Publicidad

El perdón de las elites

Cristian Mena Henríquez
Por : Cristian Mena Henríquez Psiquiatra, Magíster© Pensamiento Contemporáneo UDP
Ver Más


Los editores de política han tenido un verano sin descanso. Las jugosas noticias del Caso Penta y sus diversas aristas han sido coronadas con el entuerto en que ha estado envuelto el hijo de la Presidenta. Las lecturas de los hechos políticos han sido múltiples, pero ambas veredas de la arena política han coincidido en un gesto: el de pedir perdón. Tanto la UDI, como Dávalos Bachelet han intentado salir de sus respectivos traspiés con sendas declaraciones en que piden disculpas por las acciones que los han puesto en el ojo del huracán. Pero ¿qué entienden por perdón y disculpas nuestras elites?

En un interesante artículo, el psiquiatra Aaron Lazare aborda en forma precisa el gesto de pedir disculpas como parte clave para otorgar y recibir algún tipo de perdón. A juicio de este autor, una disculpa efectiva debería tener al menos 4 partes. Primero, un reconocimiento válido de la ofensa/delito/transgresión que deje claro quién es el infractor-responsable y quién es el ofendido-víctima; además el responsable de la ofensa debe reconocer clara y completamente cuál ha sido la ofensa. Segundo, una explicación efectiva, que muestre o evidencie que la ofensa no volverá a ocurrir. Tercero, una expresión de remordimiento, culpa y humildad, que muestre que el ofensor reconoce el sufrimiento del ofendido. Finalmente, una reparación de algún tipo, real o simbólica, que compense la transgresión cometida. No necesariamente todas las apologías tendrán todas estas partes, siendo un componente clave de este acto de disculpas el claro reconocimiento del error.

[cita] La directiva de la UDI y el Sr. Dávalos pertenecen a la elite del país. Están en sitios de poder y toma de decisiones, pocos lo pondrían en cuestionamiento. Por lo mismo, su estilo, forma y fondo de pedir disculpas a la ciudadanía son francamente vergonzosos. Usado de la forma en que ellos lo han pretendido, el perdón se transforma en algo cosmético y vacío, en un acto performativo en el que emerge sospechosamente el fantasma del olvido. [/cita]

Miremos ahora nuestra fauna local. El día 9 de enero de 2015, la directiva de la UDI realizó una declaración pública, sin opción a preguntas, donde menciona la palabra disculpar. La palabras utilizadas por Silva y sus correligionarios fueron: “Aun cuando no existe una responsabilidad institucional, sí nos corresponde como partido político manifestar públicamente nuestro parecer al respecto: lamentamos lo ocurrido y nos disculpamos ante la ciudadanía por cualquier conducta individual de alguno de nuestros militantes que suponga un financiamiento de campañas políticas de manera irregular”. Si apelamos al marco conceptual enunciado previamente veremos fácilmente la fragilidad de este acto de disculpa: no se establecen responsables, no se establece en forma clara a qué hechos se refiere la disculpa. Es más, se parte diciendo que no se tiene responsabilidad por lo que se solicita ser disculpado. La declaración completa además no incluye alguna muestra de arrepentimiento o culpa, dejando en manos de tribunales la decisión final de hacer un juicio respecto de los actos realizados. Si bien la directiva del partido se compromete a “colaborar”, tampoco se remite en estos a los posibles errores cometidos. No ofrece, por lo tanto, reparación alguna por esos supuestos errores.

El militante socialista, y por lo tanto integrante de la Nueva Mayoría, Sebastián Dávalos, no queda mejor parado si hacemos un análisis de sus disculpas. En una tosca declaración –nuevamente sin preguntas– expuso básicamente cinco ideas: que rechazaba las afirmaciones vertidas contra su familia, que no había cometido “ilícito alguno”, que entendía que esto podía dañar la imagen del Gobierno y de la Presidenta, que pedía perdón, y que renunciaba. Las palabras usadas en su gesto de disculpa fueron: “No me queda más que pedir perdón por este amargo momento. Entiendo además que esto para algunos pudiera no ser suficiente”.  La NM ha buscado poner énfasis en que aquí sí hay un gesto “reparatorio”, como puede ser la renuncia; sin embargo, surgen más preguntas que claridades: ¿de qué está pidiendo disculpas el hijo de la Presidenta? ¿A quiénes les está solicitando este gesto? ¿De verdad cree que no estuvo bien lo que hizo? ¿Qué explicación nos puede dar por sus acciones? ¿Podemos pensar que esto no volverá a pasar?  El acto de disculpa aparece, a todas luces, trunco y mal elaborado.

La directiva de la UDI y el Sr. Dávalos pertenecen a la elite del país. Están en sitios de poder y toma de decisiones, pocos lo pondrían en cuestionamiento. Por lo mismo, su estilo, forma y fondo de pedir disculpas a la ciudadanía son francamente vergonzosos. Usado de la forma en que ellos lo han pretendido, el perdón se transforma en algo cosmético y vacío, en un acto performativo en el que emerge sospechosamente el fantasma del olvido. Silenciar para olvidar. Eso es precisamente lo que el gesto de disculpas pretende hacer: acallar el bullicio que los errores de la elite generan en quienes observamos asombrados cómo funcionan en códigos donde la legalidad se imbrica perversamente con la moralidad, para pautear los actos y límites de las acciones políticas y económicas. En este escenario, la pregunta surge espontánea y obvia: ¿podremos los ciudadanos perdonar a la elite con sus errores?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias