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La inteligencia colectiva

Sergio Vergara Venegas
Por : Sergio Vergara Venegas Psicólogo Universidad Católica, profesor psicología organizacional Universidad UAI.
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En la canción “Father and son” de Cats Stevens, se relata la pugna entre el deseo del hijo de ser dueño de su propia vida y de sus decisiones y los planes que su padre ha diseñado para su vida. Por mucho tiempo, el sistema social, reflejado también al interior de las organizaciones, ha definido la manera correcta de vivir. Hoy el paradigma de las personas ha ido ganando espacios para la individualidad, para la expresión del tipo de vida que deseamos vivir por sobre lo que el sistema nos defina. Es decir, la sociedad se ha movido hacia una perspectiva donde lo más importante es rescatar la voluntad y los deseos de los individuos: qué hago con mi vida, con mi tiempo, qué educación quiero, etc. Pero hay un riesgo. El extremo de la individualidad nos hace difícil aprender en conjunto a ser más efectivos en dilemas sociales y organizacionales que requieren el trabajo de todos: el clima laboral, la seguridad en la empresa, la participación social, entre otros.

Nos comportamos hoy en la dimensión colectiva de manera indiferenciada. Por ejemplo “todos somos responsables del clima laboral” es casi lo mismo que decir “nadie lo es”. En definitiva, hay roles claramente diferenciados que si no se ejercen no se logrará que la organización o la sociedad maduren colectivamente. Hoy, muchos jefes no se atreven a hablar de los temas de fondo que están afectando a la convivencia por temor a encontrarse con respuestas inadecuadas de las personas o preguntas que no saben manejar. Al evitar enfrentar los temas, se está evitando aprender a discutir en conjunto. Y al hacer esto, se reduce la convivencia al concepto de “bienestar en la empresa”, es decir, a un enfoque paternalista o transaccional donde la empresa debe proporcionar básicamente beneficios para generar un buen ambiente laboral.

[cita] La sociedad no podrá madurar si se mantiene solo en el paradigma individual, esto lleva a la creencia de que la sola existencia de personas carismáticas o talentosas podrá sostener el cambio en las organizaciones o la sociedad, lo que realmente es imposible. [/cita]

¿Cuánto sabemos discutir y enfrentar nuestras legítimas diferencias? A menudo vemos cómo las personas en la redes sociales frente opiniones de otros no saben sino descalificar o insultar al que escribe. Esta manera de conversar no genera ningún progreso. En las organizaciones la cosa no es tan distinta. En apariencia las personas discuten menos porque a menudo no se atreven a plantear los temas delante de la autoridad. O si lo hacen lo hacen de manera que puede resultar demasiado conflictiva. Esto hace que los problemas no se resuelvan sino, más bien, se acumulen. A menudo tampoco las autoridades saben cómo lidiar con las expectativas de las personas. Existe una visión un poco paternalista que lleva a pensar que la manera de enfrentar los problemas es dándole a la gente todo lo que pidan. Esto sólo provoca el cumplimiento de aquella frase que dice que “quien te trata como niño te termina convirtiendo en eso”.

La sociedad no podrá madurar si se mantiene solo en el paradigma individual, esto lleva a la creencia de que la sola existencia de personas carismáticas o talentosas podrá sostener el cambio en las organizaciones o la sociedad, lo que realmente es imposible. Nadie por muy carismático que sea podrá generar cambios sustentables sin fortalecer al mismo tiempo los procesos, roles y sin fortalecer la capacidad de dialogar, discutir y generar un entendimiento común a partir de las legítimas diferencias.

En el libro Construir Inteligencia Colectiva en la Organización (Ediciones UC, 2015), recojo estos dilemas. El texto desarrolla de una manera práctica y con herramientas, cómo cada persona y cada rol pueden contribuir a generar madurez en la organización, crear inteligencia colectiva y así lograr un ambiente laboral que sea energizante y aporte a la empresa y las personas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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