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No sabía

Si no son ellos quienes saben qué es lo que está pasando, ¿entonces quién? Si no son nuestras autoridades las llamadas a asumir responsabilidades en todo este entuerto, ¿entonces quiénes? Si no hay nadie dispuesto a hacerse cargo de la solución, ¿quién podrá defendernos?


Le cuento. Dávalos no sabía que la compra de terrenos en Machalí era el negocio más importante de Caval. La misma Presidenta dijo ayer que no sabía el rol que jugó Giorgio Martelli en su última campaña. Ena Von Baer tampoco sabía que Carlos Alberto Délano era militante de la UDI. Andrés Velasco no sabía que el famoso almuerzo fue cancelado a través de una boleta enviada a Penta. Iván Moreira no sabía qué hacía Hugo Bravo con las boletas que él le enviaba como gastos de campaña. Y la nuera de Chile, Natalia Campagnon, juró a rajatabla que su suegra nada sabía de las “pasadas” de su pujante empresa. Así, suma y sigue. No son inventos. Son frases reales. Búsquelas en Google y allí las encontrará. Nadie sabe nada.

Y el “no sabía” se ha convertido en el más repetido eslogan de campaña en el último tiempo. Y a decir verdad a estas alturas yo tampoco sé qué, de todo lo que se dice, es cierto o no. Probablemente algunos nos estén diciendo la verdad, pero por lo generalizada y reiterativa de esta práctica, están pagando justos por pecadores. Ya se hace difícil distinguir, aunque yo tengo mis apuestas.

Al igual que usted, estoy mareado, absolutamente mareado. Tanta negación da para pensar dos cosas: o estamos asistiendo a la mayor y más orquestada conspiración en contra de la clase política o varios, equivocadamente, han caído en la tentación de negarlo todo, esperanzados en que dé resultados el “niega, niega, que algo queda”.

[cita] Si no son ellos quienes saben qué es lo que está pasando, ¿entonces quién? Si no son nuestras autoridades las llamadas a asumir responsabilidades en todo este entuerto, ¿entonces quiénes? Si no hay nadie dispuesto a hacerse cargo de la solución, ¿quién podrá defendernos?[/cita]

Algunos ya molestos con todo esto, han dicho sencillamente que se nos está tratando como imbéciles. Qué se nos pintan las cosas color de rosa, que nos adornan al muerto y nos venden la pomada. Pero lo único claro es que explicaciones sobre explicaciones solo agravan la falta.

Porque una cosa es que a uno lo pillen –todos hemos caído alguna vez en desgracia–, pero otra cosa muy distinta es la reacción que podamos tener frente a la caída. Y hasta ahora más que poner el pecho a las balas, sólo hemos visto un desfile de potos arrancando hacia las moras. Perdón por el chilenismo.

No nos hagamos los lesos. El financiamiento irregular de campañas tiene ya larga data. Probablemente todos conocíamos también el intenso affaire que siempre ha existido entre la empresa, el dinero y la política. No vengamos nosotros, simples ciudadanos, a decir ahora que tampoco sabíamos que esto ocurría frente a nuestras propias narices. Simplemente no lo quisimos ver, ni menos denunciar. Era parte del paisaje. Y así lo aceptamos todos, por acción u omisión.

Pero tengo la sensación de que lo grave no está en la ilegalidad del financiamiento –cuestión que debe ser regularizada, por cierto– sino más bien en la reacción que han tenido nuestras autoridades en esta crisis, probablemente una de las más hondas y transversales de los últimos años.

Si no son ellos quienes saben qué es lo que está pasando, ¿entonces quién? Si no son nuestras autoridades las llamadas a asumir responsabilidades en todo este entuerto, ¿entonces quiénes? Si no hay nadie dispuesto a hacerse cargo de la solución, ¿quién podrá defendernos?

No queremos chapulines ni superhéroes, sólo políticos que den la cara y asuman con valentía y coraje que se equivocaron, que metieron las patas y que estén dispuestos a pagar las consecuencias. Les aseguro que con eso ganarán más honorabilidad, respeto y admiración que con un nuevo “no sabía”, de esos que ya nadie más soporta escuchar.

Yo seguiré esperando, crédulo y optimista, a que eso suceda. Tarde o temprano sucederá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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