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“Gracias, Sebastián, hijo mío”

Javier A. Labrín Jofré
Por : Javier A. Labrín Jofré @javierlabrin. Estudiante de Derecho, Universidad Andrés Bello.Fundador y ex coordinar general de Crear Unab
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El caso Dávalos Bachelet es una bola de nieve que ha empezado a rodar y no sabemos las dimensiones que alcanzará. Lo que sí sabemos es que éste seguirá conquistando titulares, será referencia obligada en el almanaque de Bachelet y sus antecedentes coparán los anaqueles de la Nueva Mayoría, pues nadie se habría imaginado que quien más daño le hiciera a la imagen de la Presidenta fuese su propio hijo. A quien su madre, el oficialismo, los Luksic y toda la ciudadanía le seguirán diciendo por un buen tiempo: “Gracias, Sebastián”.  


“Gracias, Sebastián, hijo mío”, debieron ser las palabras de nuestra incólume Presidenta después de haberse “enterado por la prensa” de la gran polémica en que está envuelta su nuera y que, de cierta forma, repercutió en ella.

“Gracias, Sebastián”, debió pronunciar por haberle arruinado sus vacaciones posteriores a un fin de año legislativo soñado, con la aprobación de reformas medulares en su programa de Gobierno y luego de una pequeña alza en la aprobación ciudadana, la cual, obviamente, pasó a segundo plano luego del papelón de su hijito y su querida nuera.

También le dio las gracias por haber echado por tierra su discurso en contra de la desigualdad, el combate contra los abusos y “los poderosos de siempre”, el cual pregonaba a los cuatro vientos y que enarboló como bandera en la pasada elección. Pues, claro está, Dávalos Bachelet y su esposa compiten en una cancha privilegiada y desigual para el gran resto de los chilenos, pues ninguna incipiente Pyme, de un capital de 6 millones de pesos, obtiene un crédito de 10 millones de dólares y tiene reuniones privadas con el dueño del banco, lo que los convierte en ciudadanos del 1% más rico de Chile y, con ello, obtienen automáticamente la membresía para ser parte del flamante grupo de “los poderosos de siempre”.

[cita] El caso Dávalos Bachelet es una bola de nieve que ha empezado a rodar y no sabemos las dimensiones que alcanzará. Lo que sí sabemos es que éste seguirá conquistando titulares, será referencia obligada en el almanaque de Bachelet y sus antecedentes coparán los anaqueles de la Nueva Mayoría, pues nadie se habría imaginado que quien más daño le hiciera a la imagen de la Presidenta fuese su propio hijo. A quien su madre, el oficialismo, los Luksic y toda la ciudadanía le seguirán diciendo por un buen tiempo: “Gracias, Sebastián”.[/cita]

Además, Bachelet le debió agradecer a su hijo por involucrar a funcionarios de Gobierno en sus negocios, pues, según lo que va de investigación, aquí no solo hay un crédito irregular, sino, también, influencia política y uso de información privilegiada, ya que funcionarios públicos intervinieron en la modificación del plan regulador intercomunal de Rancagua y Machalí, lo que deja de ser un “asunto entre privados” –como lo quisieron  pintar algunos en el Gobierno– y toma ribetes de interés público.

Asimismo, Michelle le debió dar las gracias a su Sebastián por haberle robado el manto maternal con el cual podía adormecer a los chilenos, pues, luego de su silencio cómplice y sus estériles explicaciones, deja claro que antes que Presidenta de Chile es la madre de Sebita, y jamás saldrá a recriminar a su retoño preferido, por más fechorías que cometa.

Por otro lado, no solo la Presidenta debe agradecer a Dávalos, sino también Osvaldo Andrade y el Partido Socialista –en el cual militaba Sebastián–, pues con los negocios del hijo de Bachelet, se ha evidenciado el doble estándar de la izquierda, la que, por un lado, mira con lupa el lucro pero, por otro, tiene militantes que especulan financieramente y que generan ganancias exacerbadas. Lógica incompatible con el romántico ideal socialista.

En la vereda contraria, la derecha entera debe agradecer a Dávalos Bachelet por haber derrumbado el viejo paradigma de: “La derecha representa a los empresarios”, ya que con el escándalo de la nuera de la Presidenta, se evidencian las incestuosas relaciones entre las empresas de Luksic y la Nueva Mayoría y, de esta forma, dejamos atrás el anacrónico prejuicio que vinculaba solo a la derecha con el empresariado.

Al mismo tiempo, otro que debe estar infinitamente agradecido de Dávalos es Andrónico Luksic, quien pasó de ser aquel mecenas que caritativamente nos enseñaba su infinito amor a Chile, aportando estratosféricas sumas de dinero a la Teletón, a un vil banquero que extiende su telaraña de poder e influencia por toda La Moneda a costa de sus “favores económicos”.

Por último, hay un candidato de profesión que debe agradecer vigorosamente al señor Dávalos. Así es. Marco Enríquez-Ominami debe estar agradecido y jubiloso por las “imprudencias” del hijo de la Presidenta, pues, sin duda, quien más se beneficia del deterioro de la imagen de Bachelet y de la Nueva Mayoría es el candidato del Partido Progresista, ya que resultará considerablemente más difícil para el oficialismo levantar un candidato de sus filas para el 2017 luego de este escándalo, y pareciera ser que la opción electoralmente más viable para representar a la izquierda proviene desde fuera del Gobierno. Es por esto que ME-O debe decir: “Gracias, Dávalos Bachelet”, por fortalecer un poco más su opción como candidato.

Así, el caso Dávalos Bachelet es una bola de nieve que ha empezado a rodar y no sabemos las dimensiones que alcanzará. Lo que sí sabemos es que seguirá conquistando titulares, será referencia obligada en el almanaque de Bachelet y sus antecedentes coparán los anaqueles de la Nueva Mayoría, pues nadie se habría imaginado que quien más daño le hiciera a la imagen de la Presidenta fuese su propio hijo. A quien su madre, el oficialismo, los Luksic y toda la ciudadanía le seguirán diciendo por un buen tiempo: “Gracias, Sebastián”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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