Se ve en el horizonte que la aplicación de la reforma laboral puede gestarse de manera gradual, sin generar costos a los trabajadores ni tampoco a la capacidad productiva de la empresa. Al contrario de lo que muchos creen, que la reforma se aplique de manera gradual puede resultar beneficioso para avanzar de mejor manera en materia de garantías laborales.
La reforma laboral próxima a ingresar al Congreso puede constituir una oportunidad no sólo para estimular la productividad nacional, sino que también para encontrar en los sindicatos los mejores canales de protección para el trabajador y sus familias.
Como todos sabemos, la esencia de una buena reforma se basa en la confianza entre las partes. Según la OCDE, solo un 13% de la población en Chile confía en las demás personas, muy por debajo del promedio de la región, que alcanza el 59%. Esto, en principio, impediría mejores acuerdos entre las partes.
Si a lo anterior sumamos que, dentro de los países miembros de la OCDE, Chile posee las menores tasas de sindicalización, en donde 12 de cada 100 trabajadores negocian colectivamente, mientras que en la Unión Europea la tasa de sindicalización promedio es de 23%; tenemos que los resultados que podemos lograr a partir de una buena reforma laboral pueden ser positivos para los diferentes miembros de la comunidad productiva.
[cita]Se ve en el horizonte que la aplicación de la reforma laboral puede gestarse de manera gradual, sin generar costos a los trabajadores ni tampoco a la capacidad productiva de la empresa. Al contrario de lo que muchos creen, que la reforma se aplique de manera gradual puede resultar beneficioso para avanzar de mejor manera en materia de garantías laborales. [/cita]
Una manera de lograr una buena reforma laboral es sincerando el debate; reconociendo que existen muchos empresarios que abusan de la capacidad de nuestros trabajadores, debido al impago de hora extras, bajos sueldos, prácticas antisindicales o trabajos donde no se cumplen las mínimas garantías que permitan darle dignidad al trabajador en su labor diaria. Pero a la vez que se reconoce esta ausencia de ética laboral por parte del empresariado, se debe establecer que una buena representación sindical pasa cuando estas distintas agrupaciones de trabajadores cumplen con su rol social, es decir, que la naturaleza del sindicato no se desvirtúe ni su función se desvíe, pues su finalidad es representar los intereses de los trabajadores y no sustituir la tarea de las organizaciones políticas.
Ahora bien, una buena manera de retomar las confianzas entre los miembros de la actividad productiva, dado el contexto político y económico que se vive, es continuar con el trabajo logrado en “la declaración de voluntades entre la CUT y la CPC” que se generó el año 2012 como elemento unificador entre las partes, en donde el diálogo y los consensos son la vía natural para lograr acuerdos sustentables en el tiempo; generando a partir de ello beneficios para toda la comunidad productiva.
Ante eso, se ve en el horizonte que la aplicación de la reforma laboral puede gestarse de manera gradual, sin generar costos a los trabajadores ni tampoco a la capacidad productiva de la empresa. Al contrario de lo que muchos creen, que la reforma se aplique de manera gradual puede resultar beneficioso para avanzar de mejor manera en materia de garantías laborales.
En conclusión, la futura reforma laboral que implementará el gobierno, puede ser una muy buena manera para generar un cambio cultural y comenzar a ver a la empresa como una comunidad de trabajadores. Ante ello, los desafíos que Chile enfrenta en la actualidad confirman la necesidad de avanzar hacia una nueva forma de entender esa dicotomía empleador–trabajador, y lograr mayores niveles de cohesión social entre los actores claves. La experiencia internacional muestra cómo en otros países se han impulsado reformas que han tenido éxito en construir consenso sobre los principales problemas laborales y Chile no puede restarse de esta oportunidad.