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Economía y política del 2015

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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Probablemente, la noticia en desarrollo más relevante aparecida el último mes es el giro que parece estar teniendo lugar en la Confederación de la Producción y el Comercio. La eventual sustitución de Andrés Santa Cruz, que pese a su fisonomía liberal inicial se transformó en un aguerrido opositor a las reformas de la Presidenta, por Alberto Salas (que ya contaría con 5 de las 6 ramas que conforman la organización superior del empresariado chileno) parece indicar un cambio de rumbo significativo en las organizaciones empresariales.


El Gobierno ha probado que sus compromisos electorales eran en serio. Tras la crucial reforma tributaria del año pasado, el 2015 se inicia de manera auspiciosa, al haberse alcanzado el viejo objetivo concertacionista de sustituir el sistema binominal por uno proporcional. Al mismo tiempo, está cerca de aprobar los proyectos iniciales que empiezan a configurar una reforma educacional que busca asegurar la gratuidad, la no selección (o bastante reducida), la inclusividad  y un incremento sustancial del gasto público en el sector; ello, más los proyectos por venir, debería abrir la posibilidad de dar un salto sustantivo en calidad. Y como si fuera poco, se ha presentado un proyecto de reforma laboral que, más allá de toda discusión,  mejoraría sustancialmente la legislación laboral y que, al ser resultado de un acuerdo sustantivo en la Nueva Mayoría, será probablemente aprobado. Pendientes están, eso sí, la reforma del sistema previsional y naturalmente la Nueva Constitución.

Todo lo anterior haría esperar que la popularidad del gobierno, de la Presidenta, de sus ministros fuera “viento en popa”. No obstante, la situación no es del todo halagadora. Distintas encuestas coinciden en mostrar el deterioro de la imagen presidencial y del gobierno frente a la ciudadanía. Proyectos de gran relevancia para la ciudadanía no han podido capitalizar el favor de ella que cabía esperar. Han emergido ciertas insuficiencias en la conducción política y en el campo de las distintas reformas, en particular la educacional y la tributaria. Diversos análisis han llamado la atención sobre la relativa debilidad de la conducción colectiva del proceso, las dificultades de coordinación del gabinete político, la baja visibilidad pública de algunos ministros en circunstancias en que el gobierno requiere un fuerte capital político por la envergadura de las reformas que está acometiendo. Que se haya demorado el nombramiento de un nuevo ministro de Salud permite tres lecturas: indecisión respecto de si deben emprenderse o no reformas sustanciales en el campo de la salud; reflexiones en torno a un cambio de gabinete global en el cual se incluiría la designación indicada; o definiciones en curso sobre la estrategia política para el presente año. Que no haya una explicación clara genera probablemente incertidumbre en los equipos ministeriales.

[cita] Probablemente, la noticia en desarrollo más relevante aparecida el último mes es el giro que parece estar teniendo lugar en la Confederación de la Producción y el Comercio. La eventual sustitución de Andrés Santa Cruz, que pese a su fisonomía liberal inicial se transformó en un aguerrido opositor a las reformas de la Presidenta, por Alberto Salas (que ya contaría con 5 de las 6 ramas que conforman la organización superior del empresariado chileno) parece indicar un cambio de rumbo significativo en las organizaciones empresariales. [/cita]

En este contexto, es llamativo el reciente artículo de Clarisa Hardy, de Fundación Dialoga, en que llamó la atención “por la baja densidad técnica y de lógica política en los diseños de las propuestas que estaban contenidas en el programa de campaña” y recalcó su “sorpresa por las poco rigurosas medidas que deberían darle carne a la implementación de las propuestas una vez en el ejercicio de gobierno”. Finalmente afirmó que el gobierno “carece de estrategia política para ganar fuerza social en la ejecución de un programa de esta envergadura, por una parte; y por otra, de políticas públicas finas para traducir tal programa en medidas e iniciativas tangibles para la inmensa mayoría de una ciudadanía que espera cambios en sus vidas”. Aunque se puede concordar o no con esta visión, lo cierto es que repone temas relevantes para el debate sobre la siguiente fase gubernamental.

En mi opinión, probablemente la autora incurre en una excesiva generalización (fue distinto el grado de preparación de la reforma tributaria de la educacional, aun cuando ambas pecaron de cierta falta de prolijidad política). Del mismo modo, sobrevalora la importancia del grado de elaboración programática y no aquilata la relativamente precaria consolidación relativa de la Nueva Mayoría como alianza política de largo plazo, que impidió profundizar los acuerdos programáticos, lo que tuvo como consecuencia que las diferencias aparecieran luego de asumido el nuevo gobierno. El debate generado durante el año 2014 al interior de la Nueva Mayoría facilitó el trabajo de oposición y del empresariado, atrincherados en la defensa del modelo sin tener la capacidad de reconocer que la ciudadanía mayoritariamente estaba por recorrer nuevos derroteros. En las dificultades encontradas por parte de la conducción política, juega también un papel importante el excesivo presidencialismo que caracteriza al sistema político chileno que dificulta una toma de decisiones más colectiva e inhibe el empoderamiento de los diversos miembros del Gabinete. Finalmente, más que una falta de estrategia para ganar apoyo social, es probable que el problema sea, otra vez, el sistema político que dificulta una participación más relevante de la ciudadanía en la formulación de políticas públicas.

La desaceleración económica producto de factores internacionales, problemas estructurales de larga data de la economía nacional, el relativo agotamiento del ciclo minero y la ausencia de un discurso económico y político adecuado, han contribuido a hacer más difícil la vida al Gobierno. Tomó tiempo reconocer el grado de  desaceleración y, más importante que ello, faltó una propuesta económica que entusiasmara al empresariado con un programa de inversiones que apuntara a resolver los problemas estructurales  y abriera nuevas áreas al emprendimiento empresarial.

¿Qué nos puede en este contexto deparar el año 2015?

Probablemente, la noticia en desarrollo más relevante aparecida el último mes es el giro que parece estar teniendo lugar en la Confederación de la Producción y el Comercio. La eventual sustitución de Andrés Santa Cruz, que pese a su fisonomía liberal inicial se transformó en un aguerrido opositor a las reformas de la Presidenta, por Alberto Salas (que ya parece contar con 5 de las 6 ramas que conforman la organización superior del empresariado chileno) parece indicar un cambio de rumbo significativo en las organizaciones empresariales. Quienes dicen conocerlo lo consideran una persona con gran capacidad de diálogo, con una amplia red de relaciones en el Gobierno y un importante conocimiento de los temas políticos y económicos. Está por verse si se confirma su designación al más alto cargo del empresariado. Está por verse también, en caso de que sea elegido, cuál será el perfil que asumirán las relaciones con el gobierno. En todo caso, son varios, los elementos que sugieren que puede venir un giro en la actitud empresarial. La estrategia de confrontación, si bien se anotó algunos éxitos al contribuir a la caída de la popularidad gubernamental, no logró, desde su punto de vista, desdibujar  iniciativa reformista alguna. Por otra parte, el descalabro del principal partido de derecha y del líder de Fuerza Pública como efecto del Pentagate está induciendo al empresariado a privilegiar el incidir en los contenidos de las reformas más que en tratar de evitarlas. En esta evolución juega también un papel la seguidilla de escándalos empresariales que parece no terminar. Ello está minando la capacidad de negociación del empresariado. Finalmente está jugando un rol relevante lo que en general un buen empresario sabe hacer: reconocer la pérdida y diseñar una nueva estrategia. Probablemente, este es el principal desafío que enfrenta la derecha y las asociaciones empresariales: reconocer que el escenario en que la única voz autorizada es el empresariado está quedando irremediablemente atrás, que la institucionalidad política y económica neoliberal heredada ha perdido legitimidad en la ciudadanía y que, por tanto, hay que entrar a reconversar nuestras normas fundamentales. El giro empresarial parece confirmarse con la eventual decisión de Andrés Navarro de competir por la dirección de la Sofofa.

El curso que seguirá la economía no aparece del todo claro. El Fondo Monetario Internacional, ha recortado las expectativas del crecimiento económico mundial para el 2015 y 2016, aun cuando se espera (todavía) que sea mayor el alcanzado en el 2014. Se observa una fuerte recuperación de los empleos perdidos en los Estados Unidos, Alemania y el Reino Unido. En Europa se anuncian compras masivas de deuda pública, pese a la oposición alemana, con el objetivo de sacar a Europa de la situación de estancamiento a la que la ha llevado la política de austeridad impuesta por la Sra. Merkel. La situación política (la eventual victoria del Partido Syriza en Grecia y la irrupción de Podemos en España) introduce dudas respecto del apoyo que tiene la política de austeridad. Como contrapartida, el crecimiento chino esperado para el 2015 es de sólo 6,8%. ¿Cómo está impactando la situación internacional en Chile? Por una parte la fuerte caída del precio del petróleo, ha sido una buena noticia (los bajos precios deberían mantenerse a lo largo del año, pues está reflejando, junto con problemas de la dinámica de crecimiento, la competencia en marcha entre Arabia Saudita y los nuevos productores de petróleo en los Estados Unidos). La paralelamente importante caída del precio del cobre puede ser más fuerte de lo esperado. Mientras algunos esperan que el precio promedio pueda caer hasta US$ 2,5 otros creen que se ubicará en torno a los US$ 3. Cabe recordar que el Presupuesto de la Nación se estructuró con un precio promedio superior a US$ 3,07 dólares la libra. Si el precio del cobre baja a 2,5 dólares es posible esperar un fuerte incremento del déficit fiscal. El gobierno ha reaccionado con prontitud, colocando bonos en el mercado internacional. La reciente caída de la tasa de inflación permite esperar que la tasa de política monetaria se reduzca en los próximos meses entre 0,25 a 0,5 puntos. Ello, junto con la caída del tipo de cambio, el carácter contracíclico de Presupuesto, puede permitir que la economía crezca en torno a 1 punto por encima del 1,7 del 2014.

En este contexto, cuáles son los desafíos para el 2015.

En primer lugar, es necesario que el Gobierno resuelva adecuadamente el grave impacto político institucional que ha tenido el Penta-UDI-Velasco Gate. El descrédito alcanza no solo a la UDI y a Fuerza Pública sino que afecta al sistema político como tal. La estabilidad de que ha venido gozando el país se puede desvanecer si quienes cometieron los delitos no son adecuadamente sancionados y si no se logra un avance importante en el financiamiento de la política. Es clave, sin embargo, abordar el problema de fondo: la relación entre el dinero y la política que reaparece en los diferentes ámbitos de la política pública. Resulta problemático, por ejemplo, que la promoción de inversiones se base en hacer vista gorda respecto de los problemas ambientales. Esto implica avanzar en la nueva Constitución.

En segundo lugar, y asociado a lo anterior, es necesario estructurar una política económica que incentive la colaboración pública privada en relación con un impulso relevante de la infraestructura, con el desarrollo de la investigación científica y tecnológica que permita desarrollar nuevos motores de crecimiento sustentable y un apoyo masivo a la modernización de la Pyme.

Concluir con la reforma educacional, laboral y comenzar la previsional es indispensable para superar varios de los problemas estructurales que enfrenta el país y recuperar la confianza de la ciudadanía. Paradójicamente, concluir estas reformas facilitará la construcción de una nueva relación con el mundo empresarial.

En este contexto, el año 2015 permite visualizar dos escenarios posibles fudamentales. El primer escenario es el de la detención del ímpetu reformista. Con el argumento de que ya se ha cumplido con los principales compromisos asumidos en la campaña, que no existe suficiente espacio ni tiempo político para impulsar la reforma previsional y la AFP estatal y menos una Nueva Constitución, se impone la idea de la necesidad de consolidar lo avanzado y postergar el resto de las preocupaciones ciudadanas para una próxima elección. Con este escenario en perspectiva, es que se entiende el giro empresarial hacia una política más conciliadora descrito más arriba. En este escenario se ubica también un eventual triunfo de Camilo Escalona en la carrera por la presidencia del Partido Socialista y una mesa demócrata cristiana hegemonizada por las ideas de Gutenberg Martínez. Este escenario, asimismo, sería consistente con la demora en realizar el cambio de gabinete de que se viene hablando desde septiembre pasado. Esperar a febrero para realizar los cambios luego de la aprobación de los primeros proyectos de la reforma educacional y del cambio al binominal permitiría instalar un gabinete para consolidar lo avanzado y establecer un acuerdo con el mundo empresarial sin responder a las demandas ciudadanas en previsión, salud, agua, descentralización y Nueva Constitución. Este escenario es consistente con una desmovilización bastante acentuada del movimiento social. Este escenario, aun cuando puede conseguir estabilidad en el corto plazo, aunado con la reforma binominal puede derivar en una proliferación de partidos que dificulte la gobernabilidad.

El segundo escenario, se estructura a partir de mantener el ímpetu reformista y de relanzar el entendimiento entre la Nueva Mayoría y los movimientos sociales y ciudadanos. Implica el reconocimiento que los graves problemas como los de desafección ciudadana frente al sistema político, el deterioro institucional dentro de lo cual el Pentagate es sólo una expresión, son solucionables en el marco de un cambio constitucional profundo. Implica reconocer que la reformulación de las relaciones con el empresariado debe tener lugar a partir de la conclusión de las reformas necesarias y en el compromiso de trabajar conjuntamente en un modelo económico que priorice un salto significativo en la infraestructura, en el desarrollo tecnológico y la investigación científica, en una relación de nuevo tipo con el mundo laboral y en la defensa del medioambiente. Este escenario es muy exigente en capacidad de conducción política, pero permite enfrentar los problemas de largo plazo que afectan a nuestro país.

Existen naturalmente escenarios intermedios. Sin embargo, el predominio de uno de los dos descritos marcará el futuro del país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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