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Los anuncios del Papa Francisco: ¿verdades con letra chica?


Recientemente el Papa Francisco aceptó la renuncia de un arzobispo y de dos obispos estadounidenses que dimitieron de sus cargos por ser encubridores de abusos sexuales cometidos al interior de la Iglesia Católica en ese país.

Esto, sostienen fuentes del propio Vaticano, como una forma de consolidar una línea de trabajo de “tolerancia cero” frente a pederastas y encubridores al interior de las filas eclesiásticas en todo el mundo.

Adicionalmente, el Santo Padre anunció el endurecimiento de penas para sacerdotes abusadores de menores de edad, que incluso podrían ser sancionados con cárcel.

Lejos de convencer, en Chile llaman mucho la atención estas afirmaciones, ya que en este país las acciones y decisiones del Papa contradicen su discurso.

¿Ejemplo? Juan Barros, actual obispo de Osorno. Las víctimas y denunciantes de Fernando Karadima han sindicado al actual jefe de la diócesis osornina como uno de los principales encubridores del cura abusador (con quien se formó y se ordenó sacerdote).

Juan Carlos Cruz ha manifestado públicamente que Barros “se besaba y se tocaba con Karadima” y que ambos “violaban permanentemente el secreto de confesión” para conocer la vida de los feligreses, método con el cual, además, quisieron persuadirlo para que cesara en sus intentos por denunciar y buscar justicia.

[cita] Así las cosas, resulta entonces irónico leer diarios o ver en la televisión al Santo Padre haciendo grandes anuncios en esta materia, que al parecer se materializan de buena manera en Estados Unidos, pero que para el caso de Chile tienen letra chica. [/cita]

¿Quién nombró a Barros como obispo de Osorno? El Papa Francisco, en enero de este año, conociendo incluso los antecedentes que las víctimas de Karadima le hicieron llegar, de puño y letra, a través del propio Juan Carlos Cruz.

¿Otro ejemplo? Monseñor Ricardo Ezzati, arzobispo de Santiago. Las víctimas de Karadima lo sindican como responsable por no haber prestado atención a las denuncias y haber restado credibilidad a los testimonios de cada uno de ellos.

Además, los denunciantes informaron a Ezzati que Karadima no cumplía la sentencia vaticana y que celebraba misas abiertas al público (fotos de aquello circulan hasta hoy en redes sociales y diversos medios de comunicación), frente a lo cual el actual arzobispo de Santiago dijo: “Yo no soy el carcelero de Karadima”. ¿Quién nombró cardenal a Ricardo Ezzati? El Papa Francisco.

¿Más ejemplos? Monseñor Francisco Javier Errázuriz. El cardenal fue el primero en recibir formalmente las denuncias contra Karadima por parte de José Andrés Murillo el año 2003. De ahí en adelante: trabas, procesos secretos, información oculta, lentitud y nulos avances. Tuvo que estallar el escándalo en ‘Informe Especial’ de TVN, el año 2010, para que la Iglesia, recién, tomara cartas en el asunto, mientras el cardenal sostenía públicamente que había “parado” las investigaciones porque “no creyó” a los denunciantes, quienes habían sido desacreditados y, en muchos casos, denostados, por miembros de la parroquia El Bosque.

En una ocasión, Percival Cowley, ex capellán de La Moneda, le consultó al cardenal Errázuriz qué pasaba con las denuncias que James Hamilton había interpuesto contra Karadima, a lo que el ex arzobispo de Santiago respondió: “Eso es mentira”.

¿Dónde trabaja actualmente el cardenal Errázuriz? Es uno de los miembros del Consejo de Cardenales nombrados por el Papa Francisco para reformar la Iglesia y la curia romana. En estricto rigor, es un asesor directo del Papa. Dicotómico, por decir lo menos.

Es inexplicable que sacerdotes sobre quienes pesan tan graves acusaciones de encubrimiento y silencio frente a abusos sexuales sean hoy premiados por un Papa que pregona “tolerancia cero” para hacer frente a quienes cometen y encubren estas atrocidades.

Así las cosas, resulta entonces irónico leer diarios o ver en la televisión al Santo Padre haciendo grandes anuncios en esta materia, que al parecer se materializan de buena manera en Estados Unidos, pero que para el caso de Chile tienen letra chica.

Quizás, la fe absoluta de los feligreses en la justicia canónica sea peligrosa. “Los tiempos de la Iglesia no son los tiempos del mundo”, le dijo alguna vez el cardenal Errázuriz a Juan Carlos Cruz, y en esa lógica tuvieron que pasar más de 7 años para que, gracias a un programa de televisión, la opinión pública conociera las atrocidades que cometía Fernando Karadima en El Bosque.

Un sabio consejo para actuales y futuras generaciones sería, entonces, recurrir de manera inmediata al Poder Judicial y saltarse los lentos y no muy fructíferos caminos de la justicia canónica.

Para ello es necesario sortear otra letra chica: el fuero del que gozan los obispos en Chile, una suerte de inmunidad judicial que les permite, por ejemplo, no asistir a declarar a un tribunal y hacerlo por escrito, si así lo estiman conveniente. Este es otro escollo que sería recomendable analizar y eliminar… si de “tolerancia cero” se trata.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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