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Aires de monarquía

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Ni las cartas enviadas al Nuncio. Ni las acusaciones de encubrimiento realizadas por las víctimas de Karadima. Ni las marchas y manifestaciones. Ni el descontento de sacerdotes, diáconos y laicos. Nada sirvió. ¡Lo de Barros va! Tanto así, que nuestro Cardenal Ezzati  hizo un llamado a “adherir a lo que el Santo Padre ha decidido”.


Este fue un fin de semana noticioso. Una nueva jornada judicial del bullado caso Penta, el clásico de fútbol universitario y los incendios en Valparaíso, se tomaron la agenda mediática del país. Pero hubo un hecho que pasó, para la mayoría de lo chilenos, inadvertido y que, a mi juicio, merecería de toda nuestra atención: la Nunciatura Apostólica en Chile, representante del Vaticano, en una breve declaración renovó su “confianza y apoyo” a Juan Barros, Obispo electo de la Diócesis de Osorno.

Ni las cartas enviadas al Nuncio. Ni las acusaciones de encubrimiento realizadas por las víctimas de Karadima. Ni las marchas y manifestaciones. Ni el descontento de sacerdotes, diáconos y laicos. Nada sirvió. ¡Lo de Barros va! Tanto así, que nuestro Cardenal Ezzati hizo un llamado a “adherir a lo que el Santo Padre ha decidido”.

Y algunos adherirán, confiados en que es el Espíritu Santo quien ha guiado la decisión del Papa en este nombramiento. Sin embargo, habrá otros que nos resistiremos a adherir con tanta facilidad, pensando que es el mismo Espíritu Santo quien ha animado a la comunidad de Osorno a levantar la voz y hacer ver su genuina preocupación. ¿Por qué no?

[cita]Ni las cartas enviadas al Nuncio. Ni las acusaciones de encubrimiento realizadas por las víctimas de Karadima. Ni las marchas y manifestaciones. Ni el descontento de sacerdotes, diáconos y laicos. Nada sirvió. ¡Lo de Barros va! Tanto así, que nuestro Cardenal Ezzati  hizo un llamado a “adherir a lo que el Santo Padre ha decidido”.[/cita]

No conozco al Obispo Juan Barros. Tampoco tengo nada personal en su contra. No tengo idea si lo que se dice de él es cierto. Pero lamentablemente su designación está contaminada, querámoslo o no, con el caso de abusos sexuales más escandaloso de la historia de nuestra Iglesia. Y basta que existan dudas y una comunidad alerta para que, prudentemente, se hubiese tomado una determinación distinta. ¿No habrá otro candidato más idóneo para el cargo?

Es muy difícil entender esta ratificación. A muchos, tristemente, nos deja un gusto amargo, de una Iglesia que, más que escuchar las dudas y aflicciones de sus fieles, simplemente se impuso, sin explicación alguna. Apareció su poder y el peso de su jerarquía.

Lamentablemente nos muestra una cara que, a muchos católicos, no nos gusta ver. El rostro de una Iglesia que dicta, norma y exige a sus ovejas, pero que no las toma en cuenta seriamente cuando, sólo de vez en cuando, balan en medio del rebaño. Esta debe ser la primera vez, en los últimos años, en que una comunidad plantea reparos a la designación de una autoridad eclesiástica antes de que asuma. Y aun así, a pesar de la excepción, no fueron considerados. ¿Habría pasado lo mismo si el revuelo se hubiese generado en una diócesis de mayor tamaño, como Santiago o Concepción? Es más, ¿habrían propuesto a Barros ahí? Le dejo la inquietud.

Es confuso, además, porque es una decisión que pareciera ir en la dirección contraria a lo que el mismo Papa ha enseñado con su ejemplo: una Iglesia más humana, sencilla, cercana a las necesidades de las personas, inclusiva y transparente.  Pero acá poco o nada hubo de todo eso. Más bien, como en otros planos, apareció la retroexcavadora y aires añejos de monarquía.

“Sus razones habrá tenido el Santo Padre”, me dirá usted. Y seguramente las tiene. Pero sería pertinente, por lo delicado de este tema, que se dieran a conocer. Sin embargo, nadie entrega información. Sólo el espaldarazo al Obispo y el llamado a “prepararse mediante la oración” para recibir al Monseñor. Raro, ¿no?

¡Lo de Barros va! Contra todo pronóstico, el próximo 21 de marzo tomará posesión del nuevo cargo en la Catedral de Osorno, la misma que ha congregado manifestaciones en su contra.

Incomprensible, triste y decepcionante. Por el bien de nuestra Iglesia, ojalá se revierta la medida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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