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Nueva Estrategia Boliviana, ¿y Chile?, lo más bien, ¡gracias!

Fernando Thauby
Por : Fernando Thauby Capitán de Navío en retiro
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Tenemos un canciller que concita apoyo, respeto y cuya capacidad profesional es incuestionable, pero a estas alturas de la confusión manipulada por Morales se hace necesaria una orientación pública por parte de la Presidenta de la República para que los actores nacionales sepan cómo apoyar con eficiencia la estrategia nacional. Mal que mal, según la Constitución, la dirección de la política exterior es responsabilidad del Presidente de la República.


La súbita aparición en Chile del vicecanciller boliviano, Juan Carlos Alurralde, con una insólita petición para que altas autoridades chilenas recibieran a Carlos Mesa, ex presidente y vocero de la demanda boliviana contra Chile, para discutir una propuesta respecto a la majadera petición de su país de un acceso soberano al Pacífico por territorio nacional, dejó a todos perplejos. Pero la propuesta en sí era aun más increíble: el gobierno de Evo Morales ofrecería levantar su demanda contra Chile en la Corte Internacional de Justicia si se les concedía lo que querían: un acceso soberano al Pacífico por territorio chileno. Era la inconsistencia intelectual y la carencia de lógica llevada a su más alta expresión.

Pero los bolivianos y en especial el gobierno de Morales y los miembros de su equipo no tienen límites en su creatividad y son capaces de superarse a sí mismos. Carlos Mesa ha informado –por la prensa– al Gobierno de Chile que concurrirá durante el mes de marzo a nuestro país, no para reunirse con sus autoridades, sino para encontrarse con diversos movimientos de izquierda que mantienen estrecha relación política y pecuniaria con el gobierno boliviano, entre los cuales está la Izquierda Ciudadana, miembro de la Nueva Mayoría, y, de alguna manera oblicua, con el Partido Comunista de Chile, siempre en la línea sostenida en la demostración que organizara en el Court Central del Estado Nacional el año 2006, en que el grito de la extrema izquierda fue “¡Mar para Bolivia!”.

Esta forma de hacer relaciones internacionales es la llamada “diplomacia de los pueblos”, en que los actores dejan de ser los gobiernos elegidos y la representación nacional es asumida de hecho por organizaciones sociales autodesignadas, de escasa relevancia y gran activismo.

Esta situación permite apreciar algunas situaciones interesantes: primero, ¿cómo es que un ex Presidente boliviano puede venir a inmiscuirse en la política interna en Chile? Hasta hace poco esto no era usual, no era tolerado; aunque hay que reconocer que, desde hace algunos años, la izquierda chavista y comunista de la región viene haciendo caso omiso de estas convenciones burguesas contra los gobiernos que no son de izquierda. Esta diplomacia no vale para los gobiernos bolivarianos, ya que, como es sabido, en la reciente concurrencia de tres ex presidentes democráticos latinoamericanos al seminario “Poder ciudadano y la democracia de hoy”, organizado por un sector de la oposición venezolana –concurrencia que Maduro calificó de “política y conspirativa”–, cuando intentaron visitar a los presos políticos en Venezuela fueron grosera y violentamente impedidos. Segundo, si los bolivianos pueden hacer “diplomacia de los pueblos” promoviendo, financiando y apoyando abiertamente a movimientos en Chile que favorecen sus intereses nacionales –incluso actuando desde el Consulado boliviano–, ¿por qué nuestro gobierno no apoya a los bolivianos que quieren normalizar las relaciones de su país con Chile y no se interesan en continuar el conflicto levantado por Morales?. En Bolivia hay muchas personas y grupos interesados en el comercio y las inversiones chilenas. La reciprocidad es un valor muy apreciado en las cancillerías.

Pero, ¿de dónde salió este cambio de estrategia?

Desde hace algunos meses el gobierno de Morales comenzó a mostrar mayor moderación frente a su archienemigo, los EE.UU., y a tratarlo con respeto y deferencia. Incluso habló de traer de vuelta a la DEA. Simultáneamente presenciaba cómo los gobiernos bolivarianos amigos iban, uno a uno, entrando en la picada final rumbo al desastre.

La Argentina K no puede caer más bajo. Sumándose a la crisis económica provocada por ellos mismos, ya es imposible ocultar el maridaje entre el gobierno y las mafias criminales que operan con el disfraz de operaciones de inteligencia. La trama es tan turbia que es imposible intentar un análisis, lo que sí es seguro es que la posibilidades de que exista un gobierno sucesor de la pareja Kirchner se debilita. Correa de Ecuador, desde el ostentoso edificio que construyó en Quito para albergar a Unasur –que luce en su frente una estatua de Néstor enviada por la viuda–, trata de zafarse de tener que dar cuenta de sus tropelías contra los DDHH de sus nacionales en general y contra la prensa en particular. Lo acompaña una creciente crisis económica que nadie sabe cómo va a sortear.

Por su parte Dilma Rousseff y su PT en Brasil enfrentan problemas graves con la crisis de Petrobras. Por un lado, está el problema económico, ya que el petróleo era su esperanza para disponer de recursos ilimitados para continuar con sus políticas populistas y, por otro, el problema político, ya que esa corruptela se desparrama en todas las direcciones y más temprano que tarde puede estallarle en la cara; no está para las jugarretas de Evo. Peor aun es el caso del inefable Maduro de Venezuela, ahora enfrentando una “conspiración mundial en la forma de una agresión sicológica”, mientras los venezolanos se ahogan en la inflación, la escasez y la corrupción político-militar. De ellos Morales no puede esperar nada.

Su anterior estrategia se basaba en buena parte en la presión que los bolivarianos podían ejercer contra Chile, presentándolo ante el mundo como un país agresor e intratable. Hoy día ya nadie quiere ser visto ni relacionado con los bolivarianos, salvo el gobierno de Chile que ha optado por continuar con una política de silencio y eufemismos frente a Maduro.

El final se aproxima inexorablemente. Guatemala, a través de su presidente Otto Pérez Molina, abandonó la máquina bolivariana de control sobre los países caribeños y centroamericanos montada por Chávez para manejarlos a través de la provisión de petróleo subsidiado vía Petrocaribe y solicitará a Bachelet, durante la visita a ese país, su apoyo para ingresar a la Alianza del Pacífico. El barco se hunde.

Morales es inestable y pintoresco, pero no estúpido, y dispone de una fuerte dotación sucedáneos de inteligencia: malicia y pillería: sabe que es hora de atacar por otro lado. De aquí viene la provocación de Mesa y el sorprendente acuerdo entre él y Bachelet en Costa Rica, en que según el canciller chileno Heraldo Muñoz “Chile continuará defendiendo con todos sus argumentos jurídicos, de diplomacia pública y privada en la Haya, lo cual no significa, sin embargo, que los otros puntos de la agenda de 13 puntos no puedan dialogarse”, que fue traducida al boliviano primero por el canciller Choquehuanca, quien dijo que “la agenda entre los Mandatarios fue ‘sin exclusiones’ incluyendo el tema marítimo” y luego por Morales que señaló que con Bachelet acordaron impulsar una agenda bilateral «general y completa», incluida la aspiración marítima radicada actualmente en La Haya.

En forma casi simultánea tenemos: la pintoresca incursión de Alurralde; la oferta de una absurda negociación directa; la provocación de Mesa y la reanudación de la agenda bilateral que, según nuestras autoridades sería de solo 12 puntos y, según los altiplánicos, seguiría siendo de 13. Sin embargo, lo más grave es que, según señala Morales, “Chile nos propondrá cómo sería una bilateral con una agenda completa, y quedamos en eso. Vamos a esperar una respuesta, pero hay mucha voluntad de empezar las relaciones bilaterales” (…) “la hermana Presidenta me decía somos dos países vecinos, al margen de que hay un tema pendiente –es un tema pendiente el tema del mar– pero no podemos estar así; hay que avanzar de manera conjunta todos los temas que tienen que ver entre Bolivia y Chile”. Aparte de la penosa sintaxis, queda claro que la Estrategia de Morales ha cambiado pero el Objetivo permanece inalterable y, lo peor, que es Chile quien se acerca a pedir que lo reciban, a ofrecer una agenda y a reconocer que “el tema del mar” está pendiente.

Cabe preguntarse: si los aliados regionales de Bolivia están en picada, si la economía boliviana está amenazada por la baja del precio del petróleo y los recursos para sus políticas sociales se reducirán, si los comerciantes de La Paz y Santa Cruz están crujiendo por la pérdida de negocios con Chile, ¿por qué somos nosotros los que nos acercamos a pedir amistad?, ¿por qué no exigir normalizar las relaciones diplomáticas entre ambos gobiernos antes de comenzar a hablar?, ¿por qué no les aplicamos el tratamiento de “diplomacia de los pueblos” y actuamos en su política interna?

Y lo peor, ¿por qué es Chile el que debe proponer la agenda?

Ya deberíamos haber aprendido que cada oferta nuestra es un nuevo ladrillo en la construcción de sus pretendidos “derechos expectaticios”. Parece raro que sea Chile el que deba ir ante Bolivia con nuevas ofertas de agenda y propuestas de cualquier orden. Si el gobierno boliviano quiere algo, que lo diga y se le conteste si Chile está o no dispuesto a considerar sus peticiones.

Sun Tsu y Mao, Clausewitz y Lenin, Liddell Hart y Giap concuerdan en que cuando el enemigo retrocede, es momento de avanzar.

Tenemos un canciller que concita apoyo, respeto y cuya capacidad profesional es incuestionable, pero a estas alturas de la confusión manipulada por Morales se hace necesaria una orientación pública por parte de la Presidenta de la República para que los actores nacionales sepan cómo apoyar con eficiencia la estrategia nacional. Mal que mal, según la Constitución, la dirección de la política exterior es responsabilidad del Presidente de la República.

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