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Este Festival sí que es terrible

Juan Cristóbal Beytía
Por : Juan Cristóbal Beytía SJ, Capellán TECHO-Chile
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Es la metáfora del Festival de Chile. Las cosas han cambiado y el pueblo va quedando en los márgenes, sin entrada, porque no puede pagar. No se trata aquí de que no se pueda ir al Festival de Viña. Se trata de que hay cosas mucho más importantes donde el pueblo sencillamente queda fuera, sin entrada, porque no puede pagar. Al fin y al cabo, siempre se puede ver el festival en la casa, aunque sea pobre y colgado de la electricidad. El tema es que en Viña y toda la Quinta Región, el pueblo se fue a los cerros y no tiene entrada para la electricidad, ni entrada para el agua potable, ni entrada para el alcantarillado.


Todavía tengo recuerdos de niño, de cuando el Festival de Viña comenzó a transmitirse en directo y Gabriela Velasco señalaba que la transmisión se demoraba en llegar a Santiago alrededor de un segundo y medio. De esa época vienen las antorchas (hoy los jóvenes se preguntarán por qué se utilizó ese símbolo como premio), el público encendía papeles para ovacionar a los grandes artistas moviendo las teas al ritmo de la canción. Por sí mismo era un espectáculo añadido.

El público era diverso, con presencia de los más pudientes puestos convenientemente más cerca de los artistas, luego venía la galería con precios módicos. Finalmente, en los cerros que rodeaban a la concha acústica, se ubicaban los del pueblo. Algunos habían pagado, otros tantos se habían colado como en tantos lugares donde no alcanza la plata para entrar, pero el ingenio popular sabe arreglárselas.

Ahí surgió el “Monstruo de Viña”, cuando el público no gustaba del artista y se lo comían a chiflidos. La silbatina llegaba a tanto que el show se acortaba rápidamente y con mucha discreción se sacaba al cantante o humorista de turno para dar paso al siguiente. Vodanovic sabía hacerla, sonreía, interpretaba al público, daba paso a comerciales, no sé cómo lo hacía: era un domador.

[cita] Es la metáfora del Festival de Chile. Las cosas han cambiado y el pueblo va quedando en los márgenes, sin entrada, porque no puede pagar. No se trata aquí de que no se pueda ir al Festival de Viña. Se trata de que hay cosas mucho más importantes donde el pueblo sencillamente queda fuera, sin entrada, porque no puede pagar. Al fin y al cabo, siempre se puede ver el festival en la casa, aunque sea pobre y colgado de la electricidad. El tema es que en Viña y toda la Quinta Región, el pueblo se fue a los cerros y no tiene entrada para la electricidad, ni entrada para el agua potable, ni entrada para el alcantarillado. [/cita]

El Monstruo no era nada de tonto. Recuerdo que en 1998 salió a cantar Emma Shapplin con un estilo neoclásico electrónico muy poco conocido y después de un artista que había tenido a la Quinta extasiada. Los silbidos comenzaron y todo auguraba un desastre. Bastó que la soprano parisina diera un par de notas con su voz para que el Monstruo quedara en paz, supiera apreciarla y la despidiera en medio de aplausos. No, el Monstruo no era nada de tonto.

Hoy han cambiado hartas cosas. Hay transmisión HD, nuevos animadores, la competencia folclórica o internacional casi no figuran, el espacio es mucho más acotado, las antorchas no pasan de ser linternas desechables y el pueblo se fue para la casa, a otros cerros, porque no puede pagar.

Es la metáfora del Festival de Chile. Las cosas han cambiado y el pueblo va quedando en los márgenes, sin entrada, porque no puede pagar. No se trata aquí de que no se pueda ir al Festival de Viña. Se trata de que hay cosas mucho más importantes donde el pueblo sencillamente queda fuera, sin entrada, porque no puede pagar. Al fin y al cabo, siempre se puede ver el festival en la casa, aunque sea pobre y colgado de la electricidad. El tema es que en Viña y toda la Quinta Región, el pueblo se fue a los cerros y no tiene entrada para la electricidad, ni entrada para el agua potable, ni entrada para el alcantarillado.

Con tristeza tengo que poner la voz de alarma. TECHO-Chile acaba de actualizar el catastro de campamentos. Si bien los campamentos a nivel nacional disminuyeron de 681 a 676, la cantidad de familias en esta situación aumentó en 2.840 desde mayo de 2014. Es decir, actualmente viven 32.533 familias en esta situación. Lo verdaderamente monstruoso es que en la Quinta Región aumentaron en 2 los campamentos y en 1.062 las familias. Este Festival sí que es terrible, no tiene nada de divertido ni mucho menos de artístico. Es un gran desastre y nadie entre los políticos parece darse por aludido.

No es que se haya hecho nada. El Minvu concretó el 2014 aproximadamente el 60% de los 40.710 subsidios que se encontraban sin aplicar y se resolvió el 42% de los proyectos que se encontraban paralizados en el Fondo Solidario de Vivienda. Son buenas noticias, pero insuficientes. A este ritmo no vamos a hacer la pega pronto.

Urge que tengamos una reunión entre las fuerzas políticas, académicos e instituciones que trabajamos en terreno, porque algo está fallando en el modo de enfrentar este asunto. No tenemos respuestas inmediatas y nadie puede ser tan soberbio como para creer que las tiene ante un problema que es tremendamente complejo. Urge, porque cada día que pasa es tiempo perdido para la educación de los niños. Urge, porque cada día que pasa reafirmamos que en Chile hay ciudadanos de primera y otros que “están en la B”, porque somos tan eufemísticos que no somos capaces de decir de frente que son de segunda o tercera. Urge, porque el Festival de Viña hace rato dejó de ser para los viñamarinos. Subió el PIB, subieron los precios y los mismos de siempre quedaron fuera, pero esta vez han quedado fuera de cosas esenciales para vivir. Esto no es un show.

Ojalá el Ejecutivo se dé por enterado, que algún político se arremangue la camisa. En TECHO estamos listos y los dirigentes de los campamentos también. La invitación está hecha, ¿quién convoca? Los excluidos de Chile necesitan recuperar su dignidad. Si alguno de ellos queda fuera, no hay Festival posible.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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