 12 veces este.

Como primera reflexión, parece ser que a la ciudadanía este tema no le parece cercano o considera que no le afecta. Y es que existe una línea argumental más poderosa, a mi juicio, que creo que fue omitida por los parlamentarios y que está en la base de la discusión. Podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿cuál es la diferencia entre un parlamentario entendido como representante de la ciudadanía y un dirigente sindical, un presidente de curso, junta de vecinos o comité de vivienda? La primera diferencia que salta a la vista en esta discusión es, por cierto, el sueldo. Pero saliendo del argumento económico, creo que los dirigentes llevan en su fuerza y liderazgo la genuina intención de representar a su gente, quienes por mandato y libre elección entregan su voto a la causa o idea que dicho líder representa, en distintos ámbitos: territoriales, gremiales, sindicales.

En este sentido, la representación ciudadana como valor fidedigno de liderar procesos y encarnar sueños de muchos con los que compartes una realidad que pretendes cambiar, no puede estar atravesada por el interés económico particular y legítimo en otros ámbitos, sino por el interés político, moral y valórico de las ideas, los problemas cotidianos y el futuro de la República, es decir, del colectivo. Cuando tenemos representantes con tal nivel de prerrogativas se abre un espacio para quienes no te quieren representar sino representarse, para perpetuar el privilegio y no abrir espacios, para generar leyes que beneficien intereses particulares y no propicien el bien común.

Como contrapartida, considero que la legítima retribución para el político, dirigente o parlamentario (que son lo mismo), debe ser buscar recompensa en el respeto de los ciudadanos, en el cargo de representación en sí mismo y en el poder de decidir por el resto. Ya decía Portales que “primero consentiría en perder un brazo o enterrarme en el barro que en consentir que se cobrase un peso al fisco”. Y hace unos días el Presidente Mujica señaló que “a los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política; son un peligro”.

En conclusión, una vez más el Parlamento desaprovecha una oportunidad para legitimarse frente al pueblo, de mostrar sensibilidad frente a la realidad de la inmensa mayoría del país y de demostrar que quienes lo integran tienen el más puro interés de ser voz y voto de sus electores, tal como el que se presenta en la lista para ser presidente de curso o de la junta de vecinos, quienes ocupan horas de su tiempo no remunerado en trabajar por la causa, cualquiera sea esta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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