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Ha llegado el momento Opinión

Ha llegado el momento

Juan Guillermo Tejeda
Por : Juan Guillermo Tejeda Escritor, artista visual y Premio Nacional "Sello de excelencia en Diseño" (2013).
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Los que teóricamente nos representan, representan en verdad unos a Penta, otros a Soquimich, otros a Luksic y ya irán saliendo más, siempre que a esos fiscales que deben estar durmiendo mal no los empiecen a asustar con cosas raras, que uno sin conocerlos los ve como morenos y la mano blanca de colegio privé y barrio top es temible en Chile: tarda pero llega.


Corrupción en el sentido de maletines con dinero para parlamentarios o ministros tipo soborno para temas específicos, no es propiamente lo que estamos visualizando crudamente estos días, no. Pero es tan parecido a eso que uno se marea.

Todos estos personajes que figuran como colaboradores a honorarios llegan finalmente a representarnos y a ocupar de manera solemne un cargo republicano. Con el pase previo de empresas sin ética alguna que les financian sus campañas a cambio de algo que no figura en las boletas, y por lo demás son unas campañas muy tontas, con globos, jingles, afiches sonrientes y unos puerta a puerta donde los candidatos deben purgar sus malas intenciones. Los debates son de pena, basura televisiva.

¿Qué tienen que ver las empresas con la representación del parecer de ciudadanos y ciudadanas? Nada. Las empresas están para hacer negocio. No para meterse en política, que es en la política donde se deciden nimiedades del tipo a quién se condena a morir fusilado o cuántos impuestos han de pagar comparativamente ricos, muy ricos, vulnerables y muy vulnerables, y es también en la política, tan desprestigiada, la pobre, por haber caído en manos de estas ratas, donde se corta el queque respecto a si la salud es un servicio comunitario o un negocio lucrón para quienes pueden pagar y, para quienes no, a frotarse la espalda o el abdomen con unas hierbas. O si la universidad es un emprendimiento más del tipo tener una viña o un banco o una financiera, o es un espacio para el conocimiento libre de trabas religiosas o doctrinarias o mercantiles. O hasta qué punto es posible secar los ríos o contaminar las playas para ganar y ganar dinero unos pocos. O de qué modo se protege a los más desprotegidos o se garantiza que el uno por ciento del país no se apodere de un tercio de la riqueza.

[cita] ¿Alguien seriamente creía que para ser diputado bastaba tener disposición de servicio, buenas ideas, buena llegada con la gente y presentarse a las elecciones?  No, antes es preciso hacer el tour de pasillos oscuros, reuniones donde estaban todos pero al final no estuvo allí nadie, y hacer correr un dinero que era pero no era.[/cita]

La política es demasiado importante como para dejarla en manos de los políticos, dicen en España, y con razón. Un político termina siendo un personaje engrasado, financiado, boleteado por sus hijos y parientes, y además con un sueldo oficial ofensivamente abultado, que indigna a quienes pretende representar. Y es que, visto desde otra perspectiva, la perspectiva de lo crudamente real, si estos políticos representan a Luksic y a Ponce Lerou y al Choclo Délano, sus sueldos vienen a ser como reguleques.

En fin, los que teóricamente nos representan, representan en verdad unos a Penta, otros a Soquimich, otros a Luksic y ya irán saliendo más, siempre que a esos fiscales que deben estar durmiendo mal no los empiecen a asustar con cosas raras, que uno sin conocerlos los ve como morenos y la mano blanca de colegio privé y barrio top es temible en Chile: tarda pero llega.

Se suma a estas villanías el sistema de unos senadores que salen con 10 mil votos y otros que necesitan 300 mil, o sea, que los votos de Coyhaique –me perdonarán sureños guapos y emprendedores, pioneros de la patria–, lamento la opinión centralistamente devoradora, pero el caso es que esos votos valen 30 veces el mío. Eso desconfigura a la democracia (la democracia, ay), y no enaltece en verdad a las regiones sino a los caudillos de las mismas, comprados y vendidos con el dinero que ahora aparece en las boletas de servicios y trabajos realizados o no realizados por los hijos y primos y hermanos y juniors de los parlamentarios: todo esto es un asco.

Y estaba allí, todo este tiempo. ¿Alguien seriamente creía que para ser diputado bastaba tener disposición de servicio, buenas ideas, buena llegada con la gente y presentarse a las elecciones?  No, antes es preciso hacer el tour de pasillos oscuros, reuniones donde estaban todos pero al final no estuvo allí nadie, y hacer correr un dinero que era pero no era.

No son sólo los políticos. La masa intermediadora que compra y vende democracia, que hace negocio con la política (consultar en esto el parecer de Pepe Mujica) es espesa y allí se nutren alegremente columnistas, asesores de imagen, directores de medios, periodistas estrella, rectores truchos de universidades truchas, oscuros directivos de canales de TV, fundaciones raras y caritativas, todo ese caldo picante que rebaja a la especie humana y nos hace a todos ser peores de lo que nos gustaría ser. Todos ellos no hacen lo que dicen estar haciendo sino que, con gran picardía chilena, se dedican a otra cosa. No son gurúes sino carteros, no están en labores intelectuales sino que son modestos y sudorosos transportadores, agentes dobles que se hinchan trayendo y llevando desde la empresa a la política o a lo que creemos que es político, y a lo que soñamos que sería democracia.

Ha llegado el momento, pues, conciudadanos, conciudadanas, de no sabemos qué. Tampoco sabemos cómo. Y nos da lo mismo cuándo, que tenemos tantas otras cosas que hacer. Salud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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