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Pedagogía de la ternura

Carlos Vásquez Órdenes
Por : Carlos Vásquez Órdenes Magister en Educación (Universidad de Chile). Ex Dirigente Nacional Colegio de Profesores
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Es que la escuela tiene un pecado original, es una imposición de la sociedad moderna que arrebató los hijos a la familia y el Estado se hizo cargo de su educación, transformándose en una escuela nacional para toda la población. No fue fácil establecer la educación primaria obligatoria en Chile, tuvo sus detractores, que manifestaban su pesar afirmando: “Maldita instrucción que redimiendo siervos nos va dejando poco a poco sin inquilinos”. Nuestro orgullo nacional: la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria demoró varias décadas en concretarse.


En el escenario pedagógico ocurren muchas cosas virtuosas pero poco conocidas, porque –como decía Facundo Cabral– “una bomba mete más ruido que millones de caricias” y en una actividad tan ligada a lo humano como es la docencia hay aciertos y errores que la rutina escolar convierte en agobiantes, al extremo que este tema forma parte de la agenda corta entre el Ministerio de Educación y el Colegio de Profesores.

Esta inconformidad se expresa en el malestar docente, fenómeno internacional, en la desmotivación del profesor como consecuencia de la sobrecarga de trabajo que le imponen las instituciones escolares, la falta de apoyo y reconocimiento a su labor, la precariedad del salario que recibe y su proceso de proletarización, las múltiples dificultades a las que se enfrenta cotidianamente por la carencia de materiales de apoyo y de espacios adecuados para llevar a cabo su trabajo educativo.

En el “Estudio de la salud laboral de los profesores en Chile” (PUC, 2003) se sugiere la realización de campañas de reconocimiento social del profesorado, orientadas a la opinión pública, con el propósito de validarlos frente a los estudiantes y apoderados y a la sociedad en su conjunto, con el objeto, a mediano o largo plazo, de mejorar el estatus social del profesor.

Solía comentar nuestro Premio Nacional, el profesor Roberto Munizaga: “Ser profesor siempre será peligroso”. Ahora no es porque invadan los campos y siembren ideas emancipadoras, se les culpa de los bajos aprendizajes y se les perfecciona no para elevar su estatura intelectual sino para superar sus déficits con el mismo método que se enfrenta la rehabilitación alcohólica.

[cita]Es que la escuela tiene un pecado original, es una imposición de la sociedad moderna que arrebató los hijos a la familia y el Estado se hizo cargo de su educación, transformándose en una escuela nacional para toda la población. No fue fácil establecer la educación primaria obligatoria en Chile, tuvo sus detractores, que manifestaban su pesar afirmando: “Maldita instrucción que redimiendo siervos nos va dejando poco a poco sin inquilinos”. Nuestro orgullo nacional: la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria demoró varias décadas en concretarse.[/cita]

La escuela es un escenario de conflictos permanente, la disciplina escolar es cada vez más dura pero no da resultados y la respuesta más común son la cancelación o condicionalidad de matrícula y hasta la demanda legal contra los estudiantes. Sin embargo, la rebeldía crece y todos paralizados escuchamos la confesión de una vocera estudiantil: “Mis compañeros tienen rabia”, mientras Santiago ardía una mañana de vibrante protesta.

En las aulas se acumula el estrés y se expresa de manera dura sobre los más débiles, está de moda el bullying y cualquier cosa lo es, los niños se inquietan, las escuelas exigen informes psicológicos y hasta neurológicos para desplazarlos y lo hacen impunemente, tener déficit atencional es motivo de discriminación y de exigencia sobre los padres para que los tengan medicamentados.

Es que la escuela tiene un pecado original, es una imposición de la sociedad moderna que arrebató los hijos a la familia y el Estado se hizo cargo de su educación, transformándose en una escuela nacional para toda la población. No fue fácil establecer la educación primaria obligatoria en Chile, tuvo sus detractores, que manifestaban su pesar afirmando: “Maldita instrucción que redimiendo siervos nos va dejando poco a poco sin inquilinos”. Nuestro orgullo nacional: la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria demoró varias décadas en concretarse.

Por ello no hay nada más contrarrevolucionario que paralizar las escuelas, que no se impartan las lecciones, que nuestros hijos no escuchen la palabra sabia, cariñosa y respetuosa del maestro, especialmente para quienes creen, junto con José Martí, que “el fin de la educación no es hacer al hombre desdichado sino hacerlo feliz”. No olvidar que para muchos niños y niñas el lugar más seguro y hermoso es su colegio, que además les provee de alimento y donde a veces son tratados con cariño.

Y colegios de este tipo existen, muy cerca de nosotros, en Lord Cochrane hacia el sur, al llegar a Avenida Matta, en una vieja casa de adobes a 10 cuadras de La Moneda, la “escuela para pobres” del siglo XIX convertida hoy en “escuela para todos”, donde las normas disciplinarias representadas por los cuestionables reglamentos escolares son reemplazados por el afecto, por conocer a sus alumnos en sus logros y fracasos, por dar cabida a su sentir y por recoger su saber.

Sospechoso: en esta escuela no existe el bullying, los profesores no estuvieron en paro y nadie osaría tomársela, porque esos viejos maestros que la dirigen lo hacen solo por amor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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