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Una visión laica y republicana de la reforma educacional

Alberto Robles
Por : Alberto Robles Diputado de la República, Integrante de la Comisión Educación, Cámara de Diputados.
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La reforma ya está aprobada, luego de complejas horas de discusión, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado de la República.

¿Qué estamos creando? Estamos generando un sistema de Educación  Pública con dos tipos de administración y distintos proyectos educativos. Y digo Educación Pública, porque va a ser financiada 100% con dineros públicos, será de acceso universal y sin selección. Una administración dada por organismos del Estado (hoy municipalidades, mañana servicios locales de educación), la otra de administración privada, porque serán los establecimientos particulares subvencionados los que van a gestionar los recursos que les entrega el Estado para brindar educación.

[cita] Creo que es una obligación del Estado y la república seguir fomentado liceos de excelencia en el marco de criterios objetivos de selección por meritocracia, como los que en la Cámara de Diputados plantearon, sobre la base del proyecto educacional, público, laico y republicano que los inspira, y el cual ha permitido el aprendizaje de diversos hombres y mujeres que en la historia de Chile han contribuido y seguirán cooperando con lo mejor de sí al enaltecimiento de nuestro país. [/cita]

Para lograr que este sistema sea gratuito para todos, se eliminará el copago y, en el tiempo, todos los establecimientos particulares subvencionados serán gratuitos. Además se cautelará que todos los recursos públicos vayan a Educación, evitando así el lucro en Educación con platas públicas. Aquí quiero mencionar una cuestión que me preocupa: los arriendos. La Cámara de Diputados determinó que no debiera haber arriendos de ningun tipo para los particulares subvencionados, es decir, las instituciones sostenedoras sin fines de lucro deberían ser propietarias de la infraestructura educacional. Sin embargo, el Senado modificó la norma, lo cual creo que fue un error, ya que al permitir arriendos, incluso entre arrendador-arrendatario relacionados, abre una ventana para desviar recursos que, debiendo ir a Educación, pudiesen ir a financiar otras actividades, posibilitando usos ajenos a lo perseguido en la reforma y dando cabida a interpretaciones de lucro.

Para lograr acceso universal, sin discriminación en este sistema público, se elimina la selección. Así, toda familia puede postular a sus hijos a cualquier establecimiento de la red, ya sean los actualmente municipales o los particulares subvencionados de su territorio, según sea su deseo, por lo que la libertad de enseñanza está absolutamente garantizada, entregándola a las familias y no a las instituciones. “Serán los Padres y Apoderados quienes libremente podrán optar por postular a sus hijos e hijas en el establecimiento que estimen pertinente, solo deberán adscribir al proyecto educativo que entrega el Sostenedor”. Aquí una nueva reflexión: el Estado debe dar una educación eminentemente laica, y entendemos el concepto de laicismo “como la doctrina que defiende la independencia de la conciencia del hombre, para emanciparlo de la imposición de criterios filosóficos, religiosos y políticos de carácter absoluto”. También lo entendemos como: “El tolerante respeto por el pensamiento y la conducta individual, admitiendo la diversidad dentro de la libertad y entendiendo esta ética pluralista como obligación del Estado en orden a respetar y hacer respetar la libertad de conciencia y el derecho de las personas a autodeterminar su libertad y  sus creencias”. Sin embargo, el Estado acepta dar una educación pública religiosa (a través de establecimientos particulares subvencionados católicos, evangélicos, etc.) o con proyectos educativos diversos, con la sola condición de que sean las familias las que libre e informadamente acepten el proyecto educativo sin condiciones de otro tipo, como estado civil, notas u otras que sean discriminatorias.

Por último, me quiero referir a los denominados “colegios emblemáticos” y deseo compartir parte de una reflexión que me hizo llegar el rector del Instituto Nacional, don Fernando Soto Concha, profesor de Estado, quien plantea:

“Los liceos históricos no solo fueron cuna de ideas libertarias que delinearon la institucionalidad de la república durante el siglo IXX  sino además el espacio donde nacieron y se consolidaron los sectores medios de la sociedad, que desde las primeras décadas del siglo XX  abrieron las puertas a la participación ciudadana en materias como la política, la cultura y las ciencias. La condición de haber sido liceos públicos, laicos y gratuitos ha permitido a lo largo de su historia que personas de las más humildes condiciones económicas y socioculturales hayan podido desarrollar sus talentos y vocaciones en un ambiente de excelencia”.

En esta materia evidentemente yo tengo  diferencias muy importantes con lo que fue aprobado por el Congreso Nacional a instancias del Senado. Creo que este proyecto, así como fue aprobado, terminará generando una elite cada vez más representativa de los sectores más acomodados de la sociedad (todos formados en colegios privados), la misma que los liceos emblemáticos de todo Chile han permitido permear mediante la incorporación de personas que han hecho ver su influencia republicana en el ámbito político, económico y cultural.

Soy médico cirujano, urólogo. Mi enseñanza básica y media la cursé en el Instituto Nacional, me formé en ese colegio, y por ello sostengo una visión distinta, desde la perspectiva de mi experiencia. Creo que es una obligación del Estado y la república seguir fomentado liceos de excelencia en el marco de criterios objetivos de selección por meritocracia, como los que en la Cámara de Diputados plantearon, sobre la base del proyecto educacional, público, laico y republicano que los inspira, y el cual ha permitido el aprendizaje de diversos hombres y mujeres que en la historia de Chile han contribuido y seguirán cooperando con lo mejor de sí al enaltecimiento de nuestro país.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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