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ME-O: el premio a los liderazgos outsiders Opinión

ME-O: el premio a los liderazgos outsiders

Edison Ortiz González
Por : Edison Ortiz González Doctor en Historia. Profesor colaborador MGPP, Universidad de Santiago.
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Son precisamente el gobierno, con sus zigzagueos, y la Nueva Mayoría (aunque ahora parece que también la UDI), con su desorden, los que trabajan incansablemente para que el aspirante del PRO se consolide en la pole position por la carrera presidencial. Mala temporada para los actores políticos convencionales: cae el gobierno y fracasa el gabinete personalista, baja sustantivamente la NM, pero también se desploma la derecha. Sin embargo, en esa especie de agotamiento del relato político que tal vez cobre sus primeras víctimas en las próximas municipales, la gente sí premia a los outsiders (ME-O, Ossandón, el propio Velasco y, en menor medida, Isabel Allende), a la vez que reafirma su voluntad de cambio.


Hace apenas un año, el recién estrenado pacto electoral Nueva Mayoría (NM), cuya novedad era la incorporación del PC en una coalición que iba desde la falange al partido de Recabarren, se aprestaba a propinarle la derrota más estrepitosa a la derecha de la que se tenga memoria –eso sí, en un contexto de alta abstención– desde el histórico triunfo de Frei Montalva que la obligó a su refundación.

Han pasado exactamente casi 12 meses y los que ayer se aprestaban a cantar victoria aparecen cuesta abajo en la rodada y con su principal figura, Michelle Bachelet, ya alcanzada por las esquirlas del enojo ciudadano y con el desprestigio absoluto de la elite política tradicional.

También, hace apenas un año, ME-O obtenía un escuálido 10% cuyo único mérito era colocarse por sobre Franco Parisi y alcanzar así la tercera preferencia lejos, muy lejos de Michelle Bachelet. Su última imagen de aquella noche es con su entorno familiar yendo a saludar a sus adherentes. Después de emitir una declaración inoportuna (no iría a votar por Bachelet en segunda vuelta), desapareció por unos meses y al parecer la soledad de la derrota lo hizo volver con nuevos bríos y rectificar errores.

Mucho más tarde confesaría que “nunca me sentí tan solo como en esa campaña”. Luego de renovar su discurso y apoyar con toda su fuerza las reformas emprendidas (aunque siempre enfatizando que “eran insuficientes”), hoy el hijo de Miguel Enríquez aparece no solo empatado con la Presidenta en valoración positiva sino que es el mayor emblema de las promesas de cambio que enarboló la actual mandataria pero que, por la impericia en su implementación, el desorden en su coalición, la crisis económica y la oposición frontal de empresarios, no han podido llegar a puerto o han sido desinfladas por intereses mezquinos en el camino.

Y el logro de ME-O no ha sido con mucho esfuerzo, por el contrario, tal como lo planteé hace un par de meses, son precisamente el gobierno, con sus zigzagueos, y la Nueva Mayoría (aunque ahora parece que también la UDI), con su desorden, los que trabajan incansablemente para que el aspirante del PRO se consolide en la pole position por la carrera presidencial. Mala temporada para los actores políticos convencionales: cae el gobierno y fracasa el gabinete personalista, baja sustantivamente la NM, pero también se desploma la derecha. Sin embargo, en esa especie de agotamiento del relato político que tal vez cobre sus primeras víctimas en las próximas municipales, la gente sí premia a los outsiders (ME-O, Ossandón, el propio Velasco y, en menor medida, Isabel Allende), a la vez que reafirma su voluntad de cambio.

EL FRACASO DE LA NUEVA MAYORÍA

Entre los dos modelos de gabinete que tuvo a mano la Presidenta para elegir a su primer elenco de gobierno –un gabinete personalista o uno de coalición– sabemos que optó por el primero para evitar los desaguisados de su primer mandato. Aunque, como se dijo en la oportunidad, el costo podía ser alto si el modelo fracasaba, pues se traspasaría directamente a la Mandataria y es eso lo que reafirman las encuestas: el aumento de la desaprobación a su gobierno es, desde ahora, directamente proporcional a su caída como figura. Ni La Moneda ni menos la coalición han podido resolver los problemas que ya se hicieron evidentes desde el momento mismo de las designaciones y con mucha mayor fuerza a partir de la tramitación de la reforma tributaria que terminó “cocinándose” entre la casa de un economista broker de grupos empresariales y el departamento de un conocido senador pelucón.

[cita]Entre los dos modelos de gabinete que tuvo a mano la Presidenta para elegir a su primer elenco de gobierno –un gabinete personalista o uno de coalición– sabemos que optó por el primero para evitar los desaguisados de su primer mandato. Aunque, como se dijo en la oportunidad, el costo podía ser alto si el modelo fracasaba, pues se traspasaría directamente a la Mandataria y es eso lo que reafirman las encuestas: el aumento de la desaprobación a su gobierno es, desde ahora, directamente proporcional a su caída como figura.[/cita]

La coalición tampoco contribuye mucho. Por el contrario, aparece siempre en disputas egoístas y con sus representantes enfrentándose unos con otros. La NM no ha podido superar su fase de “conglomerado electoral” para transformarse en una alianza programática de gobierno. Por el contrario, la disputa se ha agudizado y cada vez más abiertamente algunos de sus socios ponen de manifiesto “su incomodidad” con ella.

El último intento por ordenar las filas los hizo nuevamente enfrentarse. Así, mientras Osvaldo Andrade se autoflagelaba –“hemos cometido muchos errores como coalición”–, haciendo recaer gran parte de la responsabilidad en los partidos, Aldo Cornejo, presidente de la Cámara de Diputados, decía todo lo contrario y apuntaba directamente al gobierno: “En los últimos días se dieron tres factores que generaron preocupación y malestar en el Parlamento”, refiriéndose con ello a los impasses provocados por la agenda legislativa impulsada por el Ejecutivo, el tratamiento de la Ley del Lobby y el reajuste del sector público.

Como si fuera poco, la idea de una nueva Constitución volvió a generar roces, ya que mientras algunos siguen postulando la convocatoria a una asamblea constituyente (de hecho, hay una mesa transversal en el Senado en la que se incluye a la propia Isabel Allende), Ignacio Walker les pega un portazo al reiterar que el cambio constitucional debe hacerse sobre la base de un acuerdo bicameral (Proyecto Zaldívar-Escalona) que, luego, debiera ser sometido a su aprobación por parte de la ciudadanía.

El gobierno tampoco aclara mucho el panorama y pareciera que no tiene un diseño definido. Cerro Castillo no sirvió de mucho. Tampoco lo fue el nocaut propinado por las encuestas, puesto que La Moneda lo explicó en términos de “pérdida de apoyo de los propios” (lo que incluye los partidos), opinión que fue refrendada por la secretaria general del PS al señalar que “los partidos de la Nueva Mayoría son ahora los que principalmente tienen que hacerse una autocrítica”. Aunque Ignacio Walker dijo absolutamente lo opuesto: “La gente dio una oportunidad para hacer las cosas de manera diferente y no resultó… Desde La Moneda han impuesto formas que a todas luces no resultan”.

Pepe Auth, otro connotado oficialista, siguiendo la moda impuesta por la UDI, también se rebeló y pidió al Ejecutivo “bajar la soberbia”. Los resultados de los sondeos tampoco lograron el milagro de poner de acuerdo al gobierno con sus dirigentes políticos. En cambio ME-O, el outsider, en una inteligente y cauta lectura de sus resultados, no las emprendió ni contra Bachelet (sí fustigó a Piñera) ni contra la NM, solo enfatizó que “es tiempo de reformas, no de elecciones”.

Y es que, aunque les cueste reconocerlo, ME-O también es el responsable indirecto de la naturaleza dispar de esta feble coalición y donde solo se incluyó al PC nada más que por el miedo escénico que provocaba el candidato outsider en las huestes falangistas. Sin el peligro y el fantasma del ex diputado, el PDC jamás habría aceptado al PC como socio. Así como la coalición oficialista debe sincerar la naturaleza de su propósito y su relación de aquí en adelante con el favorito de las encuestas (así ya lo ha hecho Andrade y estoy casi seguro que así también lo está haciendo Solari).

Pero el éxito futuro de ME-O no solo depende de los desaguisados de la NM y del gobierno, para triunfar requiere un cierto éxito del Ejecutivo y en eso será clave lo que haga o deje de hacer la Presidenta. Y si bien es cierto que su gabinete personalista fracasó –otros lo llaman el Gabinete Fantasma, con siete ministros que no conoce casi nadie, un equipo político descoordinado y un vocero de gobierno al que, pese a su permanentemente exposición mediática, sólo ubica el 56% de los encuestados por Adimark–, la decisión para su reemplazó será determinante para el resultado de las reformas. Porque no basta con que el actual elenco, que requiere necesariamente una cirugía mayor, sea reemplazado por uno de coalición si son los partidos y sus operadores quienes tomen el control del Ejecutivo, pues se repetirá lo que ya vimos en su anterior administración y las aspiraciones de cambio mutarán a manos en alto, pero con su espíritu muerto.

Igual situación ocurre en regiones, donde se repite la impericia y las dificultades de gestión política –con la excepción del autonomizado y empoderado Huenchumilla–, lo que se agrava con la consolidación ya casi definitiva de la figura del intendente-secretario del parlamentario más votado a cuya sombra se ha ido descomponiendo y tornándose nauseabunda la administración pública regional.

ME-O: ¿CON QUIÉN VA A GOBERNAR

La pole position que tomó Marco luego de las encuestas es el nítido reflejo de que su apuesta por recoger las banderas del cambio que enarboló y legitimó el año pasado Michelle Bachelet le han rendido sus frutos, pero también lo comprometen. En efecto, hasta ahora, el aspirante outsider es quien mejor interpreta el espíritu epocal de transformaciones: la sociedad hoy, ante las vacilaciones y zigzagueos de la mandataria, está decidiendo traspasarle esa responsabilidad al ex candidato presidencial progresista. A su vez, la gente lo recompensa por su distanciamiento con los partidos políticos tradicionales y no es casualidad que mientras crecen en cada encuesta aquellos que se desafectan de los partidos políticos (el 50% no se identifica con ninguna coalición política), también aumente el respaldo al ex diputado díscolo.

Pero las palabras pronunciadas por una señora en una feria calaron y le plantearon a ME-O su principal dificultad: la constitución de un elenco transversal que entregue seguridad a un potencial electorado, mayor de edad, a quien le agrada el candidato pero que aún mantiene sus reservas pues no sabe a ciencia cierta quiénes lo acompañarán en su gestión. ME-O, además de ser coherente con su imagen reformista, tendrá otra tarea tanto o más compleja que ésta: apostar por fortalecer el profesionalismo en un Estado que la derecha y la NM asaltaron sin compasión y donde abunda el pituto, la piratería, el nepotismo y, cuando no, derechamente, la cleptomanía.

Será difícil volver a construir un aparato público profesional y de prestigio, en un Estado capturado por intereses mezquinos de autoridades políticas y en particular en regiones por clientelas parlamentarias que están enquistadas y que, a veces, funcionan al margen de toda formalidad legal. En ese sentido el presidenciable, ante la ausencia de una coalición tradicional de apoyo –pese a su optimismo será difícil que el PDC y también Isabel Allende o Camilo Escalona lo dejen ir en la papeleta de las primarias–, deberá apostar por revertir su falta de apoyo político haciendo un compromiso por realizar las reformas no con patotas parlamentarias sino con los profesionales de carrera del Estado, ofreciéndoles durante su mandato cooperación y una actitud de respeto a su carrera laboral, independientemente de su opción política. El Estado cooptado, como tantas otras cosas, ya no resiste más.

Ante el zigzagueo y el “acomodamiento” y la mantención del statu quo que hizo parte de la NM en vez de emprender las reformas prometidas, la ciudadanía reconoce en ME-O –también en la senadora Allende– al continuador de las reformas que la sociedad aspira. En tal sentido, y contra lo que señala la derecha y una parte del PDC, el ánimo social de innovación está vivo y coleando y no es casual que, en paralelo al ascenso de ME-O, seguido por Isabel Allende, sean las áreas de educación, salud y sueldos (y con ello la pobre jubilación) las que figuran entre los cuatro primeros problemas que debe resolver el gobierno. Reafirma aquello el dato de que hay un alza a 57% de quienes se identifican con la afirmación de que “en ninguna circunstancia se pueden aceptar altas desigualdades en los ingresos”.

OSSANDÓN POR LOS PALOS

Así como la gente premia al aspirante progresista, también lo hace con otros outsiders, como Andrés Velasco –que está en carrera hace tiempo– y, en particular, Manuel José Ossandón, que es lo más parecido al ME-O de hace cinco años y quien, al igual que el líder del PRO, se caracteriza por tener opinión propia y, además, comunicarla sin tapujos, lo que no pocas veces lo ubica como un outsider de la derecha.

Al igual que Marco hoy, no pocas veces habló bien no solo de Michelle Bachelet, sino antes lo hizo también sobre Ricardo Lagos, y en más de alguna oportunidad criticó abiertamente la manera en que el sector, y en particular la UDI, atacó a la actual mandataria, al punto que, durante la campaña pasada y cuando el gobierno de Piñera la eligió como blanco de sus críticas, llegó a decir –lo que molestó al gremialismo– que “si seguían criticando a Bachelet, le regalarían el gobierno”. El olfato y cable a tierra del ex alcalde, quien también en más de alguna ocasión manifestó que “las reformas son necesarias y conversables”, es premiado por la gente que lo ubica como el personaje mejor evaluado de la derecha, lejos, muy lejos, del último de la fila: el presidente de la UDI Ernesto Silva.

Y es meritorio lo del senador por Santiago Oriente, pues no pocas veces ha dicho, a quien lo quiera escuchar, que el sector requiere reformularse, que no existe solo para defender prebendas y privilegios, sino también para interpretar y representar a la gente. La bajada de un 20 a un 16% de la Alianza es dramática y compleja. Su desplome es otro de los símbolos  de los tiempos terminales. La agresiva arremetida de la UDI y la extraña performance de Matthei no tienen correlato en la sociedad actual y evidencian a un sector muy desconectado de la realidad, aunque ellos se rebelen para representarla. Más que nunca, la gente pareciera decir que en la Alianza no hay esperanza alguna: siguen viviendo en la cultura de la hacienda, atrincherados en su poder de veto que cada día se hace más feble. Malos tiempos para el gobierno y las coaliciones, con la excepción de los liderazgos individuales. El país parece que quisiera comenzar a decir que desea elegir a un outsider.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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