Publicidad

Qué significa la popularidad de Bachelet

Rodolfo Fortunatti
Por : Rodolfo Fortunatti Doctor en Ciencias Políticas y Sociología. Autor del libro "La Democracia Cristiana y el Crepúsculo del Chile Popular".
Ver Más

Cuantos más obstáculos se pongan en el cauce de las reformas, más viable será la correlación de fuerzas a favor de una alternativa de centro-izquierda desde fuera de la Nueva Mayoría. Cuanto más capital político deba sacrificar Bachelet en defensa de su programa, más vigoroso se tornará el liderazgo de Enríquez-Ominami.


Los holandeses llegaron a la convicción de que enfrentarse a los ríos no servía de nada, pues por muy elevados que construyeran los diques de contención, una vez desbordados sus cauces siempre hallarían un sitio por donde salir. Por eso, la alternativa de manejo de los afluentes que terminó por imponerse consiste en suprimir los diques y devolver los terrenos inundables a los ríos.

Algo semejante al comportamiento de los cursos fluviales, sucede con las demandas sociales trabadas por el sistema político: siempre encuentran un cauce por donde expresarse. A veces de modo gradual y controlado; otras veces arrastrando consigo las barreras políticas e institucionales que parecían más firmes. ¿Cuál es la salida que están explorando hoy en Chile las grandes expectativas de reforma social? ¿Hacia dónde está mirando la opinión pública que empieza a ver frustradas sus aspiraciones?

Los más entusiastas críticos de las reformas piensan que el descontento de la opinión los está beneficiando. Creen que la pérdida de popularidad de la Presidenta, es un llamado a terminar con la denominada fiebre de reformas. Dicen que se debe a que Michelle Bachelet no sólo se ha alejado de la gente, sino que se ha puesto en contra de la gente. Hay quienes desde el empresariado le imputan haber abandonado… ¡el sentido de las protestas de 2011! Y los más audaces la exhortan a ajustar el programa de gobierno a la realidad.

Si estos frenos al proceso fueran el cauce que están buscando las expectativas de cambio de la población, entonces lo lógico sería que se reflejaran en una fuerza, en un movimiento o en un liderazgo político. Pero lo que se observa es que la derecha no se robustece con el descontento y, por el contrario, su postura intransigente es castigada por la opinión. Tampoco el descontento se traduce en fortalecimiento de la oposición. Y, frente a la presencia del ex Presidente Piñera, la centroderecha no ha visto aparecer liderazgos políticos alternativos. Pudo haberlo sido Andrés Velasco y Fuerza Pública, su colectividad, pero no bien acabamos de verlos subirse al escenario cuando asistimos al declive de su figuración. Por último, las voces democratacristianas más duras con la gestión de Bachelet, pese a su amplio despliegue comunicacional, no han conseguido cosechar los frutos de la desafección.

¿Quién entonces está encarnando la salida del actual bloqueo político? Visto en principio como un dato curioso —sólo porque su adhesión logró superar a la de Bachelet—, el liderazgo de Marco Enríquez-Ominami se instala, sin embargo, como una tendencia estructural de la opinión pública. Una preferencia que se consolida cada día que pasa, constituyéndose en una opción que, alimentada por las falencias de la Nueva Mayoría, no para de crecer y promete revelar su poderío donde es más fuerte: en los municipios.

¿Qué representa Enríquez-Ominami? De entrada, ni su discurso ni el Partido Progresista, su movimiento político, entrañan un freno a las reformas. Seguidamente, su ascendiente se extiende a un conjunto de fuerzas de centro-izquierda que, entre otras señas de identidad, abogan por una asamblea constituyente, defienden la educación como un derecho social y propugnan una reforma tributaria más audaz que la realizada. Y aunque el PRO carece de representación parlamentaria, su fuerte radica en un electorado independiente de las principales alianzas políticas. Con todo, su oferta política abre un horizonte de incertidumbre.

Cuantos más obstáculos se pongan en el cauce de las reformas, más viable será la correlación de fuerzas a favor de una alternativa de centro-izquierda desde fuera de la Nueva Mayoría. Cuanto más capital político deba sacrificar Bachelet en defensa de su programa, más vigoroso se tornará el liderazgo de Enríquez-Ominami.

Si no se desea una acumulación explosiva de la demanda social que acabe con la estabilidad, la paz y el progreso, será necesario devolver a las expectativas ciudadanas los terrenos que ésta ha conquistado a la democracia representativa.

Publicidad

Tendencias