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Regulación de la industria del Gas: más papistas que el Papa

Sergio Ossa
Por : Sergio Ossa President, Latin America, Alexander Proudfoot SpA.
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Hoy asistimos a una discusión que puede tener un alto impacto en el crecimiento y desarrollo de una industria, y colateralmente traer repercusiones a otros sectores empresariales. Un escenario en el que se transformó a las empresas y a los empresarios en endemoniados por querer maximizar sus utilidades. La regulación siempre es positiva, lo importante es no perder el foco en el impacto de dicha regulación, sin ser más papistas que el Papa.


Después de 25 años, el mercado de la distribución de gas en el país se prepara para un nuevo escenario regulatorio. Y es que el proyecto de ley que modifica las reglas al sector, promete ser uno de los puntos destacados del discurso presidencial del 21 de mayo con ley en curso, pues tras varias semanas de revisión en los ministerios de Hacienda, Economía y en La Moneda, hace algunos días ingresó a tramitación el proyecto que modifica el marco legal de la industria de distribución de gas por redes. La iniciativa busca corregir los vacíos de la actual legislación, que data desde 1931.

Los principales puntos que propone el Gobierno para la regulación son: bajar el límite de rentabilidad para las empresas del sector; consultas ante el Tribunal de la Libre Competencia (TDLC); congelamiento transitorio de precios durante el proceso tarifario; establecer una tarifa garantizada y máxima junto con aumentar el tamaño de clientes regulados; crear un nuevo procedimiento y metodología tarifaria; establecer un mecanismo de resolución de controversias, y el ingreso de otros actores a la red de distribución, a través de la obligación de acceso abierto a estas redes.

Adicionalmente, considera activar la tarificación inmediata del servicio de distribución de gas de cañería  en caso de exceso de rentabilidad por parte de las firmas, sin la consulta previa al TDLC, entre otros aspectos. La iniciativa también incluye una modificación al tipo de clientes, según su nivel de consumo.

[cita] Hoy asistimos a una discusión que puede tener un alto impacto en el crecimiento y desarrollo de una industria, y colateralmente traer repercusiones a otros sectores empresariales. Un escenario en el que se transformó a las empresas y a los empresarios en endemoniados por querer maximizar sus utilidades. La regulación siempre es positiva, lo importante es no perder el foco en el impacto de dicha regulación, sin ser más papistas que el Papa. [/cita]

Claramente una  regulación y un cambio en la ley adecuando el sector a los nuevos tiempos siempre es positivo, sobre todo cuando en tal sector no han existido modificaciones de fondo en décadas. El problema con este tipo de regulación es que, cuando su matriz se concentra en regular la rentabilidad, desincentiva el aumento de eficiencia en las operaciones y la inversión. La pregunta inmediata e inequívoca que surge es: ¿para qué aumentar la eficiencia si luego el Estado me va a sancionar?

Creo firmemente que la capacidad de diseñar e implementar procesos de clase mundial y adecuados sistemas de control de gestión acompañados de una fuerte alineación de competencias por parte de todas las personas en una organización, hace la diferencia entre una empresa que es rentable por su capacidad de generar, en el ADN de toda la organización, procesos eficientes, ejecución disciplinada de los mismos y sostenible en el tiempo. ¿Detrás de lo que se discute, hay un real incentivo a las empresas –en general– hacia ese objetivo?

El fin último del Estado y el rol del Gobierno es procurar bienestar a la ciudadanía. En esa lógica creo que al Estado y al ciudadano (consumidor) les debiera importar poco si tal o cual empresa tiene más o menos utilidad. Lo relevante sería saber si lo que pago por el servicio que me prestan es competitivo y eficiente. A todos nos interesa pagar un precio justo por lo que recibimos, que el servicio sea coherente con lo que gastamos, que el nivel de atención sea de primera calidad, que las respuestas ante una emergencia sea rápida, que no existan interrupciones, etc., etc. El listado puede ser largo y las coincidencias totales.

Por lo que alcanzamos a saber, el foco en la necesidad de cambiar la legislación surge, entre otras razones, luego que el chequeo de rentabilidad, encargado por la Comisión Nacional de Energía a las consultoras Valgesta y Mercados Energéticos, determinó que la firma Metrogas superó el límite de 11% con 11,4% y 16,9% en 2012 y 2013, respectivamente.

Aquí es donde quizás podríamos detenernos un momento y no soslayar el valor de la coyuntura, pues inevitablemente el valor de la confianza de las empresas cae ostensiblemente, luego de connotados y mediáticos casos como Penta, Cascada, colusión de farmacias, productoras Avícolas, La Polar, entre muchos otros, que ponen los términos “ganancia” o “rentabilidad” entre aquellos menos queridos.

¿Por qué la ciudadanía no tolera la “ganancia” de las empresas? Aquí nuevamente la respuesta es inmediata y simple: por la pérdida de confianza. En este marco, debemos procurar un escenario de mayor confianza y credibilidad hacia el sector, tan minado por casos que sólo contribuyen a generar brechas entre la ciudadanía, el Gobierno y el empresariado.  Claramente debemos como país, de manera conjunta y fundamentalmente encabezados por el empresariado, propiciar un camino de recuperación de confianzas. Asimismo, el crecimiento de un país también va acompañado de una legislación que integra de manera objetiva y justa elementos que permiten un adecuado crecimiento de las empresas, considerando las utilidades y las ganancias como un factor que no es tabú.

Los empresarios y ejecutivos tienen por función última, siempre con apego a las leyes, maximizar el valor de la compañía para sus accionistas y mirar el futuro con reglas que incentiven su continuo plan de inversiones. Cuando la incerteza produce falta de “predictibilidad”, todo se estanca y sobreviene un negativo proceso que en USA es conocido como “wait and see”.

Sólo de esa manera podemos generar servicios que invierten de manera congruente con el nivel de utilidades y aportan con un servicio ad hoc a lo esperado.

Hoy asistimos a una discusión que puede tener un alto impacto en el crecimiento y desarrollo de una industria, y colateralmente traer repercusiones a otros sectores empresariales. Un escenario en el que se transformó a las empresas y a los empresarios en endemoniados por querer maximizar sus utilidades. La regulación siempre es positiva, lo importante es no perder el foco en el impacto de dicha regulación, sin ser más papistas que el Papa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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